Este viernes, el 46º aniversario de la Constitución ha sido celebrado en el Congreso de los Diputados entre la protocolaria cortesía en este tipo de eventos y el discurso técnico, mucho más trabajado que otros años, menos pensado en el relato y con varios aspectos interesantes y pragmáticos sobre la mesa: desde los presupuestos, “donde si hay voluntad, no es tarde”, hasta la Ley de Inmigración, la financiación autonómica, el blindaje constitucional de derechos como el aborto y el matrimonio homosexual, la vivienda o la configuración de un mapa de candidatos de altura que empiecen a presentar sus credenciales de cara al horizonte electoral que se avecina en 2026 y 2027. 

Terminadas las actividades de solemnidad, chaqué y desfile militar, comprendidas entre el izado de la bandera y el discurso de cierre de la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, llegaba el turno de los habituales corrillos entre periodistas, políticos y asesores. Nada más entrar al salón de los pasos perdidos, entre las bandejas de un catering de altura que jóvenes camareros ofrecían impecablemente pese a la masificación del lugar, cualquiera podría haber visto dos enormes núcleos de personas rodeando a los dos hombres con más presencia del lugar: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo

Ambos habían deslizado varias ideas con anterioridad fuera, en el patio, a su entrada al acto conmemorativo al aniversario constitucional centrado este año en las personas con discapacidad, nunca más reverenciadas como “disminuidos” en la Carta Magna gracias al abrazo común de las fuerzas parlamentarias. No obstante, lo mejor estaba por llegar. Lo más afilado, con nombres incluidos. Sin llegar a saludarse, y a apenas unos metros de distancia, Feijóo y Sánchez mantenían un intercambio de golpes filtrado por los periodistas, de un lado a otro para exponer las dos visiones. 

Si el del PP atacaba con Víctor de Aldama, recordando que Sánchez no se entiende sin el tridente Ábalos-Cerdán-Koldo, el líder del Ejecutivo respondía señalando que está siendo víctima de un acoso desmedido, orquestado y llegado “por tierra, mar y aire”. Denunciando esta campaña en su contra, y señalando que este tipo de acciones “acabarán perjudicando a los acosadores”, Sánchez ha tratado de aplacar las incesantes preguntas de la oposición y la prensa sobre la corrupción que rodea, tanto a su persona como a su Ejecutivo. “Es el Gobierno más cercado de la historia por la corrupción”, contraponía, tajantemente, Feijóo.

En este cruce de acusaciones, en el que además de corrupción entraban temáticas de distinta índole como la Ley de Extranjería (“nadie nos ha llamado”), la financiación autonómica (“el modelo está caduco”) o el blindaje constitucional de derechos y libertades como el matrimonio homosexual o el aborto (“ocurrencias de Sánchez para rellenar de contenido el Congreso Federal”), también había tiempo para mirar al futuro, al horizonte electoral que arrancará en 2026 con Andalucía y Castilla y León y se rematará en 2027 con elecciones en todos los territorios y a nivel nacional. 

‘Operación ministros’

Especialmente relevante es esta mirada, que, pese a la lejanía de los envites democráticos, corre cierta urgencia en el PSOE. El partido está obligado a celebrar sus congresos regionales, aparejados de un sistema de primarias por el liderazgo orgánico de los territorios, antes del mes de marzo. Con el mapa teñido de azul, y sin querer “resignarse en ningún territorio”, como reconocían en privado altos mandos de Moncloa, el presidente del Gobierno lo fía todo a varios perfiles que actualmente ostentan una cartera en el Consejo de Ministros. 

“Muchos se han ofrecido”, revelaba Sánchez, que, no obstante, y más allá de los conocidos -como el recientemente presentado Óscar López-, se negaba a dar muchos nombres. “Que los ministros se ofrezcan para dar la batalla en las autonomías es una buena noticia. Simboliza que sigue existiendo conexión entre sus voluntades y lo que les reclaman los militantes”, proseguía. 

Abonada la ‘operación ministros’, y tras ensalzar figuras como las de Óscar López en Madrid o Diana Morant en la Comunidad Valenciana, llegaba el turno de atacar a los gobiernos regionales actualmente en manos del PP, desde el “negacionismo” valenciano hasta el “acoso” madrileño. “Hay un votante que no se siente identificado con Ayuso”, sostenían fuentes de Moncloa, que además abrazaban el perfil de López augurando éxitos por su contundencia y claridad en el mensaje. 

Una clara demostración de intenciones que estas mismas fuentes, no obstante, no reproducen en otros territorios como Aragón, donde la ministra Pilar Alegría suena como favorita de Ferraz para suceder al díscolo Javier Lambán, o en Andalucía, donde varias federaciones siguen estudiando si permanecer confiando en un cada vez más denostado Juan Espadas o apostar por otro tipo de perfil que devuelva la alegría al socialismo andaluz, consiga movilizar a los 400.000 socialistas desencantados y plantee una batalla real a Juan Manuel Moreno Bonilla. 

“Espadas es leal e intensamente trabajador. Además, ha tenido que hacer frente a una oposición en condiciones muy adversas”, reconocían fuentes cercanas al presidente, que, sin embargo, volvían al mantra de que “serán los militantes quienes decidan a su líder”, dejando entrever de esta forma que se avecinan noches de cuchillos largos y subrepticias decisiones. “No nos resignamos a no tener gobiernos. El partido tiene que plantearse para ser competitivo”.

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