Estados Unidos es desde hoy un país dividido. Y no solo por haber votado por candidatos tan dispares como Clinton o Trump, sino también por su forma de asumir la victoria del republicano. No puede separarse ésta de otra realidad incuestionable surgida de las urnas el 8 de noviembre: la Marihuana también ha ganado las elecciones.

Los votantes de California, Massachussets y Nevada han aprobado el uso del famoso psicotrópico para “uso recreativo”. Para “ponerse”, vamos. Y en este momento no es necesario estar a favor o en contra de este derivado del cannabis para entender perfectamente que un buen número de norteamericanos necesiten evadirse de la realidad que se les viene encima para los próximos cuatro años. Son cerca de cincuenta millones los que lo han hecho, que se unen así a sus paisanos de Colorado y Washington, que lo aprobaron en 2012, y a ellos  se les acercan los de estados más comedidos,  como Florida, Dakota del Norte y Arkansas, que en esta convocatoria han aceptado con sus votos la utilización médica de la marihuana.

También merece un comentario lo ocurrido anoche en las proximidades de la Casa Blanca, donde se ha producido otro tipo de “dopaje”. Centenares de partidarios de Hillary Clinton, cegados por los efluvios de la inminente victoria, se concentraron allí para celebrar la llegada de la primera mujer al Despacho Oval.  Junto a ellos, unos pocos republicanos protestaban ante lo que consideraban un desenlace cierto. A medida que pasaban las horas, sin embargo, los primeros se fueron marchando (recuérdese que en Washington es legal la Marihuana) y las protestas de los partidarios de Trump se convirtieron a su vez en eufórica celebración.

Mujeres tiradas en el suelo llorando

Más que anécdota, triste realidad es lo ocurrido en Pensilvania, donde los demócratas creían tener asegurada la victoria que allanaría el camino de Clinton hacia la Casa Blanca. En el lugar elegido para la celebración, en Filadelfia, las últimas en abandonarlo han sido grupos de mujeres tiradas en el suelo llorando desconsoladamente. Algunas apenas podían hablar. Un padre, relata una crónica, intentaba consolar a su hija de diez años diciéndole que no estuviera triste, ya que se había abierto de nuevo la oportunidad de convertirse en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.

Tras el fiasco de las papeletas mariposa, que otorgó la victoria a Bush frente a Gore en el año 2000, otro clásico electoral en el apartado de las anécdotas en Estados Unidos es el mal funcionamiento de las maquinas de votación. Por su culpa, y por la mala información de quienes se ocupan de ellas, en algunos lugares hubo momentos de gran tensión, colas de más de dos horas para poder votar y ciudadanos que, desesperados, se marcharon a casa sin lograrlo. 

"Eso fue bueno para Trump"

Para mayor dolor, uno de los casos más llamativos ocurrió en Carolina del Norte, uno de los estados clave para la elección presidencial que finalmente se adjudicó Trump. En la Universidad central, un bastión históricamente negro en Durham, algunos ciudadanos tuvieron que esperar hasta dos horas y media para poder votar. A las cuatro de la tarde solo se habían materializado la mitad de los sufragios previstos. Docenas de estudiantes decidieron marcharse, se quejaba un profesor que participó en la organización de las dos elecciones que ganó Obama, “y no hay duda de que eso fue bueno para Trump”, aseguró el docente.

A lo largo del país hubo denuncias de presión electoral ilegal e intimidación por parte de partidarios de ambos lados, y se extendió cierta alarma de caos en algunos colegios electorales, pero al final no pasó a mayores.

Anécdota, por último, es la no comparecencia de Hillary Clinton ante sus partidarios para asumir la derrota, pero su llamada telefónica al republicano concediéndole la victoria a primera hora de la mañana ha despejado cualquier duda. Esta vez no se repetirá lo ocurrido en el 2000 y Trump será investido presidente sin ningún problema en enero de 2017.