El ataque constante y desmedido que está perpetrando el Estado de Israel sobre el territorio y la población palestina, ante los ojos impasibles de occidente, podrían tener consecuencias graves para los países europeos. Así lo considera el Consejo de Seguridad Nacional, que considera “un riesgo real y directo” el incremento de “la amenaza terrorista, el extremismo violento y el surgimiento de nuevos movimientos que promuevan una ideología radical y violenta”. Los bombardeos continuados y el “uso del hambre como arma de guerra”, calificaba el líder de la diplomacia europea, Josep Borrel, podría detonar una respuesta terrorista.

La Estrategia Nacional contra el Terrorismo, que ha adelantado ElPaís, contempla este peligro. El documento elaborado por el Consejo, presidido a su vez por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y compuesto por las tres vicepresidentas, María Jesús Montero, Yolanda Díaz y Teresa Ribera, y diez ministerios (Defensa, Interior, Transportes, Sanidad, Ciencia, Transformación Digital, Industria, Economía, Exteriores y Presidencia) tiene pensado aprobar el documento este martes en el Consejo de Ministros. El texto supera las 60 páginas y sustituiría el validad hace cinco años, para disfrutar de un tiempo de vigencia igual.

“La principal amenaza terrorista para nuestro país continúa proviniendo de las organizaciones de carácter yihadista, fundamentalmente Daesh y Al Qaeda”, recoge la estrategia que recibirá este 19 de marzo la luz verde. En sentido opuesto, “el terrorismo autóctono”, desarrollado antaño por ETA, “no representa una amenaza relevante en la actualidad”, al considerar el Consejo que no existe ningún peligro “tras su derrota por el Estado Democrático y de Derecho”. Otro punto, alejado de España preocupa, aunque en menor medida que los diversos situados en Oriente.

La guerra de Ucrania continúa después de más de dos años y al Consejo no se le escapa que podría ser “un potencial vector catalizador de terrorismo”. El motivo principal es que, debido a la situación bélica, el territorio ha experimentado "un incremento en la circulación de armas y explosivos, así como la participación en la guerra de combatientes voluntarios de otras nacionalidades”. Además, el caso ucraniano genera especial expectación al situarse este flujo armamentístico en pleno continente europeo, lo que podría ser utilizado por organizaciones o lobos solitarios “para socavar la seguridad pública”.

Además, también los “actores estatales podrían llevar a cabo acciones terroristas”, afirmación que apunta directamente a Rusia. Aún así, el foco sigue depositado en Oriente y las consecuencias que podría generar la masacre que Israel está cometiendo ante la pasividad de los grandes estados occidentales, generando a su vez una rabia y búsqueda de venganza que podría golpear Europa. A esto se suma la complicación de prever el terrorismo yihadista, caracterizado por su carácter “asimétrico y transnacional” y por su ordenación complicada de rastrear.

La “estructura más descentralizada y difusa, que dificulta su identificación y desmantelamiento” y el apoyo de “actores solitarios sin vínculos con organizaciones” son las principales características que suman peligrosidad a este tipo de terrorismo que golpea a “objetivos blandos” que no gozan de la protección que pueden disfrutar enclaves o personajes estratégicos. A esto se suma lo variable de sus ataques, cubriendo un espectro que va desde los ataques con cuchillo o vehículos hasta tecnología avanzada, incluidos drones o criptografía”.

La forma de captar nuevos miembros para estas organizaciones también ha evolucionado y el Consejo de Seguridad Nacional advierte de ello. “La propaganda terrorista está en constante evolución, adaptándose a las nuevas tecnologías para acceder a un público más amplio, joven y vulnerable”, recoge la Estrategia Nacional contra el Terrorismo. “El uso inadecuado de avances tecnológicos como la inteligencia artificial, la criptográfica cuántica y la realidad virtual, entre otros, constituyen retos actuales y futuros a los que hay que dar respuesta”, señala el texto, instando a las instituciones europeas a avanzar rápidamente en esta materia.

El documento también apunta a la ultraderecha creciente en Europa. La Estrategia se refiere, concretamente, al “aumento de los extremismos y los radicalismos”, a los que considera conformantes de un “fenómeno preocupante a nivel global”. Marcados por sus claras ideologías “racistas o xenófobas” y su visión “negacionista y antisistema”, estas formaciones suponen un gran peligro pro su rechazo de “la evidencia científica, histórica o política” y generan una peligrosa “desconfianza hacia las instituciones”. Así, los “movimientos extremistas violentos buscan imponer su visión del mundo a través de medios ilegítimos y antidemocráticos, representando una amenaza para la seguridad y el bienestar de la sociedad”.