Todas las encuestas electorales publicadas coinciden en vaticinar un triunfo claro de las candidaturas del PSOE encabezadas por Pedro Sánchez, así como en la existencia de un porcentaje muy elevado de votantes indecisos. Según los expertos demoscópicos se trata de unos porcentajes mucho más altos que en anteriores convocatorias electorales. 

Los mismos expertos aseveran que esta indecisión tan alta del electorado se debe fundamentalmente a dos motivos: en primer lugar, a la confirmación del paso de un espectro político basado en un bipartidismo casi perfecto a otro pentapartidista, con diversas correcciones territoriales, y en segundo lugar a la gran volatilidad del voto, que al parecer es una tendencia creciente y que tuvo su mayor expresión en las todavía recientes elecciones autonómicas andauzas. Me permito añadir otro posible motivo de esta tan elevada indecisión entre los votantes: el desconcierto provocado en gran parte de la ciudadanía convocada a las urnas ante la extraordinaria radicalización y la profunda crispación verbal de gran parte de los candidatos.

Se ha dicho siempre que en España las elecciones suelen ganarse en el centro. Cada vez es más evidente que el espacio centrista está ahora poco menos que huérfano. Lo está sobre todo en gran número de circunscripciones electorales en las que se enfrentan solo las cinco principales candidaturas -PSOE, PP, UP, Cs y Vox-, y lo está también en las cuatro circunscripciones catalanas, en las que concurren también ERC y JxCat. 

En todos estos casos los sondeos conocidos constatan que el espacio del centro sigue siendo muy amplio pero se han alejado de él PP y Cs, en ambos casos con la clara intención de reducir la fuga de sus votantes hacia las posiciones de ultraderecha de Vox, y en Catalunya sucede algo muy similar con ERC y sobre todo con JxCat, como es obvio a causa de su reiterada radicalización en la vía unilateralista a la independencia. A pesar de sus notorios intentos de mayor moderación, UP no entra ni puede entrar en la disputa por el espacio centrista. Ni que decir tiene que Vox no está ni estará nunca por esta labor.

Todo ello lleva de modo inevitable a una conclusión: tan solo el PSOE y el PNV pueden ocupar el enorme vacío causado por la deserción de unos y otros de este gran espacio de centro. Cada partido a su modo y manera, PSOE y PNV se encuentran con un terreno amplísimo por ocupar, cada uno de ellos desde su propia definición: el centro-izquierda federalizante en el caso del PSOE, el centro-derecha del nacionalismo moderado en el caso del PNV. De ahí que ambos partidos aparezcan, con previsiones positivas coincidentes al menos hasta ahora, como partidos que pueden salir muy beneficiados con el veredicto de las urnas del próximo 28-A. En el caso del PSOE, con un triunfo mucho más claro de lo que era previsible hace solo unos pocos meses, y en el del PNV como mínimo con el mantenimiento de su ya ahora decisiva representación parlamentaria.

El desconcierto de gran parte del potencialmente votante centrista y moderado es lógico. Lo es en el conjunto de España, a causa del viraje radical hacia la derecha tanto del PP como de Cs. Y lo es en concreto y de forma muy especial en Catalunya, donde existe un amplísimo vacío en el sector del catalanismo político moderado y reformista, aquel que desde posiciones de centro-derecha representó durante tantos años CiU y que ahora anda tan desconcertado como desalentado después de estos siete interminables años del tan fallido “procés”. La gran mayoría de estos potenciales votantes centristas y moderados no tienen hoy otra posibilidad racional que votar PSOE o PSC, y en el País Vasco pueden hacerlo también por el PNV.