¿Son septiembre, octubre, noviembre y diciembre, los meses séptimo, octavo, noveno y décimo de un viejo calendario? ¿Fue la hora sexta en la que los romanos tenían la sobremesa la que dio nombre a nuestra siesta? ¿Hasta que edad dura la infancia? Estas y muchas más cuestiones son desveladas en la magnífica exposición 'Tempus fugit' que podemos disfrutar en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.
A pocos días del cambio de hora nos ocupamos de una obsesión que ha marcado la historia de la humanidad. Contabilizar el tiempo. Relojes de todo tipo, calendarios, estaciones y demás ajustes cronológicos han servido para que la ciencia avance, pero también para que políticos y sacerdotes de todo tiempo y de todo clero se aprovechen de las fechas.

Exposición Tempus Fugit en Mérida

Controlar el tiempo ha sido un afán constante en la historia de la humanidad. Mérida nos lo demuestra con su exposición 'Tempus Fugit'

La religiones se apropiaron de los calendarios para marcar los años 1, con la fundación de Roma, el nacimiento de Cristo o la migración de Mahoma… Los políticos, por su parte, no se quedaron atrás y el caso más evidente lo vemos en los meses de julio y agosto donde dejaron huella los líderes romanos, y aunque no lo consiguieron, septiembre, octubre y abril, estuvieron a punto de haberse llamado germánico, domiciano y nerón.
Una de las mejores historias sobre relojes en el mundo antiguo nos la ofrece el autor romano Varrón cuando detalla lo ocurrido en la primera guerra púnica. La situación era la siguiente: Al cónsul Manio Valerio Máximo Mesala se le encomendó la difícil tarea de sojuzgar Sicilia, finalmente y haciendo uso de su pericia militar Mesala logró dominar la isla y ya de paso amasar un importante botín en el que se encontraba un objeto muy apreciado por los romanos. El reloj solar de Catania.

Aunque ya existían relojes en Egipto y Mesopotamia autores como Plinio atribuyen a Anaxímenes de Mileto la paternidad del “skiothériós”, es decir, el reloj de sol

Aunque ya existían relojes en Egipto y Mesopotamia autores como Plinio atribuyen a Anaxímenes de Mileto la paternidad del “skiothériós”, es decir, el reloj de sol.

Por fin, Roma gozaría de su horologium (término del que viene la palabra reloj y que literalmente significa “cuenta horas”) podría así organizar los horarios de la ciudad al haberse colocado en la plaza pública, sin embargo, no fue así. Aquel artificio que con tanta exactitud marcaba las horas en Sicilia parecía haberse vuelto loco en Roma. ¿Qué demonios estaba pasando?
Hoy día la respuesta es sencilla pero entonces costó descubrirla, el reloj se había colocado en una latitud distinta desbaratando por completo su funcionamiento, de este modo estuvo prácticamente un siglo dando mal la hora pero sirviendo de aliciente para nuevos inventores, pues aunque se creó el fastuoso reloj solar de Augusto surgieron nuevas dudas.

 

Reloj solar de Baelio Claudia actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.

Reloj solar de Baelio Claudia actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.

¿Cómo saber la hora un día nublado? ¿Y los cambios de turnos en una mina? A estas preguntas se le sumó otra no menos simple. ¿Cómo obtenía la hora un viajero?
Esta última cuestión tiene su respuesta en la ya citada exposición del museo de Mérida donde se expone una pieza realmente singular. Se trata de un disco de bronce ligeramente cóncavo datado en el siglo III y encontrado en las cercanías de Mérida. En su borde pueden leerse una serie de nombres como Bética, Lusitania, Italia, Moesia… en definitiva 17 provincias romanas.
Lo fascinante de este, aparentemente, sencillo disco es que permite saber a su portador en qué latitud está y donde se encuentra el mediodía solar.

Vitrubio ya hablaba de relojes portátiles

Vitrubio ya hablaba de relojes portátiles. ¿Sería este disco hallado en Mérida uno de ellos?