La lucha por el poder de Afganistán tiene mucho detrás, lo mismo que la intervención de Estados Unidos tampoco es casual. Un informe del gobierno afgano en 2017 estimó que la riqueza mineral del país asciende a los tres billones de dólares, siendo el litio uno de los más preciados por su utilización para la industria informática, para las energías renovables y los automóviles eléctricos, entre otros muchos objetos.

“Afganistán tiene reservas de bauxita, cobre, hierro, litio y tierras raras”, dice el último informe anual sobre los recursos minerales de Afganistán, publicado en enero de 2021 por el Servicio Geológico de Estados Unidos. Así, Estados Unidos calcula que únicamente con el litio, el nuevo régimen se asienta sobre un subsuelo de un billón de dólares.

De esta forma, bajo el suelo árido de este país de Oriente Medio hay prácticamente tanto litio como en Bolivia, el país con mayores reservas del metal. Si Bolivia cuenta con el 50% del litio del mundo, Afganistán tiene otro 45%, unas cifras desorbitadas en este último teniendo en cuenta que están prácticamente sin explotar.

A la riqueza afgana hay que añadirle las piedras preciosas, como lapislázuli, esmeraldas, rubíes o turmalina; además de ser productor de carbón y metales tradicionales como el hierro. Sin olvidarse del opio, que se refina en morfina y heroína.

Las tierras raras, como el neodimio, el lantano, el praseodimio o el disprosio, son otro gran potencial del territorio afgano. Estos elementos son cruciales para la fabricación de imanes utilizados en industrias como la eólica o la de los coches eléctricos.

La mano de Estados Unidos

La riqueza geológica es la clave para entender la fuerte lucha de los talibanes para llegar al poder y el empeño de Estados Unidos para implantar una democracia sólida. El país norteamericano ha realizado inversiones millonarias desde que entrara en 2001 en el conflicto con el objetivo de crear las infraestructuras necesarias para la explotación de esos importantes recursos naturales.

En medio de estos 20 años de presencia estadounidense en Afganistán, el gobierno afgano ofreció a sus homólogos estadounidenses la posibilidad de obtener lucrativos contratos mineros a cambio de prolongar su presencia militar en el país. Opción que probablemente quede descartada con el mando de los talibanes.

El pulso con China

En el tablero de juego también entra China, y Rusia, que se perfilan como las principales fuerzas con las que negociarán sus bienes más preciados. China ya produce el 40% del cobre del mundo, casi el 60% del litio y más del 80% de las tierras raras y ya habría apoyado a facciones talibanes para que le facilitaran el acceso a los yacimientos. También tiene, por ejemplo, una concesión desde 2008 para explotar la gigantesca mina de cobre de Aynak, a 35 kilómetros de Kabul.

Desde Pekín, el mayor inversionista extranjero en Afganistán, esperan salir beneficiados con la conquista talibán. Los intereses económicos son muy importantes, tanto que China quiere invertir no solo en minerales, sino también en infraestructuras para su explotación. Sin duda, una oportunidad para aprovechar el vacío de Estados Unidos y hacerse con la hegemonía.

La propia seguridad también es uno de los motivos por los que apuestan por mantener buenas relaciones con los talibanes.

El opio, otro filón muy preciado

Otro fuerte de Afganistán es el opio. Este país es el mayor proveedor mundial de esta droga -que se refina en heroína y en morfina- produciendo el 90% de todo el planeta. También es la principal fuente de financiación de los talibanes, ya que cobran a los productores el 20% del beneficio neto de la comercialización mundial de él.

Desde 2001, cuando comenzó la intervención de Estados Unidos, el cultivo de la amapola que da lugar a esta droga ha registrado un aumento considerable, pasando de las 8.000 hectáreas de plantación en dicho año a unas 224.000 en 2020. Un importante incremento teniendo en cuenta que Estados Unidos invirtió hasta 9.000 millones de dólares en las campañas para la erradicación de la planta con ataques aéreos y redadas.

El opio, además de ser una fuente de financiación talibán, tiene un importante peso en el PIB del país. Pero la venta y distribución se produce en otros países, como en Europa y Asia. También en Estados Unidos, donde se consume el 94% de los opiáceos que se producen en el planeta y se estima que los adictos al opio y sus derivados sintéticos rondan los cuatro millones de personas.