Ignoro en qué terminará el enorme quilombo surgido de las elecciones del 20D. Lo único que sé, porque lo percibo, es que el pueblo, especialmente el llano, está hasta el gorro y se lo toma con el ingenio y la chacota propia que los españoles se toman ancestralmente este tipo de avatares de su clase política.

Un mal asunto este. Lo único que les queda claro a los observadores internacionales, incluido el corresponsal en España del “The New York Times”, Raphael Minder, es que las gentes de este país están muy por encima de su clase dirigente. Tampoco hace falta ser del NYT para terminar en esa conclusión.

Del PP y del PSOE

Mariano Rajoy no puede continuar de presidente del gobierno sencillamente porque tiene 123 escaños y nadie a su alrededor. Pedro Sánchez tampoco ha podido porque sólo le secunda Ciudadanos y no suman. Podemos no puede subirse a ese carro porque considera que los compañeros de Albert Rivera son gente neoliberal que obedece a los del IBEX35 y se trata, al fin y a la postre, de una derecha “hacendada” y maquillada.

El jefe del PSOE tampoco puede concluir nada con el resto de las fuerzas secesionistas porque su Comité Federal le marcó unas líneas rojas que no se pueden traspasar y, además, resultaría letal para España y su unidad nacional. Paralelamente, no puede ni siquiera acercarse al PP porque también sería su defunción cuasi absoluta.

Elecciones

Entonces, ¿qué tenemos aquí? Tenemos una situación completamente insalvable en la que la única solución pasa por consultar de nuevo a los electores. No hay otra. Desde mi modesto punto de vista harían bien estos dirigentes –abrasados cada uno por razones distintas-en intentar acortar los plazos constitucionales al efecto y clamar aquello de “habla, pueblo, habla”. Como hace cuarenta años.

Ignoro también si el abrazo entre Sánchez y Rivera –mucho más profundo y entusiasta del que podríamos deducir hasta hace unos días-beneficiará a CD`S ó si por el contrario hará que devuelva casi dos millones de votos que pescó en los caladeros del Partido Popular. Tampoco sé si la doblemente fallida investidura del secretario general del Partido Socialista le permitirá optar a una tercera ocasión o simplemente sus compañeros de fila pagarán un billete en el AVE a la lideresa andaluza.

Lo único que me consta es que desde Bruselas, que son los que prestan el dinero, exigen más recortes y más seriedad.

Lo de Pablo Iglesias y sus “shows” divertidos queda para otra ocasión.