Miquel Iceta, de vez en cuando, dice lo que piensa; luego, abre el paraguas para aguantar el chaparrón de acusaciones de sus adversarios y de críticas de sus compañeros de partido. El primer secretario del PSC sabe que nunca es buen día para exponer verdades incómodas para los suyos, y menos en períodos electorales. Acaba de sugerir que si llegado un momento  un 65% de los catalanes quisiera un estado independiente, la democracia debería encontrar un mecanismo para dar con una solución. No es una apuesta por la independencia de Cataluña, que él combate, es una advertencia contra los negacionistas que pretenden silenciar con el peso de ley una desafección social respecto del Estado de la que Iceta conoce la magnitud y la amenaza que supone para la España plural, concepción que hasta anteayer figuraba en el discurso oficial del PSOE.

No es la primera vez que Iceta se queda solo en su aproximación al conflicto político catalán, ni será la última. El primer secretario del PSC vive permanentemente entre la espada de sus adversarios y la pared de sus amigos. Los unos tergiversan sus palabras y los otros no quieren oír su análisis de la realidad en Cataluña. Hace aproximadamente dos años y medio, Iceta evaluó la posibilidad de introducir en un texto oficial del PSC una referencia a la vía canadiense para enfrentarse a las aspiraciones secesionistas de Quebec. Aquel primer intento de retomar una posición próxima al derecho a decidir que los socialistas catalanes habían contemplado en algún programa electoral (ya abandonado ante el escándalo organizado en muchas federaciones)  causó tanto revuelo en Ferraz que quedó en nada.

Iceta no está ni siquiera a favor del referéndum de independencia para votar que no, cómo se supone pretende una parte de los Comunes. Pero Albert Rivera, Pablo Casado y también José Luis Ábalos, aunque lo disimule apelando a la inconveniencia de tratar cosas serias en periodos electorales, quieren ver en las declaraciones del diario Berria un apoyo a los planes independentistas.  El PSOE y los partidos de la derecha intransigente han dado por buena la asimilación del referéndum y la independencia, una idea promovida por el independentismo para ofrecer una imagen de mayoría social y política que no tendría el secesionismo puro y duro, a día de hoy. En todo caso, a diferencia de Josep Borrell que siempre obtiene el respaldo del partido y el gobierno, el primer secretario del PSC se ha vuelto a quedar solo, como le sucedió con su referencia al posible indulto a los procesados por el Procés, en caso de ser condenados.  

El mecanismo de solución al que se refiere el primer secretario del PSC es el pacto nacido de la negociación en el Congreso de los Diputados y en Parlament, cuya propuesta o propuestas deberán ser votadas, tanto si deben ser vehiculadas en un nuevo estatuto, como pretendió durante unos días Pedro Sánchez, o en una reforma constitucional que intente ampliar los límites de la mejora del autogobierno o reconozca la singularidad catalana como se hizo con la vasca. La solución democrática es el pacto de las fuerzas democráticas, el referéndum es solo unos de los instrumentos disponibles para validarlo. No es la primera vez que Iceta y el socialismo catalán formula este camino, cuyo recorrido es rechazado con idéntico ardor por el españolismo inmovilista y el secesionismo unilateral.

La dificultad de este camino es que para recorrerlo hay que dejar en la salida las mochilas cargadas de literatura sobre unidades y destinos patrióticos y derechos de autodeterminación importados de situaciones coloniales. También las suposiciones simples sobre la existencia de soluciones únicas para enfrentar el grado de desafección existente en la sociedad catalana respecto del estado español, cuyo advenimiento fue justamente anunciado por los socialistas catalanes con cierta antelación, obteniendo de sus compañeros fraternales la incredulidad como respuesta. 

La tormenta desencadenada por Iceta ha coincidido con las declaraciones de Pablo Iglesias asegurando que su programa electoral contemplará la celebración de un referéndum en Cataluña con diferentes alternativas a votar. Esta hipótesis del líder de Podemos se acerca a una de las últimas reflexiones del republicano Joan Tardà antes de abandonar su acta de diputado; en ellas, mostraba convencido de la imposibilidad de conseguir un referéndum estrictamente de independencia, abriéndose a la posibilidad de poder decidir entre diferentes opciones. En la práctica, Iglesias tampoco estaría muy lejos de Iceta, porque se supone que habría que negociar y evaluar cuáles son las ofertas realmente susceptibles de ser sometidas a referéndum, a menos que el candidato de Podemos a la presidencia del gobierno español considere viable votar sobre un supuesto inconstitucional.