Vox está experimentando, en los últimos meses y semanas, una estrategia clara de subida del tono, tanto en las instituciones como en la calle. Ya son varios los episodios en los que se ha visto a miembros del partido de ultraderecha, elegidos por la ciudadanía, cometer actos sin cabida en las instituciones que representan. La más reciente ha sido la del concejal y portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid, Javier Ortega Smith, quien agredió al parlamentario de Más Madrid Eduardo Rubiño este viernes al propinar un carpetazo a una botella que salió disparada directamente hacia el político progresista. Pero no ha sido la única: Abascal, Vicente Barrera y las protestas de Ferraz han marcado la más reciente agenda ultra, con una escalada discursiva que no parece estar cerca de detenerse.

Sin ir más lejos, el pasado martes, el vicepresidente de la Generalitat Valenciana, Vicente Barrera, famoso por dedicarse al toreo antes de dar el salto al ruedo de la política, se encaró con un diputado del PSPV durante el debate de Presupuestos. Dentro del hemiciclo, el vicepresidente se enfrentó al parlamentario José Chulvi y le dio unas palmadas en el pecho después de que el socialista se refiriera en varias ocasiones al líder de Vox como "censor".

En ese sentido, el diputado del PSPV y portavoz adjunto de la formación socialista le entregó a Barrera un "diploma de gran censor" al finalizar el debate, en referencia a las políticas culturales que se están poniendo en marcha desde su cartera. "Chulvi le ha faltado al respeto y el vicepresidente se ha sentido ofendido", argumentaron desde el entorno de Barrera, considerando justificable su comportamiento chulesco contra otro parlamentario.

El propio presidente del partido, Santiago Abascal, también ha sido partícipe de este viraje. En una entrevista con el diario argentino 'Clarín', el dirigente de Vox cargó con todo contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llegando a decir que "el pueblo querrá colgarle de los pies".

"Pedro Sánchez no es astuto y hábil como la gente piensa. Un político que no tiene escrúpulos tiene una ventaja competitiva sobre los políticos honrados. Yo tengo unos principios. No puedo venderlos. Sánchez no tiene ninguno. Habrá un momento dado que el pueblo querrá colgarlo de los pies", expresó el ultraderechista. "Yo no sé si llamarles zurdos de mierda, si llamarles canallas o cómo calificarlos, pero desde luego eso hay que calificarlo de una manera muy dura, implacable, porque hay que decir la verdad. Javier Milei, con un tono y un estilo crudo, ha dicho la verdad en Argentina. Yo creo que el estilo es discutible, no es lo más importante. En un sitio quizá funcione, en otro no. Pero decir la verdad es esencial. Milei ha dicho la verdad", añadió, en referencia a los constantes insultos del anarcocapitalista a la izquierda. 

El germen se sembró en Ferraz

A su vez, cabe destacar que los medios de comunicación y las instituciones no han sido el único escenario en el que la ultraderecha ha pasado a la siguiente fase, sino que la calle ha sido su telón de fondo predilecto. En concreto, los aledaños de la sede del Partido Socialista en la calle Ferraz, donde miles de manifestantes se agolparon durante todo el mes de noviembre y buena parte de diciembre para protestar contra la ley de amnistía y los pactos de investidura, motivos que fueron utilizados como percha para una mayor escalada en la violencia que motivó intervenciones policiales diarias.

ElPlural.com se desplazó hasta estas protestas en sus momentos más álgidos, y pudo contactar con fuentes cercanas al entorno de Vox, que reconocieron que la exaltación del tono hasta puntos que bordean la violencia física es una estrategia premeditada. En concreto, estas fuentes apuntaban que, a pesar de que eran conscientes de que esta escalada podía costarles algunos votantes al quedarse muy escorados a la derecha, preferían "ser un partido más pequeño y diferenciarse" en ese sentido. 

Así las cosas, que Vox esté protagonizando episodios como los de Abascal, Barrera u Ortega Smith, y que hayan alentado las protestas de Ferraz, no es casualidad. Todo obedece a su más reciente estrategia: elevar el tono, agitar, normalizar la crispación e incluso, si hace falta, bordear las actitudes violentas. Está por ver cuál es el siguiente paso de Vox en esta senda, pero por lo pronto, ya han dejado varios momentos para el olvido en instituciones democráticas y pacíficas.