Pakistán se encuentra sumido en unos días para nada fáciles. El primer ministro del país, Imran Khan, ha sido destituido de su cargo y de sus funciones a causa de una moción de censura, siendo la primera vez que se cesa a un gobernante pakistaní mediante ese procedimiento. La asamblea, muy polarizada, ha votado a favor del cese de Khan, con 174 votos a favor de los 342 que conforman el Parlamento, consiguiendo así la mayoría sin mucha holgura.

Imran Khan es desde 1997 el presidente del PTI (Movimiento por la Justicia de Pakistán), un partido ubicado en la centroderecha del espectro político y enmarcado en la corriente de la democracia islámica. El siglo XXI ha sido muy tempestuoso para este país, en tanto que ha tenido lugar en él un amplio número de sucesos relevantes a nivel geopolítico.

En 1999, Pervez Musharraf y la escisión quaid de la Liga Musulmana de Pakistán perpetuaban un golpe de Estado que lo encumbraría al poder como dictador y jefe del ejército en el año 2001. Más adelante, en 2007, el propio Musharraf convocaría el estado de emergencia ante la inestabilidad político-judicial del país, ya que el Tribunal Supremo se encontraba investigando la validez de su reelección a la presidencia debido a los fallos democráticos con los que contaba Pakistán.

Momentos complicados en el cambio de siglo

Dicho estado de emergencia duraría 46 días y finalizaría el 14 de diciembre de 2007. Menos de dos semanas después, el 27 de diciembre, la principal lideresa de la oposición, Benazir Bhutto, socialdemócrata, laica y cuyo partido (Partido Popular de Pakistán) se encontraba afiliado a la Internacional Socialista, fue asesinada. Este crimen desató el caos en el país sudasiático, provocando numerosos disturbios civiles y siendo señalado como una intolerable represión de la disidencia política a la dictadura. Esto puso el foco internacional sobre Musharraf y su gobierno, quienes se lavaron las manos y achacaron el acto a Al Qaeda en una maniobra antisocialista.

El asesinato de Bhutto llegó en un momento convulso, con el estado de emergencia recién levantado y con unas elecciones a la vuelta de la esquina. Como consecuencia a lo ocurrido y a la inestabilidad general del país, se pospusieron por más de un mes. Con el objetivo de moderar su imagen tras las graves acusaciones de asesinato y un mandato marcado por el autoritarismo, Musharraf prometió que las elecciones serían transparentes y que, si perdía, asumiría su derrota. Así fue: el PPP se proclamaría vencedor y Musharraf se comprometería a cooperar con el nuevo Parlamento. Sin embargo, algunos partidos, entre los que se encontraba el PTI de Imran Khan, presentaron un boicot a los resultados, alegando no reconocer la victoria electoral del partido de centroizquierda.

El gobierno del PPP solo duraría una legislatura, hasta 2013, cuando la Liga Musulmana de Pakistán, dirigida por Nawaz Sharif (que ya fue primer ministro del país antes de ser derrocado por el golpe de Estado del escindido Musharraf) obtendría el triunfo electoral, recuperando la relevancia política e institucional que le fue arrebatada en 1999. La alegría tampoco duraría mucho para Sharif, quien fue condenado a prisión por corrupción y tuvo que abandonar su cargo en 2017. Esto sentaba las bases de dos cosas: en primer lugar, de la necesidad de celebrar unas nuevas elecciones, y en segundo lugar, de la urgencia del desarrollo de una clase política que no estuviera marcada por la corrupción.

El ascenso y caída de Khan

Así, en 2018, Imran Khan saldría elegido vencedor en las votaciones con un 31% de los votos, proclamándose primer ministro de Pakistán tras una larga y lenta carrera política con muchos altibajos: una popularidad muy baja en los inicios del partido, el sufrimiento de estar en la oposición ante la dictadura de Musharraf, la vuelta al escenario como tercera fuerza en 2013 y, finalmente, el salto al poder de 2018. Sin embargo, la situación socioeconómica y étnico-cultural del país no se ha visto mejorada sustancialmente en la legislatura del PTI, llegando a alcanzar cuotas de inflación muy elevadas, de las que Khan ha sido señalado como responsable principal. Por otro lado, la pérdida de reputación del primer ministro ante el ejército y el fundamentalismo islámico y el deterioro de las relaciones con Estados Unidos han debilitado también su figura. Ante este descontento, fue propuesta la moción de censura que ha terminado por sacarle del poder y que ha concluido con su mandato.

¿Qué se puede esperar del Parlamento pakistaní en los meses venideros? Con el cargo de primer ministro vacante, todo apunta a que será el líder de la oposición y actual presidente de la Liga Musulmana de Pakistán, Shehbaz Sharif, quien ocupe el cargo. Sin embargo, el clima de inestabilidad puede perdurar durante más tiempo: los altos mandatarios que han renunciado a sus cargos ante la inestabilidad política y militar existente han recibido una orden de la Corte Suprema que les impide salir del país sin un permiso específico. En el seno del Gobierno pakistaní se ha aludido a una incentivación de la inestabilidad del país por parte de Estados Unidos.

El expresidente de la Asamblea Nacional, Ayaz Sadiq, declaró que era partidario de continuar la actividad política con normalidad e indicó que “no podía participar en una conspiración extranjera para expulsar al primer ministro”. Paralelamente a esas declaraciones, la ministra de Derechos Humanos, Shireen Mazari, señaló también a Estados Unidos como parte involucrada en la destitución de Khan: "EEUU nos dijo que, si se elimina a Imran, Pakistán será perdonado. Yo pregunto ¿quién diablos es EEUU para perdonarnos?".

Sea como fuere, las relaciones entre Pakistán y Occidente no se encuentran en su mejor momento y el clima de inestabilidad que impera en el país no facilita las cosas. Los próximos meses serán cruciales para determinar el futuro no solo del país, sino de toda la región y de los acuerdos que puedan evitar la insurgencia de un nuevo conflicto armado.