La mentira y la falsificación son constantes en la historia. Cronistas que se inventan el pasado, intelectuales que mienten en pos de determinado interés… En definitiva, una manipulación de la historia para sacar rédito de ella. En esta sección de Regreso al Futuro ya vimos como lo hace la iglesia, los militares, los nobles… pero también lo hicieron comunidades minoritarias como fueron los judíos.

Este caso además tiene una contrapartida interesante, puesto que si nadie se atrevía a contrariar las paparruchas del poder establecido, si surgieron voces discrepantes con las fantasías hebraicas. Este cruce de argumentos es fantástico para comprender cómo se miente, como se trata de desvelar la verdad y cómo en muchas ocasiones una mentira se trata de anular con otra mentira aún mayor. Pero vayamos al meollo del asunto.

Llegado el año 1492 la expulsión de los judíos en España se vuelve realidad y, como en la mayoría de persecuciones antisemíticas, se les acusa de deicidas. Responsables por lo tanto de la sentencia de Cristo en la Jerusalén del siglo I.

judios

¿Si a los judíos se les expulsaba con una acusación falsa de deicidas… sería lícito crear otro mito con el que poder quedarse?

Pruebas en la Biblia

Sin embargo, un sabio judío, como fue Isaac ben Yehudá Abravanel, dio con la clave que les podría exculpar de tan terrible acusación ¿Y si los judíos españoles ya estuviesen en la Península Ibérica desde antes del siglo I? ¿Cómo acusarles de deicidas si nada tuvieron que ver con aquel asunto?

Las pruebas que esgrimió este intelectual estaban en la mismísima Biblia: El último capítulo del libro de Los Reyes, la Tarsis de la que habla el Antiguo Testamento, o la intención que san Pablo manifiesta en sus cartas de querer venir a Hispania a evangelizar comunidades judías eran evidencias del arcaico pasado de los sefarditas.

Hasta aquí la teoría de Isaac ben Yehudá Abravanel, a quien no le faltaba razón pues parece posible incluso la presencia de judíos en suelo ibérico desde tiempos fenicios. Pero como era de esperar… esta historia se fue deformando hasta convertirse en una verdadera fantasía de difícil freno.

Yehudá Abravanel

Yehudá Abravanel, intelectual, magnate, político, desterrado, perseguido… pocas vidas en la historia de España tuvieron la intensidad de la de este sabio judío capaz de encontrar pasados míticos de la comunidad sefardita

Puestos a especular, otro intelectual sefardita, Shelomo Ibn Verga, teorizó con la posibilidad de que los judíos habían llegado a raíz de la diáspora causada por Nabucodonosor con la destrucción del Templo de Jerusalén.

Teorías que de poco valieron pues tanto Yehudá Abravanel como Shelomo Ibn Verga fueron expulsados en 1492 con sus correligionarios. Ellos marcharon pero no así su teoría, que siguió creciendo en España.

Décadas más tarde, el hebraísta Benito Arias Montano dio por cierta la teoría añadiéndole detalles como: “Además, a los lugares vecinos de Toledo que habitaron dieron nombres de Judea, en recuerdo de sus añorados pueblos ásirios, o sea nombres que se pareciesen a ellos como Escalona, Maqueda y otros más”.

Los pueblos manchegos y Tierra Santa

El pasado mítico de los judíos sefarditas ahora discurría por los resbaladizos pero siempre rentables terrenos de la toponimia. Si los cristianos habían fabulado con el origen de sus ciudades… ¿por qué no hacerlo con poblaciones de fuerte arraigo judío?

Es entonces cuando Arias Montano y tras él el Padre Juan de Mariana admiten como cierto que numerosos pueblos manchegos son el reflejo de localidades de Tierra Santa.

Toledo con los judios

Toledo, según Arias Montano, vendría a significar linaje. Diciendo que allí se establecieron los principales representantes de las tribus judías como si de una Jerusalén ibérica se tratase

De este modo Escalona, Maqueda, Cadahalso, Nombela, Almorox, Novés, Tembleque, la Guardia y el Romeral se basarían en, Ascalon, Mazeda, Cadahalso, Chasaron, Samaría, Nove y Betbelben.

Un dislate histórico que no hay por donde cogerlo pero que con toda lógica fue sostenido por autores como Sebastián de Covarrubias (de origen judeo converso) en un intento de sofocar el antisemitismo de los siglos XVI y XVII.

Curiosamente a todo este jaleo se sumó el historiador vasco Esteban de Garibay, quien en el siglo XVII admitió la presencia ancestral de los judíos, pero no así su eximente de culpa. La razón era sencilla: el interés de Garibay era buscar una explicación bíblica al euskera pero sin contradecirse con su antisemitismo.

Esteban de Garibay

Esteban de Garibay tomo por cierta la leyenda, pero solo en parte, la parte que le interesaba

De igual manera ocurrió con Bernardo de Alderete ,quien tomó por cierto lo que le interesó y rechazó de pleno otros aspectos con una razón tan falsa como interesada, acusando a los judíos de vivir “a oscuras, descarriados y llenos de mentiras”.

Pero no acaba aquí la cosa, a finales del siglo XVII la leyenda llegó a sus últimos coletazos con farsantes como Jerónimo Román de la Higuera (también de origen converso) que vuelve a insistir en que ciertas localidades como Guadalajara tienen su origen mítico en la Biblia. Un disparate sin pies ni cabeza pero que fue admitido de buen grado, por un principio fundamental en el mundo del engaño, que las mentiras son menos mentiras cuando nos benefician.