El apego a lo material es de todo tiempo y de todo lugar, el fenómeno fan, el fetichismo y por supuesto las reliquias son comunes a ateos y creyentes o cristianos y budistas. También las reliquias fueron cruciales para los políticos (Felipe III y Felipe IV se encomendaron a las reliquias de San Isidro durante su lecho de muerte e Isabel la Católica imploró ante la tumba de San Juan Ortega ayuda para sus embarazos).

El apego a los objetos no sólo obedece a lo religioso

El apego a los objetos no sólo obedece a lo religioso, también en mundos como la tauromaquia hay objetos de culto coo el traje de luces con el que murió Manolete. 

Por eso muchos de estos objetos suponían un inmenso poder, fácilmente traducible en pingües beneficios y privilegios, provocando que las ciudades enteras se peleasen por ellos. Lo curioso es que en bastantes ocasiones los objetos venerados como piezas sagradas no son otra cosa que puros vestigios arqueológicos. Veamos pues qué sentido tiene lo que se ha venido a llamar 'Arqueología Sacralizada'.

Las Conchas de Santiago

Desde la más remota antigüedad, el hombre ha venerado objetos extraordinarios, piezas que por su peculiar naturaleza se escapaban a sus conocimientos. Hoy muchas de ellas nos parecen risibles pero en su día era lógico que tuviesen un valor muy especial, pues si no era a través del prodigio ¿cómo explicar la caída un meteórico o los propios fósiles? Los pseudopecten aequivalvis pasaron de ser conchas del jurásico a transformarse en las vieiras que el apóstol Santiago perdió en una sus múltiples apariciones en tierras hispanas. Eran en realidad conchas que la aparición mágica del apóstol Santiago había ido perdiendo al ir vestido de peregrino sobre su blanco caballo.

Por citar algunos lugares de España donde se denominaba 'Conchas de Santiago' a los fósiles, podemos mencionar El Cubillo (Cuenca) y Anchuela del Campo (Guadalajara), de hecho en este último pueblo existe un río llamado Concha que quizás tenga su origen en tan singulares bivalvos prehistóricos.

Cómo no interpretar los fósiles como objetos sobrenaturales

¿Cómo no interpretar los fósiles como objetos sobrenaturales en pleno medievo?

Fósiles y reliquias

Otras veces la explicación de los fósiles se buscaba en los gigantes pues no había otra forma de entender los huesos de grandes vertebrados que se encontraron, por ejemplo en 1554 excavando en la ermita de San Jorge (Huesca). Aquella inmensa osamenta lejos de ser desechada se enterró en el interior del templo donde se supone que seguirán en nuestros días.

No es por tanto de extrañar, que no pocas reliquias atribuidas a San Cristóbal (que además de santo fue gigante) sean en realidad restos fósiles de la mega fauna prehistórica.

Si las historias de algunos santos implican creer en gigantes, sátiros y demás fauna fantástica no menos dudas presentan otros personajes del santoral de los que a pesar de no haber registro histórico hasta muchos siglos después de su muerte sus restos mortales se localizan sin duda ninguna provocando la lógica pregunta… ¿a quién pertenecían esos restos?

Ermitas como la de San Saturio (Soria), enclavada sobre una gruta habitada seguramente desde la prehistoria, hace pensar que los huesos allí encontrados perteneciesen a un yacimiento de la edad del bronce, más que a un santo medieval cuya historia se pierde en la bruma de las leyendas.

Otro claro ejemplo de huesos sin nombre son las reliquias jienenses de San Bonoso y Maximiano encontradas el 14 de octubre de 1628 en las inmediaciones del alcázar de Arjona (Jaén) junto con otra multitud de restos humanos, entre ellos dos cráneos claveteados que rápidamente fueron entendidos como reliquias de santos martirizados, sin caer en la cuenta las muchas conexiones que tienen con el mundo ibérico.

Otros ejemplos de cabezas atravesadas por un clavo lo encontramos en reliquias como las de Santa Engracia (Zaragoza), pero también en piezas puramente arqueológicas como los cráneos ibéricos de Ullastret (Gerona).

Cráneos claveteados como los encontrados en Ullastrech

Cráneos claveteados como los encontrados en Ullastrech pudieron ser fácilmente confundibles con reliquias de márttires. 

Altares y aras

Con este panorama cabe plantearse si todo fue fruto del inocente error o hubo casos premeditados para dar el cambiazo de un culto a otro. La respuesta nos la ofrece San Pedro Crisólogo, arzobispo de Rávena que allá por el siglo V decía:

Donde (resuena) la voz de un discípulo mío se derrumban los templos, huyen los ídolos, se

destruyen las aras, se extinguen las luces, huye todo el poder de los demonios con

sus antiguos y aletargados tronos en lamentos, temor y gemidos; se cambian en

iglesias los templos, se convierten en altares las aras…”

De este modo en España nos encontramos con altares construidos sobre aras romanas como el caso de Torreblacos (Soria), cuya inscripción es aún legible dando a entender que se trataba de un ara donada por Preiecta a los dioses manes, en honor a su hijo Flavinus, fallecido a los treinta años de edad.

En Santa Eufemia de Ambía (Ourense) podemos observar otra ara ofrecida en este caso a las ninfas, reutilizada posteriormente como pedestal a la imagen de la santa.

En otras ocasiones las inscripciones fueron intencionadamente borradas aunque manteniendo la sacralidad del ara al preservar el loculus u hornacina donde se suponía que residía el poder sagrado del objeto. En la pedanía toledana de Arisgotas nos encontramos una de estas aras borradas, cuyo loculus cumple hoy día la función de pila del agua bendita.

Aras dedicadas a las ninfas como ésta, acabaron en templos cristianos como la iglesia de Santa Eufemia de Ambia

Aras dedicadas a las ninfas como ésta, acabaron en templos cristianos como la iglesia de Santa Eufemia de Ambía. 
La solución más efectiva era llegar a una especie de pacto, los objetos sagrados no se destruían del todo, pero a cambio se atribuían a santos en vez de a dioses paganos. De este modo las cazoletas rupestres pasaron a ser marcas que dejaban las rodillas de santos, como San Justo y Pastor en Alcalá de Henares (Madrid) o votes que daba la cabeza de Santa Mariña una vez decapitada en Augas Santas (Orense).

Un pacto que ahora dificulta la tarea de qué hacer con dichas piezas, si seguirlas venerando en las iglesias o depositarlas en las vitrinas de un museo.