La complejidad de la situación geopolítica actual está alcanzando niveles con pocos precedentes. Los últimos tres años están siendo de especial intensidad para los analistas, que se han dado de bruces con conflictos bélicos, genocidios, disputas comerciales y con la escalada de las retóricas, hasta el punto de que las armas nucleares han vuelto al tablero de juego como un elemento primordial. El último ejemplo de esta sucesión de momentos históricos ha sido el conflicto entre Irán e Israel, que nace de una escalada de tensiones anteriores y en el que Estados Unidos se ha inmiscuido para actuar en favor de los intereses del ente sionista. "No queremos armas nucleares para ellos", declaró Donald Trump en la Cumbre de la OTAN. Unas palabras que sorprenden al tener en cuenta que Estados Unidos, precisamente, es el segundo país del mundo con mayores reservas de armamento nuclear, con una estimación que ronda las 5.500 ojivas.
La ocupación territorial israelí, que lleva en marcha ya más de 70 años, está escribiendo un nuevo capítulo desde el 7 de octubre de 2023, momento en el que Hamás perpetró un ataque que dejó 1.200 víctimas mortales y que el sionismo contestó con una operación militar que ya dura casi dos años, que ha reducido Gaza a escombros y que ha dejado ya más de 61.000 palestinos asesinados y 120.000 heridos. La respuesta internacional ante este genocidio, por el momento, ha sido tímida, sin muchas medidas más allá de juicios en tribunales internacionales y condenas verbales desde las instituciones europeas que han quedado en agua de borrajas. Irán, por su parte, reprochó esta complicidad y señaló que, en una situación como esta, no era posible ponerse del lado del agresor. Entre este y otros motivos de tensión, Israel atacó diferentes ciudades iraníes, unas hostilidades contestadas por Irán con bombardeos sobre Tel Aviv.
Observando desde su asiento en Washington, Donald Trump se dio dos semanas de margen para intervenir en este conflicto, poniéndose la ya clásica capa estadounidense de 'Policía del mundo' y protegiendo a su principal aliado en Oriente Medio, a pesar de que Irán jamás ha supuesto una amenaza para Estados Unidos y de que Israel no es miembro de la OTAN. La intervención llegó bastante antes de esas dos semanas y Estados Unidos utilizó su fuerza militar para bombardear varias centrales nucleares iraníes. Aquí es donde se encuentra el quid de la cuestión: tanto Washington como Tel Aviv han sido insistentes en la idea de que Irán se encontraba cerca de desarrollar armamento nuclear que podría utilizar en este o en futuros conflictos, por lo que estos ataques han sido justificados desde Estados Unidos como un método para retrasar la carrera nuclear de Irán y debilitar así su poder en este sentido.
5.500 cabezas nucleares
"No queremos que Irán desarrolle armas nucleares. Tenemos una declaración de Irán en la que dicen que posiblemente no van a tener armas nucleares. Yo digo que no lo van a hacer, hagan lo que hagan. Tenían, quizá en el futuro quieran volver a hacerlo. No creo que sea necesario alcanzar un acuerdo con ellos. Lo único que pedimos es que no queremos armas nucleares para ellos. Yo dije que Irán no tendrá armas nucleares y las hemos reventado". Estas fueron las palabras textuales de Donald Trump en la Cumbre de la OTAN al respecto del armamento nuclear de la teocracia.
Unas palabras que provienen del presidente del primer país en desarrollar esta clase de armas, que ha hecho a lo largo de su historia más de 1.000 detonaciones en pruebas, el primero en atreverse a utilizarlo hostilmente contra otra nación, y que en la actualidad cuenta, según estimaciones, con 5.500 ojivas nucleares, y que llegó a ostentar hasta 31.225 de ellas en 1967. Nueve son los países del mundo que tienen armamento nuclear confirmado: Estados Unidos, Rusia, Francia, China, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. Una lista en la que también está el ente sionista, también reacio a que Teherán desarrolle su propio armamento nuclear.
El desequilibrio de fuerzas
La pregunta que viene con más facilidad a cualquier mente a vista de esta situación es por qué todo el mundo tiene que respetar y entender que Estados Unidos tenga ingentes cantidades de armamento de destrucción masiva y, al mismo tiempo, oponerse frontalmente a que los países no alineados a sus intereses lo intenten desarrollar, llegando incluso a involucrarse en conflictos regionales que no suponen amenaza alguna para su seguridad para evitarlo. ¿Por qué las lecciones sobre esto tienen que venir del único país en la historia que se ha atrevido a utilizar estos artefactos? ¿Está Estados Unidos capacitado para dar lecciones sobre el uso y custodia adecuadas del armamento nuclear tras lo que ocurrió en Hiroshima y Nagasaki? ¿Puede cualquier país del mundo que no esté alineado con Washington sentirse seguro sabiendo que tiene tal arsenal en su poder y que, pese a ello, es reacio a que otros se atrevan siquiera a intentar desarrollarlo? ¿Dónde queda el equilibrio de fuerzas?
Es por esto que Washington se gana el calificativo anterior de 'Policía del mundo', como si fuera una suerte de vigilante omnipresente que se atribuye autoridad y liderazgo global a través del terror de la fuerza bruta. Y lo tienen, de hecho, por eso lo necesitan mantener mediante movimientos como el ejecutado en Oriente Medio. Las declaraciones de Trump no son otra cosa que un statement imperialista: que nadie se atreva a cuestionar nuestra posición ni a mejorar la suya con respecto a nosotros, porque lo pagará caro. En definitiva, el problema radica en dos cosas: en primer lugar, en un claro desequilibrio de fuerzas, y en segundo lugar, en lo problemático que es, de por sí, que exista armamento capaz de hacer desaparecerlo todo en cuestión de segundos en un mundo en el que los choques son tan habituales y delicados.