Uno comprende la burbuja inmobiliaria, el mercado, la prima de riesgo, la especulación, el Sarkozy y la Merkel que nos parió. Pero uno no comprende la falsa y denigrante sumisión de un pueblo que ha sabido plantarle cara al franquismo en su momento, al terrorismo cincuenta años matando y que ahora se duerme en las aceras con un vaso de tinto para olvidar y un paquete de ducados para acelerar un cáncer como finiquito de la vida.

Alguien tiene el dinero. Porque el euro ni se crea ni se destruye. Alguien lo esconde, lo evade, lo manipula, lo disfraza para que los demás nos desayunemos cada día una ración de crisis sostenida, alimentada y dosificada. Y mientras tanto, una cifra aproximada de quince millones de españoles se queda sin vivienda por hipoteca impagada, sin educación porque la han privatizado, sin sanidad porque la enfermedad es un lujo y como tal sólo la ejercen los ricos.

¿Demagogia?  A la rebeldía anestesiada le llaman demagogia. Al dolor escondido le llaman demagogia. A la pena clavada en el constado le llaman demagogia. Que le llamen como quieran. Pero es innegable la realidad vacía de humanidad que estamos obligados a vivir.

Y Rosell proponiendo horas de trabajo a cambio de cuatrocientos euros. Con argumentos que huelen a limosna de rico en la gorra de quien sueña bajo un techo de cartón. Los parados –cinco millones con sus familias a rastras- preferirán cuatrocientos euros a nada. Entre el hambre y un bocadillo de sardinas, Rosell lo tiene claro. Al pobre no le queda otro remedio. Limosna. Pero ni siquiera limosnas porque ella implica una gratuidad, una donación, envuelta a lo mejor hasta en cariño. De limosna con precio se trata. De chantaje a cambio de limosna. Usted se emplea en un trabajo-basura y a cambio le permitimos la basura-comida. Porque usted, entérese bien y de una vez, sólo tiene derecho a la basura.

Había mileuristas. Los empresarios cambian ahora uno de mil por dos de cuatrocientos. Y por lo visto, todos ganamos. Tú y tú a la acera con el bocadillo. Yo –empresario- me gano doscientos euros y me voy a los Borrachos de Velázquez porque también tengo que alimentarme.

¿Demagogia?  ¿Cómo le llamamos al chantaje envuelto en limosna que nos propone el patrón?  Grita la CEOE detrás del tenderete: compro trabajadores al por mayor, trabajadores al peso. Y además regalamos cuatrocientos euros. Compramos dignidad-retales-viejos. Sin derecho a vacaciones, a baja por enfermedad, por maternidad, a indemnización por despido. Sin ningún derecho como corresponde a quien no tiene pan porque se lo arrancaron los buitres volanderos.

Lo confesó Rosell en televisión: se siente incapaz de ofrecer otros cauces de creación de empleo. Qué raquitismo intelectual. No se le ocurre que a lo mejor si la patronal decidiera ganar menos podría repartir más. No piensa que si a lo mejor pagaran impuestos más altos podría distribuirse mejor la riqueza. No tiene nada claro que la riqueza debe cumplir una función social. No se da cuenta que el beneficio no es nunca un logro puro, sino que tiene en sus raíces la opresión de los otros. Para que existan los ricos es imprescindible que existan los pobres.

La CEOE ha recuperado la espada que añora Cayetano Martínez de Irujo. Los campeadores del dinero puede ir degollando derechos para reinaugurar una esclavitud nunca perdida.

Rafael Fernando Navarro es filósofo
http://marpalabra.blogspot.com