Hará lo que no ha dicho que hará y por eso seguirá callando aquello que pretende hacer. Crean firmemente que va a hacer lo que no se atreve a decir que hará si obtiene el éxito en las urnas. Por ello, con los dos programas, el electoral y el real, nos invita a sumarnos al cambio, ya que los españoles necesitan respuestas creíbles a los problemas reales.

Mariano está deseando coger la batuta como director de la orquesta nacional para que la población toque, con sus desafinados instrumentos, la partitura escondida. Y quiere que la gente los afine a sus órdenes. Así que debe saberse que, con los votos obsequiados a la tribu de Rajoy, Aznar, Pons, Cospedal, Aguirre y todos los demás ejemplares de la tenebrosa y ridícula fauna de la derecha extrema, la flexibilidad dará estabilidad a unos y más inestabilidad a la mayoría.

En nombre del empleo digno tendremos más contratos basura. El reconocimiento al mérito y la educación de calidad y en libertad sólo se fundamentan en diluir la igualdad de oportunidades y en que sea un lucrativo negocio. Hay que hacerse “dueños del propio futuro” a base de precariedad, bajos salarios y derechos de pega.

Los principios de austeridad, transparencia y eficacia, según el verdadero recetario de los populares, consisten en exprimir a la ciudadanía ampliamente, en despilfarrar allí donde interese en beneficio de unos cuantos, en la presunta corrupción y en el total oscurantismo. Ésta es la supuesta efectividad que funciona de lleno en las comunidades donde gobierna este grupo.

Rajoy quiere recuperar, dice, el respeto a la ley y a la seguridad jurídica. En realidad, la aplauden cuando les favorece y no muestran ningún reparo en difamar a quien se ponga por delante. En lo que respecta a la política exterior, ansía devolvernos el prestigio perdido en Europa y en el mundo. Naturalmente, añora los viejos tiempos en los que su maestro Aznar campeador recibía las palmaditas de Bush, de la misma forma que un perrillo faldero obtiene la recompensa del amo cuando mueve la cola.

El aún presidente Zapatero, aunque no lo parezca, cree tanto en Pérez Rubalcaba que ya empieza a traspasar la tienda a Rajoy. Solamente el milagro socialdemócrata de San Alfredo podría evitar el hundimiento del Titanic socialista en las gélidas aguas del 20-N. ¿Qué sociedad anhelamos para las próximas generaciones?

Ya sabemos de qué va la “economía sana y competitiva” mientras no se demuestre otra cosa. Muy bien. La reforma auténtica de las instituciones y el empleo requieren el compromiso de todos. La sanidad pública y las pensiones son sagradas. Pero mucho deberían mejorar. Y no existen visos de que puedan hacerlo.

El “pensionazo” nos terminó de arreglar el paisaje, pero no concluye ahí el asunto. El aspirante Rajoy cabalga a lomos del caballo de la sostenibilidad de las prestaciones sociales con la espada de una sociedad del bienestar exclusivamente para privilegiados.

El camino de la innovación, la investigación, la solidaridad o la igualdad no es una vía por la que transite el PP. La democracia está en poder de los mercados financieros. Los derechos sociales van a seguir desnutriéndose con buenos recortes y la vivienda seguirá siendo una utopía en manos de Rajoy. Las personas continuarán interpretando más aún el papel de una simple mercancía domesticada.

Es palpable que con Mariano Rajoy en el podio de La Moncloa estaría a buen recaudo nuestra dignidad. Dejaríamos atrás la crisis y se construiría el prometedor futuro que les conviene a ellos y a los de su especie. Utilizando las pobres espaldas de quienes pueden cometer la imprudencia de votar masivamente a sus próximos y cerriles verdugos. Estas elecciones, con la calentura de las encuestas, significan “champán y mujeres” para ellos.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos