El congreso del PP ha servido para algo más que elegir una nueva dirección: ha marcado un punto de inflexión en la evolución ideológica del partido. Feijóo, al legitimar pactos con Vox y, al mismo tiempo, vetar únicamente a Bildu, ha trazado una nueva línea estratégica que redefine su identidad. Con este movimiento, deja claro hasta dónde está dispuesto a llegar: una derecha más cohesionada que, sin coaliciones formales, mantiene abierta la puerta a acuerdos puntuales con la ultraderecha y muestra al electorado cuál es su horizonte político.

Durante su intervención, Feijóo defendió su proyecto: “Quiero un Gobierno en solitario, y no darle a mi país los espectáculos que vemos cada martes en el Consejo de Ministros”, pero añadió que no pondría “cordón sanitario” a Vox, bajo el argumento de que “sus votantes merecen un respeto”. Reiteró que el único veto sería a Bildu, insistiendo en que “con Sánchez no se puede pactar”, pero aclaró que “eso no significa que no podamos recuperar consensos en los asuntos que lo requieren”.

Una red de pactos ya consolidada y el peligro de legitimar a la extrema derecha

Más allá de la teoría, lo cierto es que los acuerdos PP-Vox son ya una realidad en muchos territorios. En la Comunidad Valenciana, ambos partidos aprobaron 35 enmiendas conjuntas a los presupuestos autonómicos, que incluyen medidas polémicas como condicionar las ayudas sociales a la nacionalidad europea para “frenar la invasión migratoria”, en palabras de Vox. En Castilla y León, Vox ocupa la vicepresidencia y varias consejerías, y lo mismo ocurre en Aragón y Extremadura, donde los de Abascal sostienen gobiernos de coalición con el PP. A nivel municipal, los pactos se reproducen: en ciudades como Elche o localidades como Caudete, Vox ostenta la alcaldía gracias al respaldo del PP.

Para Feijóo, los acuerdos con Vox responden a un “imperativo de responsabilidad” frente a la fragmentación del parlamento y la necesidad de sumar mayorías para sacar adelante leyes y presupuestos. Sin embargo, numerosos analistas alertan de que este camino contribuye a legitimar el discurso de la ultraderecha, asimilando como normal lo que en otros momentos habría sido visto como un cordón ideológico infranqueable. Las coincidencias en mensajes sobre inmigración, feminismo o lengua reflejan un alineamiento discursivo que diluye la frontera entre el PP tradicional y Vox.

La aritmética del dilema

El dilema de Feijóo es claro: los números obligan. Con 136 escaños, los populares necesitan a Vox (33 diputados) para aproximarse a la mayoría absoluta de 176 en el Congreso. Aunque el líder del PP repite que “aspira a sumar los apoyos necesarios sin hipotecarse”, la realidad es que un gobierno en solitario le colocaría en una situación de extrema debilidad parlamentaria, necesitando apoyos constantes de Vox y de otros grupos regionalistas o minoritarios que podrían no estar dispuestos a facilitar su investidura sin contrapartidas.

El precedente está en lo que ocurrió con el decreto ómnibus de principios de año, tumbado por la suma de votos de PP y Vox, que provocó un bloqueo institucional. Esta dinámica amenaza con reproducirse si el PP accede al gobierno sin una mayoría clara y se ve obligado a negociar medida a medida, en un contexto de extrema polarización.

En un momento en el que el PP redefine su relación con Vox y su propia identidad política, el debate sobre el rumbo de la derecha española está más vivo que nunca. Los acuerdos ya firmados, el discurso que asume parte de la agenda de la ultraderecha y la complicada aritmética parlamentaria colocan al partido en una encrucijada: ¿pragmatismo necesario o cesión ideológica? Queremos conocer tu opinión sobre este giro tras el Congreso del PP. ¿Te inquieta el acercamiento a Vox?

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ENCUESTA: ¿Te inquieta el giro del PP hacia Vox tras el Congreso de este fin de semana?
Abascal y Feijóo en una imagen de archivo. EP

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