Dos semanas nos separan de una nueva contienda electoral. Una cita con las urnas llena de incógnitas: el desapego con las instituciones hace presagiar una participación menor que la del 28 de abril, la llegada de nuevos actores puede restar escaños a diferentes partidos y los asesores desempolvan sus calculadoras para conocer cómo actuará D’Hont en las circunscripciones en las que la batalla es cuestión de un puñado de votos.

Cálculo interno que se deduce, principalmente, en base a los diferentes estudios demoscópicos que inundan la actualidad informativa. Nadie creía a José Félix Tezanos hasta que acertó. El CIS era una herramienta de propaganda socialista hasta que el puño y la rosa casi cuesta al Partido Popular la venta de Génova.

Ahora los azules respiran y es Ciudadanos quien contiene el aliento. Las encuestas marcan una caída sin parangón, haciendo factible que los de Rivera se sitúen por debajo de las elecciones de 2016. Su batalla fratricida con el PP por liderar el bloque de la derecha los hizo apartarse del supuesto centrismo que anteriormente abanderaban.

A pesar de ello, hace seis meses 57 fueron los diputados que desfilaron por la Carrera de San Jerónimo para recoger su acta. El mejor resultado de su historia, para crecimiento personal del sector oficialista y de un Albert Rivera que se vio como el líder que había hecho posible pasar del ostracismo parlamentario a ocupar la tercera plaza y pisar los talones a los de Pablo Casado.

Si aquel revés casi cuesta la cabeza del líder popular, ahora el que se somete a una reválida interna es Albert Rivera. Sus pactos con Vox -escondidos entre paja argumental- y su negativa a escuchar a aquellos que apostaban por dialogar con Pedro Sánchez hizo que Ciudadanos, un partido donde hasta el momento los trapos sucios se habían barrido en casa, se convirtiera en un auténtico polvorín. Dimisiones en cadena, declaraciones cruzadas e incluso fundadores y padres políticos de Albert Rivera cuestionando las aptitudes del mandamás de Alcalá 253.

Ahora, los que han sido silenciados sistemáticamente (censurados en grupos internos, amenazados con la expulsión y estigmatizados por una cúpula cribada y hecha a medida) amenazan con rebelarse. La Ejecutiva creció y la militancia se redujo. Ahora, el cabecilla de los vencedores se ve a las puertas del plebiscito de los vencidos.

El oficialismo asume que el resultado será negativo y empieza a especular con la salida de Albert Rivera. Unas elecciones que se juegan en clave interna y dejan tres escenarios en el horizonte.

La dirigente de Ciudadanos, Inés Arrimadas

Un cambio para que todo siga igual

Fuentes internas del partido informan a ElPlural.com de que el cambio natural empieza a ponerse sobre la mesa. Curtida frente al nacionalismo catalán, Inés Arrimadas asumió las responsabilidades encomendadas por Rivera cuando el panorama nacional empezó a primar en los intereses naranjas. Ahora, la portavoz empieza a sonar con fuerza en las quinielas.

Es la favorita por el sector oficialista. Saben que si otra vía triunfa se pondrán sobre el candelero nombres propios, guardianes de las esencias del riverismo, fichajes estratégicos que son la viva imagen de una estrategia pésima.

Toni Roldán durante una rueda de prensa en el Congreso de los Diputados. Europa Press

Reformismo contestatario

La defenestración de Manuel Valls prendió la mecha. Tras él fueron muchos los que dimitieron y los que fueron expulsados, pero ninguno consiguió que su relato fuera tan escuchado como Toni Roldán.

El otrora líder económico de los naranjas se impuso, a golpe de click y frente a las cámaras, a escasos pasos de sus antiguos compañeros. “No me voy porque yo haya cambiado, me voy porque ha cambiado Ciudadanos. La política no es un supermercado”, sentenció, armándose como portavoz de todos los que advertían de que la deriva de Ciudadanos era proporcional a sus firmas y fotos con Vox.

En su defensa salió Luis Garicano, líder de la formación en Europa: “Hace cuatro años convencí a Roldán para que se enrolara en esta aventura. Nadie ha trabajado más, nadie ha sido más leal al proyecto, nadie ha hecho más por conseguir políticas reformistas y regeneradoras para España. Gracias por todo, Toni. Seguiré luchando por esas ideas”.

Garicano y Roldán o viceversa. El primero suena como líder de la oposición, cabecilla del reformismo. Pero el segundo no está descartado, sigue militando y cuenta con los requisitos internos necesarios para dar un paso adelante. Una moción de censura a Rivera desde el sillón de al lado o desde el atril de enfrente.

Un outsider con el que recuperar la ilusión

Desde la sombra y sin hacer ruido. Alguien que no ocupe la primera plana y se atreva a medirse con un aparato partido. Si el resultado es demasiado negativo y nadie consigue depurar sus responsabilidades, el partido no descarta que alguien más se sume a la fiesta. Un perfil renovado, que sea capaz de cribar lo mejor de uno y otro movimiento.