En la memoria de una generación están presentes los tangos que resonaban, en nuestra infancia, en los flamantes tocadiscos de nuestros padres. Pero sobre todo, había una figura mítica, la de Carlos Gardel, que había fallecido trágicamente hacía unos años, pero que seguía presente cada tarde en cada barrio de la Barcelona de antaño. Y tan presente estaba, que en Argentina, después de su muerte, se acuñó la frase cada día canta mejor, como si eso fuera posible.

No era casualidad que el epicentro de la difusión de esos tangos fuera la Ciudad Condal. Allí fue donde debutó el cantante en nuestro país y allí se aficionó al Fútbol Club Barcelona. Eran las primeras décadas de un deporte que ya se vislumbraba como reflejo de la sociedad.

Aunque siempre se pretendió, y aún se pretende, desligar al fútbol de la realidad, no se pueden poner puertas al campo. Una y otra vez se quiere separar fútbol y política, como si no formaran parte de la misma sociedad. Las recurrentes sanciones no impiden, ni impedirán, que haya gestos como los del jugador del Real Madrid Marcelo, que el pasado domingo celebró su gol rodilla en tierra, como homenaje a George Floyd, el ciudadano afroamericano asesinado por un policía en Mineápolis.

El fútbol también es el espejo de la llamada desescalada. Sin público y con nuevas reglas. Esto está empezando y es muy arriesgado anticipar a dónde nos va a conducir, cómo será la nueva normalidad.

En 1928, con un mundo entre guerras, España vivía aún su Monarquía. Por eso la Copa, como hoy, se llamaba Copa del Rey. La final se jugó en Santander y se enfrentaron el Barça y la Real Sociedad. Asistieron al partido Gardel y su amigo, el escritor de la Generación del 27 Rafael Alberti. La victoria del Barça se celebró en el hotel. Según contó Alberti, se entonó Els Segadors y, a renglón seguido, Gardel entonó tangos argentinos “con encanto y maestría”. Fútbol, literatura, música y política presentes en un único evento, como en la vida misma. Gardel era amigo de Josep Samitier, la gran figura de los culés en aquellos años, por quien el argentino reescribió la letra del tango Patadura, para incluir en ella el nombre del centrocampista del Barcelona.

Conocida es también la intromisión del franquismo en el conflictivo fichaje de Alfredo Di Stéfano por el Real Madrid. Y aunque cada uno cuente su verdad y nunca vayamos a ponernos de acuerdo, es indiscutible la importancia que dio el régimen al fútbol.

Aunque las dictaduras han sido las que más se han aprovechado históricamente del deporte rey, las actuales democracias saben de su importancia y actúan en consecuencia. No es casualidad que haya sido el primer deporte en equipo que haya retomado la actividad en plena desescalada mundial, cuando aún hay tanta incertidumbre. Todo puede esperar. El fútbol, no.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com