Hay héroes, heroínas, villanos y poderosos bufones. Gritos, llantos, contrastes entre ricos y pobres, tópicos perfiles, cuestiones de dignidad… Un folletín por entregas con enredos, intrigas, contrariedades y contradicciones. Los hechos inesperados o absurdos no faltan en las acciones tragicómicas que nos envuelven. La ridiculez funciona en numerosos pasajes.

La realidad cotidiana y la hipocresía moral palpitan en este sainete. El sentido trágico de las cosas se vislumbra con una estética deformada. Como la deformación grotesca que puede verse a través de los espejos cóncavos del esperpento a la española. Pero siempre existe, dentro de lo que cabe, la posibilidad de la improvisación escénica.

La posible subversión de unos participantes que prefieren ser dueños de sí mismos y construir su futuro. Poder cuestionar las distintas clases de poder y las convenciones sociales en una farsa en la que ciertas conductas provocan estupor, una mueca con amarga sonrisa, lágrimas o algunas carcajadas.

Muchos ejemplos lo corroboran. La inefable ministra de Sanidad, Ana Mato al parecer, no pretende hacer campaña a favor del naturismo desde el departamento que dirige presuntamente. Ni se quieren incluir las terapias alternativas en el saco de la Seguridad Social, o inseguridad tal vez, para que convivan con la medicina alopática. Y eso que varios países, Reino Unido, Alemania o Francia, incluyen algunas de estas medidas terapéuticas en sus sistemas sanitarios públicos.

Sólo determinadas sociedades médicas españolas las incluyen entre sus servicios. El gremio lo componen más de 40.000 terapeutas y muchos ejercen bajo una indefensión total y sin ningún tipo de regulación al respecto. Se debe exigir a la Administración, y se ha a exigido por los ecologistas, que el asunto cambie.

Saben ustedes que la supuesta ministra ha pregonado la sustitución de medicamentos para “afecciones leves” por “alguna cosa natural”, ya que se extraen fármacos de la lista como consecuencia de la deuda sanitaria. Uno rechaza las torpezas en serie de esta señora, el abuso farmacológico y que la población pague el pato que otros se meriendan.

Dicho esto, “no los remedios sino la naturaleza es la que cura, consistiendo la virtud de aquéllos sólo en ayudar a ésta”, subraya el padre de la medicina, el griego Hipócrates, nacido hace más de 2.500 años. Un poco mayor, sí, pero sigue joven con su larga barba. Sepan que disponemos de una gran selva tropical, un amplio centro de salud en el que aún anidan centenares de principios activos.

Tenemos bosques, al marqués Del Bosque y mares que nos proporcionan ingredientes beneficiosos y nuestro imprescindible balón de oxigeno. Ahora bien, la contaminación medioambiental es uno de los males de nuestra época. Todos somos responsables, especialmente los miopes y bribones líderes de un mundo que no ha funcionado nunca como debería.

La cuestión es cómo cuidarse, ingerir con equilibrio o hacer deporte para vivir del mejor modo. La mejor farmacia está en la cesta de la compra. Pero sin descuidar el botiquín de los remedios naturales. No es cuestión de dar rotundamente la espalda a la farmacopea. El Centro de Seguridad Alimentaria de la frágil UE y la Organización Mundial de la Salud, que no se ocupa plenamente de la buena salud mundial, reconocen los efectos estimulantes y calmantes de la naturopatía, aunque las investigaciones necesitan ahondar más.

La botica del PP o de la supuesta ministra de Sanidad nos recomienda ajo y agua para combatir la crisis y el catarro al mismo tiempo. Nosotros podemos recomendar a la ínclita eminencia que visite al doctor Cataplasma… o que se marche a hacer gárgaras. Con sal, claro.

Que no cunda el horror, lectores y lectoras. La situación está controlada y saldremos adelante. Debemos estar unidos para obtener la victoria total. Tranquilidad y confianza. Ésta es la única vía. Rememos hacia el mismo lado y el triunfo no se nos escapará. Una buena estrategia para el éxito, ideas claras y una batuta. Defender, atacar, salvar los obstáculos y dirigirse a la meta.

Aplaudamos con alegría las decisiones y el devenir de los acontecimientos. Griten de satisfacción y transmitamos ánimos a los que manejan el asunto. El coraje y la valentía de ellos merecen el calor de nuestras voces, nuestra entrega incondicional.

No hablo de política. Hablamos de fútbol. Ahoguemos nuestras penas, emborráchense ante el terreno de juego, piten al contrario y canten los gloriosos goles de La Roja mientras la goleada crece en la portería de la indefensa y complaciente afición. No pasa nada. ¡Arriba el balón, la Eurocopa, el señor marqués y nuestro hincha futbolístico gallego, Mariano Rajoy, el del bombo y célebre fumador de puros! Ya saben. Ajo y agua para combatir la crisis y el catarro al mismo tiempo.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos