Todas las partes que están negociando la investidura de Pedro Sánchez quieren una amnistía, sin embargo, cada día que pasa se hace más evidente de que unos y otros hablan de una ley del olvido muy diferente. Durante las primeras semanas en las que el acento se ponía en un genérico apoyo a la tramitación de la ley orgánica, no había problemas, la idea fue abriéndose paso al ritmo en los que aparecían doctores en la materia que habían cambiado de opinión desde 2021 sin que se haya movido una coma de la Constitución. El presidente de la Generalitat dio por descontada la amnistía una docena de veces, pero de repente, todo ha cambiado. Desde ERC y Junts se emiten mensajes parecidos: las negociaciones con el PSOE van por mal camino.

El punto álgido de este cambio de opinión del independentismo ha coincidido con la celebración del sexto aniversario de la proclamación por parte del Parlament de la república catalana non nata. Una celebración muy discreta, unos mensajes de Carles Puigdemont y Jordi Turull recordando que la declaración de independencia sigue viva, que no hay renuncias a la vista, y poco más. El telenoticias de TV3 del viernes al mediodía ni siquiera emitió un video de la efemérides; no obstante, hay que reconocer que estos cumpleaños de los días que algunos consideran históricos no son propicios para reconocer avances en la negociación con los gobernantes del estado que impidió la fiesta y persiguió a los protagonistas.

Los dirigentes de Junts y los de ERC están de acuerdo en lo esencial. Desde ambos partidos se alerta de que no les vale ni van a aceptar una amnistía que considere delito el referéndum ilegal del 1-O.  A partir de ahí, Puigdemont insiste en que no está dispuesto a renunciar a la unilateralidad por una ley del olvido. Oriol Junqueras, por su parte, se fue a Irlanda para saludar a Gerry Adams, ex presidente del Sinn Féin, y advertir a Pedro Sánchez de que su investidura está en el aire por culpa del desinterés del líder del PSOE en aceptar sus condiciones. Pere Aragonés, desde el Palau de la Generalitat, está mucho más interesado en conseguir el traspaso de trenes con sus consignaciones económicas y en recuperar la discusión sobre el déficit fiscal catalán; de todos modos, estas cuestiones, a su juicio, tampoco avanzan por las trabas de la ministra Montoro.

A un mes vista de cumplirse el plazo para una investidura o una nueva convocatoria electoral se ha llegado al meollo de la cuestión: ¿a cambio de qué (apoyo a Sánchez, al margen) va a conceder el estado una amnistía a los líderes de primera y segunda línea del procés? A medida que los contactos han ido concretándose, los independentistas han ido comprobando que no se trataba de un simple intercambio de votos en el Congreso por olvido en los tribunales, en las penas dictadas y en las causas abiertas. Los relatos previos de los unos chocan inevitablemente con los relatos necesarios de los otros. La justificación del porqué es mucho más difícil de compartir por las dos partes interesadas que los beneficios desinflamatorios de la medida legal.

Desde el primer día, las fuentes socialistas conocedoras de la negociación han venido advirtiendo sottovoce que algún reconocimiento a la vigencia de la Constitución y a los errores del procés debería contemplar el texto jurídico para ser viable como instrumento para la reconciliación entre catalanes.  Los independentistas han venido pregonando a diestro y siniestro que la ley de amnistía no puede perdonarles ningún delito por que no cometieron ninguno y se han mostrado especialmente sensibles al hecho de que pueda deslegitimarse el 1-O como contrapartida al olvido de todo aquel desastre.

Las fuentes socialistas admiten como imprescindible dar con una redacción de la ley que se sitúe en el punto medio de la asunción de responsabilidades por todas las partes, evitando la humillación de los que van a ser amnistiados, pero también rehuyendo las tesis independentistas de la quiebra del estado de derecho en España. Por lo visto estos días, los redactores no han dado todavía con las frases adecuadas. Nadie puede sorprenderse de la dificultad con dar con las expresiones ajustadas a todos los intereses; solo hay que tener presente que buena parte del independentismo hizo suyo un eslogan muy popular hace unos años que rezaba así: “ni olvido, ni perdón”. Se entiende que se referían al estado al que ahora exigen el olvido a cambio de hacer presidente del gobierno a Pedro Sánchez.