Todo está en el aire. España mira en vilo hacia el 29 de abril, fecha en la que Pedro Sánchez comunicará al país el resultado de su proceso de “reflexión personal” tras la apertura de diligencias contra su esposa, Begoña Gómez, y el “acoso” de la derecha y ultraderecha tanto mediática como política. El presidente tiene ante sí cuatro salidas posibles, siendo una de ellas un resorte constitucional como la cuestión de confianza. Es la vía “más sencilla” a ojos de sus aliados, de quienes dependería, en caso de que el jefe del Ejecutivo la invocara, su suerte. A priori, las cuentas salen en las calculadoras socialistas, pero siempre queda hueco para la sorpresa de la mano de Junts.

El presidente tiene en su mano varias cartas para jugar, descontando el comodín europeo que parece la opción menos probable -que no descartable-. Sería factible que el futuro de España quedase a expensas de unas nuevas elecciones generales, aunque el adelanto no podría ser efectivo hasta el 30 de mayo y, a partir de ahí, a esperar 54 días para otra cita con las urnas. En cualquier caso, la opción que cobra más fuerza en las apuestas de analistas y cronistas es que Sánchez se someta en el Congreso de los Diputados a una cuestión de confianza.

A diferencia de la moción de censura, esta herramienta constitucional parte directamente del presidente del Gobierno. Recogida en los artículos 112 y 114 de la ley fundamental, regula que, previa deliberación del Consejo de Ministros, “puede plantear ante el Congreso de los Diputados la cuestión de confianza sobre su programa o sobre una declaración de política general”, siendo la confianza otorgada “cuando vote a favor de la misma la mayoría simple” de la Cámara Baja.

La calculadora de la cuestión

Para que Sánchez supere este escollo parlamentario se requiere la mayoría simple del Congreso de los Diputados. Resultado que, habida cuenta del contexto actual, no resulta en absoluto una quimera. No obstante, en caso de que el presidente no reciba la confianza de la Cámara Baja habría que acudir al artículo 114 de la Constitución: “Si el Congreso niega su confianza al Gobierno, este presentará su dimisión al Rey, procediéndose a continuación a la designación de Presidente del Gobierno, según lo dispuesto en el artículo 99”.

Momento ahora, por tanto, de sacar lustre a las calculadoras. La reflexión de Sánchez ha coincidido en un momento delicado para el país, con Cataluña iniciando el esprint final de la carrera hacia la Generalitat. La campaña electoral arrancó este mismo jueves, recrudeciendo la batalla a dos bandas entre el PSC y el bloque independentista, así como la guerra de guerrillas entre las dos principales fuerzas del soberanismo catalán (Junts y ERC). Un punto clave para los cálculos.

Los aliados parlamentarios de Sánchez dejaron algunas píldoras tras la publicación de la carta del presidente. El apoyo del bloque de la investidura al secretario general de los socialistas es incuestionable. Al menos del grueso de éste. Primeras espadas de los grupos del espectro progresista han manifestado su apoyo al jefe del Ejecutivo ante la cacería que padece su entorno a manos de la “jauría” mediática y política.

En el seno del Gobierno, el socio minoritario confía en que Sánchez se aferre a la vía de la cuestión de confianza y apelan al cierre de filas para fortalecer al Ejecutivo de cara a este eventual trámite parlamentario. Bajo ningún concepto creen que estas maniobras deriven en una dimisión del presidente, sino en trabajar en un escudo legislativo contra el lawfare. Remarcan la necesidad de que la coalición no sólo se mantenga, sino que avance y prevalezca ante la “ignominiosa” campaña orquestada contra el entorno de Sánchez. “Merece la pena”, resolvía el portavoz parlamentario de Sumar, Íñigo Errejón, en un rearme en el que también participó la vicepresidenta segunda y líder del espacio progresista, Yolanda Díaz.

El resto de fuerzas parlamentarias que sujetan a la coalición también han abogado por la cuestión de confianza como la solución “más sencilla” a la situación actual. Desde Euskadi, el presidente del PNV, futuro compañero de cama del PSE en el Gobierno vasco, admiten que un adelanto electoral embarraría aún más el enquistado panorama político. Por lo tanto, Andoni Ortuzar respalda una salida rápida: “Cuánto antes lo hagamos todo, mejor”.

Sin salir de las tierras vascas, desde la cúpula del socio más leal al Ejecutivo sugieren su respaldo al presidente. Arnaldo Otegi, coordinador general de EH Bildu, ha extendido su apoyo a Sánchez y ha advertido de que su formación no será una puerta de entrada a la Moncloa para la derecha. “Nosotros, no. No les abriremos el paso”, enfatizó. Más ecléctico se mostró el diputado del BNG, Néstor Rego, que no quiso adelantar acontecimientos sobre lo que suceda a partir del lunes, aunque sí ha expresado que el mejor método para “combatir” al PP es la continuidad del Gobierno.

La clave catalana

He aquí la madre del cordero. En plena campaña catalana, las dos formaciones independentistas con representación en la Carrera de San Jerónimo ya han escenificado sus difíciles relaciones con los socialistas en las comparecencias de Illa en Congreso y Senado en el marco de las comisiones de investigación del caso mascarillas. Sin embargo, desde Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) el mensaje es claro: respaldo total a Sánchez.

El portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián, adelantó que su grupo sí estaría dispuesto a trasladar su confianza al presidente del Gobierno. “Nunca vamos a dar alas a una causa fomentada por el fascismo”, recalcó en declaraciones en los pasillos del Congreso. Una visión que contrasta, en cierto grado, con la de un Pere Aragonès inmerso en su pugna con el PSC. El president de la Generalitat cree que carece de todo sentido que Sánchez se someta a una cuestión de confianza porque su problema no abunda en la pérdida de apoyo de sus socios, sino en cuestiones ajenas.

Menos claro y contundente han sido desde Junts. Enfundados con el mono electoral, los neoconvergentes han desplegado una línea crítica hacia el presidente del Gobierno. Su candidato, Carles Puigdemont, aunque de manera sucinta, compra el marco de la derecha al vincular la reflexión de Sánchez con un “movimiento táctico”. El expresident, eso sí, introdujo todos los condicionales posibles antes de urgirle a presentar una cuestión de confianza para “aclarar todas las dudas”.

En cualquier caso, Puigdemont, que en las últimas horas deslizó que a la política se viene “llorado de casa” y emplazó al jefe del Ejecutivo a no “españolizar” la campaña, avanzó que su formación no es ni ha sido ni será “un flotador” del Partido Socialista. Una cuestión que es cierta y que, incluso en la ley de amnistía, han dejado patente. Los neoconvergentes han presentado todo tipo de batallas al Gobierno en estos casi seis meses de legislatura, llevando al límite a Moncloa en la aprobación del escudo social e incluso tumbando el primer proyecto de la medida de gracia por no clarificar la cobertura jurídica que recibirían, entre otros, su líder.

Contextualizaciones aparte, la cuestión de confianza, como se ha indicado previamente, requiere de una mayoría simple. Traducción a la realidad parlamentaria: no es imperativo el voto favorable de Junts. Bastaría, como ya hicieran con uno de los decretos ómnibus, su abstención para que la Cámara Baja revalide la confianza en el presidente del Gobierno. No obstante, en los pasillos del Congreso hay quien asume que el camino natural de los neoconvergentes es volver al paraguas del Partido Popular. “Son más de derechas que el grifo del agua fría”, ironizan diputados del Grupo Republicano.

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