El expresidente de los EEUU y principal favorito según los sondeos a recuperar la Casa Blanca en las próximas elecciones, Donald Trump, se declaró no culpable de los 37 cargos federales que se le imputan por la extracción de documentos clasificados encontrados en su residencia de Mar-a-Lago. Acusado de revelación de secretos y obstrucción de la justicia, esta imputación, la segunda tras la de Nueva York por el caso Stormy Daniels -donde se le acusó de pagar dinero negro para silenciar una aventura extramatrimonial-, todos los ojos estaban puestos en el candidato republicano que, fiel a su estilo, y con una legión de seguidores que no hace más que brindar su apoyo en masa tras cada golpe judicial recibido, insistió en denunciar una persecución indiscriminada en su contra y asegurar que, de llegar a la Casa Blanca, nombraría a un fiscal especializado para perseguir todas las andanzas de la administración Biden: “Tengo todo el derecho a tener esos documentos”, se limitó a señalar.

Al más puro estilo Silvio Berlusconi, predecesor y padre del populismo político en las últimas décadas, el magnate norteamericano habló de “abuso de poder” y “persecución” judicial. Además, no dudó en calificar de corrupción todo el proceso en su contra, defendiendo su derecho a guardarse material clasificado. "Un presidente en funciones corrupto ha hecho arrestar a su principal oponente político por cargos falsos y fabricados, de los cuales él y muchos otros presidentes serían culpables, justo en medio de una elección presidencial en la que está perdiendo por mucho", declaraba el expresidente en un mitin ante sus seguidores.

"Biden será recordado no solo como el presidente más corrupto de Estados Unidos, sino que será también recordado por intentar destruir la democracia junto a una banda de matones, inadaptados y marxistas", apostillaba, para acabar, poco después, comparándose con sus rivales. "Hillary Clinton violó la ley y no fue acusada. Joe Biden violó la ley, y lo estamos descubriendo de muchas otras maneras, y hasta ahora no ha sido acusado. Hice todo bien y me acusaron", sentenciaba.

Poco después de su intervención tras salir de los juzgados de Miami, llegó la hora de darse un baño de masas. El lugar escogido no fue otro que la calle 8, símbolo del exilio cubano y uno de los gérmenes del trumpismo. Trump, que cumplía 77 años este martes, fue recibido con aplausos, ovaciones y música caribeña.

Sabedor de que las cámaras estaban rodeándole y que cada uno de sus movimientos se observaría con lupa, se fotografió con sus seguidores, dio apretones de mano y posó visiblemente contento y abstraído de la imputación, la segunda en poco más de un mes, que se ciernes sobre sus hombros. Esta segunda vía judicial, en la que se le atribuyen más de una treintena de cargos penales federales, es judicialmente mucho más importante y dura que la primera, la de Nueva York, más escabrosa por el uso de dinero opaco para silenciar un affair con la estrella del porno Stephanie Clifford -popularmente conocida como 'Stormy Daniels’- cuando ya estaba casado con Melania y al poco de nacer, según el relato de la amante, su hijo Barron Trump.

No obstante, Trump, que hasta hace meses no aparecía entre los favoritos a revalidar la Casa Blanca y era discutido por pesos pesados de su propio partido -como el gobernador de Florida, Ron de Santis-, volvió a hacer de la necesidad virtud. Experto en capear el temporal, el magnate no dudó en utilizar nuevamente la carta del victimismo y pedir donativos para superar este proceso y armar su carrera electoral. Duro, directo, provocador. El Trump más Trump crece sorprendentemente en las encuestas con cada piedra en su camino: actualmente, según el promedio de las grandes encuestadoras norteamericanas, el expresidente parte 8,2 puntos por encima de su principal competidor -de Santis. Además, más del 60% de los ciudadanos norteamericanos admiten que estas imputaciones no harán que cambie su percepción sobre Donald Trump -el 80% cree que la justicia está politizada-.

"Ha sido un maravilloso cumpleaños”.