Primer cara a cara del año electoral y el presidente del Gobierno ya ha mostrado sus cartas. Pedro Sánchez ha anunciado una subida del Salario Mínimo Interprofesional del 8% hasta los 1.080 euros brutos en 14 pagas. El líder del Ejecutivo ha hecho del poder adquisitivo de la mayoría social el eje vertebrador de su comparecencia ante el Senado, donde se ha medido al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Sánchez ha desmontado los torticeros argumentos de las derechas que atribuyen los males endémicos de la economía española a la inmigración, a los excesivos impuestos que sustentan el Estado y la transición ecológica. Y no solo ha disparado contra PP, Vox y Ciudadanos, también ha hecho lo propio contra las grandes empresas que engrosan sus beneficios sin distribuir la riqueza generada entre los trabajadores.

El objeto de su comparecencia era explicar el último paquete de medidas anticrisis, pero Sánchez la ha despachado rápidamente recordando que ya se han movilizado 45.000 millones de euros en seis reales decretos que han servido para contener la inflación hasta situarla en la más baja de toda la eurozona. Huyendo del triunfalismo, pero alejándose de igual forma del catastrofismo, ha abundado en que su receta económica ha sido tan ambiciosa como efectiva. “Me comprometí a dejarnos la piel y sí, tenemos una inflación alta, pero España está sorteando la crisis mejor que los países de nuestro entorno”, ha aseverado, cargando contra “los profetas del apocalipsis” que no confiaron en las decisiones adoptadas.

Hechas las presentaciones, Sánchez ha impuesto un nuevo marco que desde la bancada socialista han celebrado. “Esto, Feijóo no se lo esperaba. Está repasando sus folios porque no le han escrito un discurso sobre esto”, se congratula un senador socialista ante el anuncio del SMI. El presidente ha comunicado la decisión tras criticar el desacertado diagnóstico de las derechas, que responsabilizan a la inmigración, a los impuestos y a la transición energética de la pérdida de poder adquisitivo de la ciudadanía: “Se habla de Estado sobredimensionado que exprime a la población con muchos impuestos, los más altos de Europa. Hablan también de inmigrantes que roban empleos y hacen que bajen los sueldos. Y la transición ecológica, que dicen que dispara el precio de la energía. Estos tres culpables y, por supuesto, el señor Sánchez, son la causa y consecuencia de todos los males, como lo fueron Zapatero, Felipe González y cualquier líder progresista que haya osado a gobernar este país en lugar de la derecha”.

“El problema no empezó el año pasado”, ha aterrizado Sánchez nuevamente en el plano de la tozuda realidad. “Los salarios reales llevan cayendo más de una década, los precios han subido un 17% y los salarios, un 10%. Esta simetría ha sido especialmente sangrante”, ha esgrimido. Unas palabras que no han sido sino la antesala de un par de cartuchos disparados contra las grandes empresas. “Aumentan beneficios, suben los bonus de sus accionistas, pero no suben los salarios. ¿Esta situación es justa? Si una empresa gana 600 millones de euros al año, ¿por qué esa ganancia va a parar a unos pocos?”.

Para aliviar tamaña desigualdad, Sánchez ha anunciado el incremento del Salario Mínimo, que no será óbice para no acometer los cambios estructurales necesarios para “modernizar el tejido productivo y reindustrializar” el país.

La cruda cara B de la hilaridad

En su comparecencia de la pasada semana ante el Congreso, Sánchez ironizó con que las derechas habían comprado el conspiranóico discurso del “plan oculto” del Gobierno socialcomunista, Cuca Gamarra, portavoz parlamentaria del Grupo Popular, no pudo evitar reírse y, ante la exitosa acogida que tuvieron sus referencias, el presidente ha vuelto a percutir sobre la misma arista, aunque con un tono mucho más solemne. Ha señalado que ese “plan antipatriótico no existe” y los que hablan de él solo generan hilaridad. “Lo que sí existe es un plan para socavar el Estado de bienestar diseñado por ciertas élites económicas con el objetivo de obtener beneficio y ejecutado por las derechas”. Una maniobra hilvanada para adelgazar los servicios públicos y que las clases medias tengan que pasarse a la educación, a la sanidad, al transporte y a las pensiones privadas. “El empobrecimiento de la mayoría para el enriquecimiento de la minoría”, ha aquejado, justificando que, evidentemente, “este plan no se presenta así, sino que se enmascara con el disfraz de la bajada de impuestos”.

La oportunidad perdida de Feijóo

Al líder del Partido Popular le ha pillado el anuncio sobre el SMI a contrapié y poco ha podido comentar, más allá de sugerirle que lo acometa en el marco de un pacto de rentas y de bromear con Nadia Calviño por “quedarse sin rueda de prensa” para apuntarse el tanto. Feijóo ha comenzado achicando aguas ante la ofensiva de Sánchez a su plan para minar el Estado de bienestar. “Decir aquí que los colegios están descuidados… ¿Para qué tenemos una ministra de Educación? Para que insulte a políticos, por cierto, con muy mala educación”, se ha respondido a sí mismo. De igual forma, se ha dirigido hacia Carolina Darias. A juicio del gallego, desvelar las costuras de la sanidad pública madrileña “es una falta de respeto” al sistema autonómico. “¿Para qué está el Ministerio de Sanidad además de para presentarse a las elecciones en Canarias?”, ha incidido, remachando: “De las 17 comunidades autónomas, ustedes gobiernan en 13. ¿Quiere decirse que los presidentes socialistas están dinamitando el Estado de bienestar?”.

Feijóo se ha entretenido en criticar que la intervención de Sánchez sobre la economía española, el SMI y la redistribución de la riqueza “rezuma populismo”. Acto seguido, se ha agarrado al dato candente de la semana: “España es el último país en recuperar el nivel de PIB anterior a la pandemia”. Es el último resquicio, el reducto al que se agarra Génova, que ya no tiene la inflación como ariete con el que atacar al Gobierno.

La ironía ha atravesado todo el discurso de Sánchez y Feijóo se ha ataviado con los mismos ropajes para sumergirse en un terreno nada favorable a sus intereses: el perfil internacional del presidente. “Dice que le paran en Davos, en la UE y en el mundo para preguntarle por el milagro español. Admiran sus recetas. Si el discurso fuese cierto, la UE sería la única clase en la que todos los alumnos copian al último”.

Resuelto el apartado económico, Feijóo ha cogido el hueso de la reforma de la ley del solo sí es sí, pero no ha hincado el diente como se esperaba. Podría haber hecho más de un leño del árbol caído por el pulso que mantiene el ala socialista con los morados sobre si modificarla y cómo. Sin embargo, se ha limitado a urgir a una rectificación inmediata porque “un gobierno puede equivocarse, es de humanos”, pero en este caso, Feijóo atribuye el error a “su falta de sensibilidad” y su inoperancia como presidente que no controla a los ministros que no son de su partido.

Mordida de tiburón

El presidente ha desbaratado la verborrea del líder de la oposición zarandeándole con varios de sus grandes hits de los últimos meses: que el PP no cumple la Constitución por bloquear la renovación del CGPJ, que su propuesta de que gobierne la lista más votada no tuvo buena acogida ni entre sus parroquianos, y que quien insulta es él. Pero Sánchez ha optado por un nuevo formato, fresco, para sacudirse las críticas. Ante las acusaciones del gallego de que su Ejecutivo es “mediocre”, ha bromeado con que Calviño debiera dejar su puesto a Rodrigo Rato, Eduardo Zaplana sustituiría a Yolanda Díaz y Jaume Matas a Teresa Ribera. Ese sería el Consejo de Ministros “honrado” de Feijóo, según Sánchez.

El Senado ha vuelto a convertirse este martes en un ring con dos púgiles que han trascendido con creces el objeto de la comparecencia. Sánchez y Feijóo se han dedicado un gazpacho de reproches de todo tipo y color, un intercambio de golpes en el que el líder de la oposición ha vuelto a salir derrotado. Los argumentos económicos han armado a un Sánchez que, además, ha dado un golpe de efecto en el inicio del año electoral anunciado la subida del Salario Mínimo mientras Feijóo no ha terminado de hincar el diente ni colocar grandes o elocuentes alocuciones. De hecho, únicamente se ha ganado el interés de la prensa cuando ha aseverado que Sánchez “ha cesado a 40 ministros”. Y el interés generado no era sino fruto de la inconsistencia de su afirmación.