El mes de diciembre es ideal para recoger tomates y melones y, con esas miras, miles de trabajadores extranjeros llegan todos los años a Australia para cosechar la producción frutícola. Llegan de muy lejos, incluso de América, Europa o islas cercanas del Pacifico: Manus, Vanuatu, o Melanesia. No todos vienen solo por dinero, sino que algunos aprovechan el viaje para ver la naturaleza, el encanto, y la belleza de las inmensas playas de este país oceánico.

En el año 2019 llegaron a Australia un total de 150.000 trabajadores extranjeros para faenar en grandes zonas agrícolas o de producciones frutícolas. Este año, sin embargo, a consecuencia de la pandemia los propietarios de tierras y cultivos echaron en falta a más de 80.000 trabajadores, lo que ha causado una grave crisis.

Sin embargo, no solo los propietarios de extensiones agrícolas ponen el grito en el cielo, sino que los trabajadores también han dicho basta y se quejan de recibir salarios de miseria.  

Rowi, un trabajador oriundo de Malasia, echaba pestes contra latifundistas, o productores de grandes zonas hortofrutícolas por explotar a mansalva a los trabajadores, en conversación con Nick Mackenzie y Richard Barker, dos periodistas del equipo de investigación adjuntos al grupo periodístico de 9News. Y añadía, que algunos trabajadores recibían unos pocos dólares que podían contarse con los dedos de una mano.

En este contexto, y según las directrices oficiales, la cuota salarial ronda por los 25 dólares diarios y, cuando se trabaja una semana y dos de descanso, se cobran los siete días.

Pero, según comentaba Rowi a los periodistas del matutino The Age, "no me extraña que algunos aprovecharen el viaje para desaparecer del mapa. O sea, buscarse la vida por su cuenta y riesgo viviendo en un inmenso país como Australia. Seguro que tendrán tiempo de sobra para encontrar trabajo y regularizar su situación como emigrante. Son casos en los que, mayormente, se trata de jóvenes sin familias que anhelan vivir en este país para labrarse un porvenir".

Rowi también se refirió de manera muy crítica a los alojamientos disponibles para los trabajadores, que en algunos casos carecen de las condiciones mínimas para vivir.

Así las cosas, una organización llamada "88 DAYS AND COUNTING", cuyo nombre hace referencia a los 88 días de trabajo en Australia que se exigen para extender visados de trabajo y residencia, puso en alerta hace más de cinco años las tropelías y explotación que sufrieron durante los últimos cinco años muchos de los llamados backpackers, el nombre que se da en el país a los trabajadores extranjeros que acuden a emplearse en las labores del campo

 Andrew Bretherton, quien desde hace cinco años comenzó a dirigir la organización, alertó a las autoridades de un sistema endémico que necesitaba medidas urgentes, para evitar males mayores

Ashara Sabaratnam, quien durante los últimos dos años ha estado cumpliendo labores de voluntariado para la organización 88 DAYS AND COUNTING, explicó a ElPlural.com que se había logrado establecer la llamada Fair Work Commission, una comisión de trabajo para esclarecer en lo posible la explotación de jóvenes de 18 a 30 años, que vienen a trabajar a Australia.

También indicó que todavía había mucho trabajo por delante, en la lucha contra los abusos y  desmanes que ocurrían a menudo   Habló incluso de un libro que describe la historia horrorífica de una joven británica que murió a consecuencias de abusos sexuales. La madre viajó a Australia, para continuar las campañas que emprendió su hija .  

Michelle O'Neil, presidenta de los sindicatos australianos es otra mujer empeñosa en resolver situaciones deplorables donde trabajan muchos emigrantes que todos los años se apuntan, para la recogida de la fruta y otros cultivos del campo.

Cuando hoy ElPlural.com se puso en contacto con su oficina de Sydney, la dirigente sindicalista envió un comunicado remarcando  que los emigrantes habían experimentado situaciones deplorables y, añadió, que "el primer ministro Scott Morrison había empeorado la situación con su iniciativa del llamado Agricultural visa. Un visado que en realidad supondría mayores ventajas para los propietarios quienes podrían utilizarlos a su antojo". En su comunicado O'Neil, subraya que las directrices diseñadas por el Gobierno solo facilitan visados a corto plazo.

Por último la presidenta de los sindicatos australianos critica que el programa, al no estar propiamente controlado por las autoridades, propicia condiciones de esclavitud, para los jóvenes que trabajan en el campo.