Solventado el trámite de las elecciones vascas, se acerca paulatinamente la madre del cordero. Los comicios en Cataluña serán el termómetro más fiable para medir la durabilidad de la legislatura y por ende la estabilidad de las alianzas de la coalición. Los ecos electorales ya resienten, no sólo en la “parálisis legislativa” que muchos socios del Gobierno denuncian, sino en el ambiente que se respira en los pasillos de la Carrera de San Jerónimo. Que el resultado post 12 de mayo dejará sus réplicas en el Congreso es algo que asumen la totalidad de las fuerzas parlamentarias, a excepción de un PSOE que no ve tambalearse a su proyecto. En un sector del independentismo, sin embargo, hacen suyas estas dudas, especialmente por la volubilidad de Carles Puigdemont y de Junts. Diputados de ERC no descartan que los neoconvergentes, toda vez vean inalcanzable la Generalitat, se muevan a la derecha para “investir” a Alberto Núñez Feijóo.

Que Junts pulse el botón nuclear es algo que está sobre la mesa desde antes del comienzo de esta investidura. Prueba de ello son las primeras votaciones importantes. A los neoconvergentes no les tembló el pulso para vetar su propia ley de amnistía -peaje del PSOE para ungir a Pedro Sánchez en noviembre-. Lo mismo ocurrió con los decretos ómnibus. El Gobierno salvó el match ball con un gol en el minuto 93, mientras los teléfonos ardían, en forma de acuerdo arrancado in extremis al soberanismo catalán. Fueron las primeras pruebas de que la legislatura no sería fácil. Los márgenes para la geometría variable de los cuatro años anteriores se esfumaron por mandato del ciudadano. Cada voto vale su peso en oro. Los grupos parlamentarios lo saben y estiran la goma hasta que acaba cediendo.

A este caldo se le agrega ahora el aderezo de las elecciones catalanas, por si le faltara picante a la política española. El adelanto en Cataluña devoró las opciones de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, tras caer las cuentas públicas de la Generalitat por el rechazo expreso de los Comunes. El efecto dominó no tocó por milímetros una ley de amnistía que el PSOE y los grupos independentistas cerraron poco antes del anuncio de Pere Aragonès y del inevitable regreso de un Carles Puigdemont que aviva los temores en corpúsculos soberanistas.

Golpe en el tablero

Precisamente su carácter voluble incrementa el miedo a un eventual final prematuro del Gobierno progresista. Diputados de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) profundizan en esta zozobra en la carrera hacia la Presidencia de la Generalitat. Los comicios tendrán sus ecos en la Carrera de San Jerónimo e incluso puede que resuenen en el Palacio de La Moncloa. Voces de peso del aparato republicano ya advierten de un más que posible cambio de tendencia en Junts de cara a futuro.

La confección del Parlament y la posibilidad de una jugada similar a la del Ayuntamiento de Barcelona alimentan el temor a que Puigdemont descuelgue el teléfono rojo y dinamite las mayorías en el Congreso de los Diputados. De hecho, parlamentarios republicanos no descartan que los neoconvergentes “invistan a Feijóo” de la mano de Vox. Lo que tras el 23J se asumía como una quimera, ahora no lo es tanto.

Estas mismas voces precisan que cuando votan junto al Partido Popular contra iniciativas de vivienda se trata de una “cuestión ideológica”. “Son más de derechas que el grifo del agua fría”, ironiza otro diputado de ERC. En resumen, creen que la cabra siempre acaba tirando al monte y la derecha catalana volverá al abrigo de la española. Es un escenario de lo más factible e incluso prevén que lo revistan de un “pacto con el Estado español”, como suele advertir el expresident de la Generalitat en público.

De hecho, el propio Puigdemont ya lo advirtió semanas atrás. En una entrevista concedida a ElNacional.cat, el candidato neoconvergente lanzó un aviso a navegantes ante la posibilidad de que tras el 12M emerja una suerte de pacto poco habitual para evitar que Junts asuma la responsabilidad máxima. Amenazas que desde Moncloa repelieron con incredulidad, sabedores de que a los herederos de la antigua CiU no les conviene un Ejecutivo conformado por Partido Popular y Vox. Esta misma argumentación blanden en privados los dirigentes de ERC, ahondando en que “un Gobierno de PSOE y Sumar no es lo mismo” que uno encabezado por Feijóo y Abascal.

Carrera apretada

En público y en privado, diputados de Esquerra no descartan ningún escenario postelectoral. Hay quien ve “muy factible” una repetición. La igualdad entre bloques deja un estrecho margen de maniobra, máxime con la más que posible entrada en el Parlament de la ultraderecha independentista de Alliança Catalana. Una pieza más de un rompecabezas que complicaría el apoyo de ERC a un Govern de predominio neoconvergente. El portavoz parlamentario de los republicanos, Gabriel Rufián, lo ha avisado este martes en el Congreso: “Los fascistas son fascistas, con la estelada o con la rojigualda. Tontear con el fascismo es muy chungo. Yo jamás lo haré”.

Una pista de los posibles movimientos de ERC en un tablero con pocos carriles para maniobrar. No obstante, a pesar del pesimismo republicano ante las posibles iras de los neoconvergentes en Madrid, en la coalición respiran con tranquilidad. Ni en Sumar ni en el Partido Socialista creen que el resultado en Cataluña repercuta en el equilibrio de alianzas en la Carrera de San Jerónimo. “Los catalanes están llamados a las urnas y votarán en clave catalana. Lo demás es especulación pura y dura”, ha precisado el portavoz parlamentario de los magentas, Íñigo Errejón.

El PSOE comparte la argumentación del socio minoritario de la coalición. Diputados socialistas ironizan con que una victoria de Bildu en los comicios vascos también era un contratiempo. “Todo nos viene mal, todos son problemas”, bromean fuentes autorizadas del Grupo Parlamentario, que quitan hierro al mal augurio de los profetas republicanos y optan por contagiarse del optimismo que les imprimen las encuestas y la potencia del candidato, Salvador Illa. “Estamos centrados en ganar”, explican.

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