El pasado viernes, 26 de enero de 2024, se celebró por primera vez el Día Internacional de la Energía Limpia, aprobado por la ONU en septiembre de 2023 como un gesto previo a la cumbre del Clima desarrollada en Dubai entre noviembre y diciembre. La fecha elegida es el aniversario de la fundación de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA, por sus siglas en inglés) en 2009.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 7, que pretende garantizar una energía asequible, fiable y sostenible para todos de aquí a 2030, no parece que se vaya a cumplir. Por eso, la Asamblea General de Naciones Unidas hará un balance mundial sobre el ODS 7 en abril de 2024 para evaluar el progreso alcanzado y recomendar soluciones.

En España, salvo la publicidad de alguna eléctrica y una mesa redonda en San Juan de Aznalfarache (Sevilla), organizada por Funddatec, no hubo más iniciativas. Pero, en el encuentro sevillano al que asistí hubo ocasión de poner sobre la mesa los avances y los obstáculos en la transición a una energía limpia y justa, que deje para la historia la era de los combustibles fósiles.

Con los datos aportados por los ponentes de la Agencia Andaluza de la Energía y Endesa, España y Andalucía están en condiciones de alcanzar la descarbonización de la producción eléctrica entre 2030 y 2050. Pero uno de los problemas importantes es que aunque cerca del 60% de la energía que se consume ya es renovable, la movilidad supone el 40% del consumo, pero depende en un 95% todavía de las energías fósiles.

Un sector tan vital como la agricultura, asediado por la falta de agua y los precios del gasóleo, protesta en varios países europeos porque se considera injustamente tratado por las medidas de la UE para alcanzar la transición energética y ecológica. Las quejas de los agricultores son uno de los caballos de batalla de los partidos de ultraderecha ante las elecciones europeas de junio próximo.

La apuesta por los grandes parques solares y eólicos también se ve como un agravio en las zonas rurales que plantean "Renovables, Sí, pero no así" porque hay otras opciones como el autoconsumo y las comunidades energéticas, que resultan más justas y equitativas para el equilibrio territorial y tienen un menor impacto ambiental.

Adaptarse al calentamiento global requiere dotar a nuestros inmuebles de una segunda piel de paneles solares que produzcan energía y amortigüen el efecto de las altas temperaturas, así como complementarlos con minigeneradores eólicos y arquitectura bioclimática. Para lograr  este objetivo se necesitan buenas dosis de pedagogía y comunicación que deshagan las reticencias y resistencias al cambio de la ciudadanía como propone Jeremy Rifkin en sus ensayos sobre la democratización de la energía.