Populismo. Esta ha salido la palabra elegida por Fundéu BBVA como el término más destacado y que ha marcado el año 2016.Parecía claro que en un año tan político como este, con acontecimientos de importancia global como el brexit, la victoria electoral de Donald Trump y los diferentes procesos electorales y plebiscitarios en América y España, la palabra del año de Fundéu tenía que venir de ese ámbito”, ha explicado el coordinador general de la Fundación, Javier Lascuráin.

Sin embargo, pese a ser el término del año, su significado real aún es aún desconocido para muchos -y alterado por otros, dicho sea de paso-. El propio Javier Lascuráin ha señalado que populismo “ya lleva algún tiempo en el centro del debate político y que desde el punto de vista lingüístico está viviendo un proceso de ampliación y cambio de significado, cargándose de connotaciones a menudo negativas”. De hecho, ha indicado también que “a lo largo de los últimos meses hemos recibido muchas consultas sobre el significado real de populismo”.

¿Qué es el populismo?

A pesar de los esfuerzos de muchos políticos y algunos periodistas y líderes opinión de equiparar el populismo a la demagogia e identificarlo como burdas mentiras; el término académico poco o nada tiene que ver.

El término populismo surge como tal durante la revolución mexicana iniciada en 1910 y lo que buscaba era nominar a aquellos gobiernos que velaban -o decían velar- por el interés del pueblo, de las clases populares.

El término fue adquiriendo una nueva dimensión y, a día de hoy, la definición por antonomasia del concepto fue acuñada por Ernesto Laclau. Según su visión, el populismo es un modo de articulación de los contenidos políticos, sociales e ideológicos cualesquiera que sean. Es decir, existe un populismo de derechas y uno de izquierdas. La diferencia radica en las propuestas de cada uno, pero la formación de un endogrupo (votantes) es la misma.

El populismo se basa en el establecimiento de lo que Laclau denominó cadena de equivalencias. Esto es: unos vecinos piden que el Gobierno ponga a su disposición un autobús hasta el centro de la ciudad para poder ir a trabajar. A priori, estos vecinos no tendrían nada en común con, por ejemplo, con unos granjeros de un pueblo que reclaman unas subvenciones que no les han concedido. Sin embargo, hay un punto en el que ambos coinciden: la base negativa de sus demandas. Ambos grupos tienen demandas que no han sido satisfechas por la Administración.

Si el endogrupo es formado mediante el uso del discurso para unir a los ciudadanos en base a las demandas no satisfechas, hablamos de populismo.

Connotaciones negativas

A pesar de que el populismo se trata de un modo de articulación independientemente de los contenidos de cada una de las formaciones o movimientos, está repleto de connotaciones negativas. La razón es que, al unificar todas esas demandas, dar respuesta a todas ellas una vez se alcanza el Gobierno es complicado. Un ejemplo de ello es la Administración de los Kirchner, quienes tuvieron un lado positivo y uno más oscuro: pusieron sobre la mesa muchos de los problemas que hasta entonces no contaban para los políticos y atendieron algunas, pero no todas. Y por esta razón, a modo de ejemplo, el concepto ha ganado una nueva acepción, una nueva dimensión, un espejo de lo que pudo ser pero nunca fue.

No podemos equiparar populismo a mentiras o demagogia porque estaríamos señalando como rasgo distintivo algo que no lo es. El PP de Mariano Rajoy ha mentido una y otra vez, y sin embargo, su modo de articulación nada tiene que ver con la propuesta de Laclau.

La base del populismo es el establecimiento de una frontera interna entre el Nosotros, el pueblo oprimido; y el Ellos, el establishment opresor; con el añadido de que el líder se presenta como un outsider, ajeno al establishment, y con un discurso anti statu quo.