De nuevo viene José Mota en nuestro auxilio. De la actual legislatura bien podría decir Pedro Sánchez lo que proclamaba aquel personaje del humorista manchego, aunque invirtiendo los términos: “No digo que me lo empeores, sólo iguálamelo”.

No es ya que el comportamiento ostentosamente abusivo de Junts per Catalunya esta semana en el Congreso augure una legislatura infernal, cuando no algo peor, es que el resto de planetas, satélites y meteoritos que sostienen al Gobierno del PSOE y Sumar han quedado alineados de tal suerte en el firmamento de 2024 que será muy difícil que el cometa Sánchez no acabe colisionando fatalmente con alguno de ellos. 

Junts quiere sangre, Esquerra quiere sudor, Podemos quiere lágrimas y el PNV y Bildu, menos exigentes, optan por un poquito de cada. En cada uno de los tres bloques que apoyan al Gobierno se libra una guerra civil de diferente textura pero pareja intensidad: tal vez no se maten entre ellos, pero es bastante probable que sus contiendas acaban teniendo como víctima colateral a Sánchez. Si el presidente sale vivo de esta legislatura, habría que instaurar un Nobel de Ciencias Políticas para dárselo a él.

Teseo en el laberinto

El Congreso arrojado por las urnas el 23 de julio pasado es un laberinto cuya particularidad es que en sus recónditas galerías no se agazapa un solo Minotauro sino varios. Pedro Sánchez es un Teseo de secano de quien cualquier lector de prensa diría que tiene los días contados. Carles Puigdemont y Pablo Iglesias son los dos monstruos -mitad español, mitad extranjero el uno; mitad estratega, mitad mozalbete el otro- que se la tienen jurada: no están presentes en carne mortal en el laberinto de la carrera de San Jerónimo, pero el espíritu de uno y el espectro del otro dan las órdenes que los suyos cumplen sin rechistar. Matar a Sánchez también podría ser letal para ellos, pero en política dar satisfacción a los instintos más primarios se impone muchas veces a lo que a uno más le conviene racionalmente. Ciertas pasiones son monstruos que solo sacian su sed bebiendo la sangre de quienes las motivan.

Puigdemont ha demostrado esta semana no solo que no es un socio fiable: al fin y al cabo, todo el mundo sospechó desde el principio que no iba a serlo. Ha demostrado que no le importa someter a lacerantes vejaciones a quien se ha comprometido y tiene en su mano librarlo del acoso de la justicia y de la cárcel. Estando como está en juego algo de tanta trascendencia política y personal como la amnistía para él y decenas de sus seguidores en apuros, resulta difícil de entender no ya su estrategia sino incluso su psicología. Es cierto que finalmente su grupo facilitó la aprobación de esos decretos anticrisis cuyo rechazo por el Congreso habría sido deletéreo para la Moncloa, pero los prolegómenos y la escenificación del apoyo de Junts exhibieron sin pudor los mimbres propios de una humillación en toda regla. 

¿Una y no más?

El comportamiento abusón de esta semana no debería salirle gratis a Puigdemont, pero el Gobierno no está condiciones de girarle factura alguna por ello (en estos momentos). Ahora bien, si Junts vuelve a hacer algo parecido cuando toque aprobar la siguiente ley o sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, no quedará ni un solo votante socialista que simpatice con la idea, todavía a medio digerir, de amnistiar a Puigdemont. Sánchez no puede acudir a la cita electoral europea del 9 de junio marcado por el estigma de haber sido humillado dos veces por el mismo tipo al que, en contra de los deseos mayoritarios de su electorado, ha prometido salvar del banquillo.

La derecha, ciertamente, sobreactúa hasta el esperpento en su diagnóstico sobre los males que acechan a España por tener de presidente a alguien como Sánchez, pero no lo hace cuando afirma y repite machaconamente que el presidente del Gobierno de España está en manos de un político no ya desentendido sino incluso enemigo declarado de los intereses de los españoles no catalanes. Puigdemont ni siquiera se molesta en disimular esa enemistad, lo cual contribuye a menguar aún más los ya bastante menguados apoyos populares con que cuenta el presidente. 

Lo que Junts ha evidenciado esta semana es que todavía no ha regresado del todo del monte al que se echó en octubre de 2017. Y recuérdese: la contrapartida de las cesiones de Sánchez era precisamente esa: ‘yo te amnistío y tú bajas del monte’. Para el Partido Socialista, amnistía y monte son incompatibles en términos de decencia política y letales en términos de cálculo electoral.