Para frenar la sangría de votos hacia Vox, Pablo Casado decidió que lo mejor era parecerse a Vox. Consiguió la segundo pero no lo primero: su discurso era prácticamente intercambiable con el de los ultras, pero estos no cedían terreno electoral.

Su sucesor Alberto Núñez Feijóo decidió modificar el rumbo virando a babor la nave del PP; el capitán gallego y su primer oficial Juan Manuel Moreno entienden que solo una singladura inspirada en la moderación y la templanza puede llevar al partido a Puerto Moncloa. Por apurar la metáfora marinera: el problema es que a bordo del buque conservador viaja la polizona Isabel Díaz Ayuso, decidida a sabotear las maniobras del capitán dirigidas a centrar el rumbo.

El paquete de medidas de ahorro energético aprobado por el Gobierno de España no debería haber suscitado mayores discrepancias que las puramente técnicas, orientadas a pulir y acoplar los desajustes propios de un decreto que afecta a la actividad de sectores económicos e institucionales muy dispares. Sin embargo y merced al gamberrismo institucional de Ayuso, primo hermano del que practicaba Casado, la dirección nacional del PP ha optado por proyectar una mirada ideológica sobre unas disposiciones que son meramente técnicas y que reclaman, por tanto, una mirada técnica y no mediatizada por la política.

Feijóo no se ha opuesto abiertamente a unas medidas de ahorro que en realidad son similares a las que se están implementando en toda Europa, pero al sembrar las dudas sobre ellas y resistirse a darles el franco visto bueno que merecen, el líder popular da cobertura política al egoísmo de los patronos, comerciantes y particulares menos escrupulosos y proporciona a las instituciones gobernadas por el PP las excusas que necesitaban para desobedecer al Gobierno socialcomunista sin tener mala conciencia por hacerlo.

Feijóo, ciertamente, no ha llegado (todavía) tan lejos como Pablo Casado cuando se opuso a las medidas puramente epidemiológicas adoptadas por el Ejecutivo para apaciguar la pandemia del Covid, pero la musiquilla que hoy sale de Génova empieza a parecerse a la que tan irresponsablemente componía la anterior dirección del partido.

A Fejióo le está costando desembarazarse del ‘noesnoísmo’ que siempre fue marca de la casa cuando el PP pasaba a la oposición. Y es que la derecha española sigue teniendo problemas para asumir lealmente y sin remilgos las exigencias que impone la institucionalidad a los partidos de gobierno en un Estado democrático. Al PP le cuesta salirse de esa jaula de hierro que es el ‘no es no’: más bien se inclina a mantenerlo contumazmente aunque la economía, el patriotismo o la prudencia aconsejen un claro, rotundo e inequívoco sí.

Por definición, el primer partido de la oposición no puede elogiar al Gobierno; es una de las leyes naturales de la democracia y la población interpreta que, sin ser bueno, no es una tragedia que así sea. Pero entre la cándida o imprudente apología y el repudio irresponsable y sistemático hay una amplísima gama de grises que Feijóo no puede rehuir solo porque Ayuso sí lo hace.

El gallego prefiere un gris sin estridencias y la madrileña es más de azul cobalto tirando a verde ultra. Princesa ‘voxer’ de la corte conservadora, audaz polizona que cuenta con el favor de buena parte de la marinería del acorazado Génova, Ayuso es un riesgo para el capitán Fejióo. No puede echarla por la borda pero tampoco permitir que amotine a la tripulación. Difícil papeleta.