Quim Torra no tiene prisa por cerrar su gobierno y ERC quisiera dar por finiquitada esta convulsa etapa cuanto antes mejor. El tiempo apremia a los republicanos porque los sondeos les auguran un éxito inapelable en unas futuras elecciones autonómicas y porque en otoño van a quedarse sin su candidato por antonomasia. El ritmo lo marca Puigdemont y la firma del decreto de disolución del Parlament corresponde a Torra; el margen de maniobra de ERC es mínimo, además, cualquier sospecha de crisis de gobierno forzada por ellos se les podría volver en contra, comprometiendo las expectativas de las encuestas.

En este largo túnel de desavenencias, se ha encendido una luz para mantener al menos las apariencias de unidad: las revelaciones sobre la supuesta relación con el CNI del imán de Ripoll vinculado a los atentados de Barcelona de agosto de 2017 podría revitalizar la comisión de investigación abierta en el Parlament sobre el asunto. Este frente permitirá sustentar la sospecha de una actuación obscura del Estado respecto de aquella célula terrorista (una hipótesis nunca abandonada por el sector más propicio a la denuncia de una conspiración contra el independentismo) y en este punto, la exigencias de explicaciones al gobierno mantendrá a flote el discurso de la unidad, al menos hasta que llegue el día de la sentencia del TS.

Al margen de este intento de relanzamiento de la comisión parlamentaria, las razones para sostener el actual gobierno de coalición en la Generalitat son difíciles de enumerar, en cambio, los argumentos para dar por acabada una etapa gubernamental gris e inoperante se han consolidado en los últimos días. La convivencia de ERC y PDeCat es insostenible. Una simple insinuación periodística propiciada por Torra, sosteniendo que no tiene previsto sacar las urnas a corto plazo y recuperando su vieja idea de responder a la sentencia con un nuevo conato de referéndum unilateral, al estilo de la ANC, provocó la indignación de los republicanos, quienes reclamaron su derecho a decir alguna cosa ante una decisión tan relevante.

A diferencia de lo sucedido en 2017, cuando Puigdemont olvidó su competencia exclusiva para convocar elecciones y haciendo caso a las reticencias de Junqueras accedió a juguetear con la DUI, en esta ocasión, el PDeCat ha salido todos a una para recordar la prerrogativa del presidente de convocar cuando prefiera. Y de momento, prefiere alargar la legislatura, lo que en primera instancia implica ponerse a trabajar en un presupuesto para otoño, tarea que corresponde a ERC y que difícilmente va a llegar a buen puerto, dado el desasosiego político existente en el seno del propio gobierno.

La recomposición de las relaciones de fondo entre republicanos y neoconvergentes apunta a un imposible. En el primer pleno del Ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo, ERC ha votado la nueva organización del consistorio mayoritariamente con Barcelona en Comú , PSC y con Manuel Valls, dejando aislado al PDeCat en su negativa sostenida a Ada Colau. Y a la vez, el goteó de pactos entre PDeCat y PSC sigue ahora en la formación de los consejos comarcales. Oficialmente, todo esto no afecta al gobierno catalán, según repite la portavoz Meritxell Budó.

A ERC le vendría bien un adelanto electoral. Las encuestas le sitúan en condiciones de poder elegir socio de gobierno entre sus rivales independentistas (PDeCat) o sus adversarios de izquierda (un PSC con espléndidas expectativas según los sondeos); esto siempre que vaya a contar con su candidato por excelencia. Sin embargo, Oriol Junqueras tiene los días contados como candidato, tal vez unos meses antes de ser inhabilitado por sentencia firme. Sin poder contar con su presidente, ERC tendrá que elegir cabeza de cartel entre su catálogo de figuras más conocidas. Pere Aragonés, Joan Tardà o Gabriel Rufián, serían los nombres mejor colocados, sin descartar que del entorno de Junqueras pudiera salir algún aspirante. Así pues, de no ser ahora para agotar el efecto Junqueras, a ERC las elecciones no le van a venir bien hasta pasados unos cuantos meses, cuantos más mejor.

En cambio, a sus socios de gobierno con unos pocos meses de espera les será suficiente. Para encabezar la lista seguirán disponiendo de Puigdemont, quien a pesar de haber anunciado su desinterés per presentarse de nuevo a unas elecciones autonómicas podría cambiar de opinión ante la dificultad de ocupar su escaño en el parlamento europeo; además de tener la opción de Artur Mas, de vuelta de su inhabilitación, y la del propio Quim Torra, quien al estar amenazado de inhabilitación por desobediencia (pero todavía no juzgado) reúne ya el requisito del buen candidato soberanista.