A los pocos días, y quedando todavía muchos para poder cosechar, el nuevo propietario se quedó sin agua en el aljibe y acudió entonces al vendedor a pedirle explicaciones, pero éste le contestó que mientras él atendió el melonar no había tenido ningún problema y que la culpa de lo ocurrido era sólo suya. Así actúan a veces las personas y, aunque parezca que se benefician de sus engaños, es sólo un señuelo porque a lo largo del tiempo su verdadera jaez queda al descubierto ante los demás.

Me ha venido a la cabeza esta parábola cuando en el debate del estado de la nación escuchaba a Mariano Rajoy decir que Zapatero había “recibido la mejor herencia económica de la democracia”. El presidente del Partido Popular sabe demasiado bien que este eslogan que repite hasta la nausea no responde a la verdad, pero tampoco escapa a su conocimiento que es una afirmación de muy fácil venta para personas que no estén demasiado informadas de la realidad.

Veamos porqué he rememorado esta parábola. El melonar que vende el hortelano del desierto, y de cuya responsabilidad se desvincula por completo tras la venta, es la economía del ladrillo que deja en herencia Aznar y el agua, que tan irresponsablemente ha derrochado en su riego, es el crédito cuya concesión potenció con auténtica desmesura la milagrera política económica que diseñó -¡El milagro soy yo! se acuerdan-.

El presidente de gobierno ha reconocido en el debate sobre el estado de la nación -como ya lo había hecho en otras ocasiones- que su gran equivocación fue la de no haber desactivado la burbuja inmobiliaria y crediticia pero, su contrincante político, ha seguido manteniendo la falacia de la herencia insuperable a pesar de que Zapatero, al reconocer en la tribuna del Congreso su error, le rogase que tuviese rigor y honradez intelectual al analizar las causas de nuestra peculiar crisis económica. Pero fue inútil, en la réplica Rajoy volvió a la carga y como quien recita una letanía repitió: “Usted ha sido el presidente que ha recibido la mejor herencia económica de la democracia”. Lo malo no es equivocarse; es peor permanecer en el error pero, lo realmente dramático, es seguir en él a sabiendas.

Quien busque esta parábola entre las que pronunció Jesucristo que desista de ello. Ha sido una pura invención para hacer más comprensible lo que pretendía decir. Contra los eslóganes falaces ... parábolas esclarecedoras.  A Él le fue bastante bien.

Gerardo Rivas Rico es licenciado en Ciencias Económicas