¡Qué día tan hermoso, el sábado 9 de junio, cuando De Guindos nos explicó amablemente que nos había tocado el gordo de Navidad justamente en el inicio del estío, algo milagroso, que confirma que España sigue siendo diferente, según don Manuel, el fundador del tinglado popular y ¡olé! España, como dice muy solemne y reiteradamente don Mariano, es "una gran nación", aunque nos robaran los hijos de la Pérfida Albión el peñón de Gibraltar y los portugueses nos hicieran, los muy truhanes un corte de mangas, a lo Cristiano Ronaldo, somos una gran nación.
Gran nación donde hay todavía de todo, a pesar de los recortes. Por ejemplo, en Cantabria, su presidente, Ignacio Diego, convocó para el 26 de abril del año en curso a 262 paisanos y juntos, en Santoña, se pasaron una mañanita sentimental, de múltiples besos patrióticos dirigidos a la bandera roja y gualda. Se personó también un falangista vestido de falangista, faltaría más, que fue galantemente acogido y saludado por el presidente Diego. Todos somos iguales ante la justicia, conforme nos recordó Su Majestad el Rey, y todos deben ser iguales, peperos y falangistas, ante la bandera de España.
El domingo 10 de junio el presidente del Gobierno, Rajoy, fue quien redondeó lo dicho unas horas antes por De Guindos -una gran calva para una gran nación- y nos pintó un futuro colosal, sin crisis, estupendo, los bancos en su sitio, las empresas donde quepan y los parados ni lunes ni sol, qué le vamos a hacer, esto es un "lío". Después de su alocución a los españolitos, se fue al fútbol, España es España y, fantástico, empatamos con Italia. Esta vez Rajoy se ha ido a México, a la reunión del G-20, qué nivel. ¿Gritará "¡gooool", entusiasmado en medio de la reunión cuando nos digan que tranquilos, que ya están a punto de rescatarnos?