Hoy 28 de marzo, pero del año 1798 terminaba, aparentemente, el gobierno de Manuel Godoy. Se trataba de otra de las múltiples estrategias del favorito de los reyes para perpetuarse en el gobierno.
Y es que maniobras así, demuestran que, en contra de lo que se viene diciendo, Godoy era mucho más sagaz de lo que parecía.
El método más frecuente en ese tiempo eran los presuntos motines populares, algaradas aparentemente espontáneas del pueblo llano que, como bien advirtió la genial Nieves Concostrina hace pocos días, casi siempre estaban orquestadas por los nobles de turno.
Godoy, sin embargo, tiene como mérito haber puesto freno al menos a tres de ellas.

Manuel Godoy ascendió por capricho de los reyes pero también demostró su audacia lidiando contra los nobles conspiradores
Manuel Godoy ascendió por capricho de los reyes pero también demostró su audacia lidiando contra los nobles conspiradores.

La primera conjura ocurrió en la primavera de 1794, estaba capitaneada por el conde de Teba, quien pretendía leer un manifiesto en favor de los “ricoshombres” para que estos se hiciesen con la soberanía del país.  Advertido Godoy, tomó cartas en el asunto y se reunió con la condesa de Montijo, madre del conspirador y posiblemente verdadera instigadora. Todo quedó desarticulado a cambio de no dar publicidad salvando así el honor de esta familia.
La segunda conspiración, mucho más elegante, fue llevada a cabo por el marino Alejandro Malaspina. Famoso en aquel entonces por su famosa exploración científica. Lo cierto es que Malaspina pecó de ingenuo e intentó elevar un memorial a los reyes donde exponía sus mejorías en el gobierno, entre las cuales estaba prescindir de Godoy.
 
Malaspina acabó prisionero en el castillo de San Antón, por haber conspirado contra Godoy

Malaspina acabó prisionero en el castillo de San Antón, por haber conspirado contra Godoy.

Pero Malaspina cayó en la trampa, Godoy tenía comprada a una camarera de la reina, María de Frías Pizarro, a cambio de colocar a los miembros de su familia como funcionarios del estado. Gracias a ella Godoy desbarató el plan de Malaspina.
Sin embargo, si una conspiración es fascinante, de todas las que se hicieron contra Godoy, esa es la llamada conspiración de San Blas.
Se le tituló así por ser descubierta el 3 de febrero de 1795, y sorprendentemente no fue organizada por ningún conde, ni ningún archiduque, si no por un maestro, un cirujano, un traductor, un becario, unos cuantos abogados… en definitiva la burguesía.
A la cabeza del motín estaba Juan Bautista Picornell, un pedagogo mallorquín famoso entre otras cosas por tener un hijo superdotado (el pequeño Juan Antonio Picornell que dejó pasmados a los reyes realizando un examen público en la universidad Salamanca con tres años).

Juan Bautista Picornell y Gomila pasó a la historia como el dirigente de la conspiración de San Blas

Juan Bautista Picornell y Gomila pasó a la historia como el dirigente de la conspiración de San Blas.

¿Pero qué pretendían Picornell y los suyos? ¿En qué consistía en realidad su propuesta política? Aunque a menudo se ha vinculado con la revolución francesa este movimiento tenía notables diferencias con los franceses. Su lema por ejemplo era “Libertad, igualdad y abundancia” y desde luego no pretendían quitar al rey, ni cambiar un ápice los beneficios del clero. Fundamentalmente su lucha se dirigía contra Manuel Godoy como personificación de todos los males del gobierno.
Lo interesante del caso es cuando fueron descubiertos, al matemático Sebastián Andrés se le incautó un documento de inestimable valor:  Instrucción de lo que debe ejecutar el pueblo de Madrid en este día.
Ese manual, conservado hoy día en el Archivo Histórico Nacional, pretendía alzar a los madrileños durante la Semana Santa y según palabras de la época: “muestra cómo  seducir y agavillar una porción de miserables e ignorantes, excitándolos con promesas lisonjeras, en el tiempo de la mayor necesidad y en la época que el reino se hallaba más angustiado con los adversos sucesos de la guerra, valiéndose de estas tristes pero oportunas circunstancias para conmover la multitud.”
Finalmente Picornell y los suyos acabaron condenados o viviendo en el destierro, donde la siguieron liando en la independencia de las colonias.
Por su parte Godoy no tuvo un final mucho mejor, el 19 de marzo de 1808 cayó en desgracia tras el motín de Aranjuez.
Curiosamente, ese día pilló por sorpresa en Madrid a un sencillo alférez de fragata, Manuel Esquivel y Castañeda, el cual se dio cuenta de un detalle esclarecedor que quedó plasmado en sus memorias:
“pues en semejantes jaranas, algunos llevan la palabra y los demás van como carneros para donde los llevan, con tal que no se opongan a su tema”.

Mientras “espontáneamente” en Aranjuez ocurría el famoso motín, en Madrid con la misma “improvisación” se aclamaba desde el fanatismo a Fernando VII

Mientras “espontáneamente” en Aranjuez ocurría el famoso motín, en Madrid con la misma “improvisación” se aclamaba desde el fanatismo a Fernando VII.