Diez años después de La guerra de las galaxias. Episodio III: La venganza de los Sith, de Georges Lucas, la mejor película, y cierre, de la segunda trilogía (1999-2005) que, en realidad, suponían los capítulos anteriores a la trilogía inicial (1977-1983), llega la séptima entrega y comienzo de una nueva trilogía, en esta ocasión dirigida por J.J.Abrams, quien también firma el guion junto a Lawrence Kasdan. La expectativa ha sido máxima tanto por la recuperación de uno de los universos fílmicos con más seguidores, como por el regreso a la pantalla de parte del reparto (y los personajes) de las primeras películas así como por la presencia de Abrams tras el proyecto.
Hay que comenzar diciendo que Star Wars: El despertar de la fuerza supone una pequeña decepción en muchos sentidos, si bien, es posible que eso se deba a las expectativas creadas. Esto no quiere decir que no sea, en términos generales, una buena propuesta; es más, visualmente supone un enorme avance con respecto a las tres anteriores de Lucas, cuyo trabajo con el formato digital, años después, ha perdido fuerza visual, quizá porque la técnica estaba todavía demasiado incipiente, algo que no sucede con la película de Abrams, incluso con un 3D visiblemente engordado para conseguir más réditos en taquilla. Pero funciona. Y lo hace porque Abrams consigue, sobre todo en la primera hora de película, el retrotraer el universo de la primera entrega a modo de ruinas físicas esparcidas por todas partes que, además de contextualizar la acción, suponen toda una declaración de las intenciones de la película: acercarse tanto a aquella trilogía como alejarse de ella. De hecho, Star Wars: El despertar de la fuerza mira más a la primera trilogía que a la segunda, algo en cierto modo lógico: es su continuación natural dentro de la narrativa total del proyecto. Y ahí está la idea que tanto argumental como formalmente articula la película: matar al padre.
Un trabajo visual impecable, en cuyas imágenes encontramos lo más interesante de la película, no solo por su espectacularidad, sino también por ese trabajo a partir del detalle que busca en todo momento romper con el referente para crear una nueva trilogía con personalidad propia. El problema es que esas ideas se dan de bruces con dos cosas que invalidan casi por completo la idea. Por un lado la reiteración de planos y de secuencias que remiten a las películas de Lucas; por otro lado, el argumento: Star Wars: El despertar de la fuerza viene, más o menos, a narrarnos prácticamente lo mismo, con pequeñas variaciones, que ya había contado en las películas precedentes. No pudiendo desvelar demasiado de su trama y de las “sorpresas” que aguarda en su desarrollo, la película viene de nuevo a plantear las mismas luchas que en la primera (el Episodio IV) con las modificaciones suficientes como para abrir hacia nuevos derroteros en las dos siguientes entregas por venir, pero que no consiguen que no se tenga la sensación de estar ante un terreno demasiado conocido.
Entendemos que Abrams ha llevado a cabo una reescritura de la saga en aras de poder comenzar de nuevo, de iniciar algo diferente. El problema que se plantea no es tanto lo que tendría que haber hecho sino la conveniencia de haber abusado de tanta referencialidad durante dos horas largas (con algún tramo verdaderamente aburrido) para dejar claro que está siendo tan cercano (respetuoso, quizá) pero alejándose a su vez de lo precedente. Sobre todo cuando el argumento en realidad nos plantea, en gran medida, lo contrario con los mismos, o muy similares, conflictos. Una suerte de remix por parte de Abrams que nos llevan constantemente hacia atrás, pocas veces hacia delante.
Aunque, desde cierto punto de vista, como decíamos, y tomando algo del argumento de la película, estamos ante un intento de matar al padre, pero sin conseguirlo del todo. Quizá sean las siguientes entregas las que otorguen de más sentido a esta primera, pero hasta que comprobemos si es así, nos quedamos con una película que decepciona por acomodarse a esquemas establecidos dentro del universo Star Wars, pero también una obra en la que Abrams ha conseguido muy buenos momentos e imágenes, e incluso ha creado, en algunos de ellos, una película con una fuerza, en cuando a la violencia se refiere, que se aleja de la blandura de las anteriores entregas, mucho más real, menos “galáctica”. Y la recuperación de Han Solo, Chewbacca, Leia y los androides pueden tener un halo de nostalgia que empaña en cierto modo la película, aunque argumentalmente su presencia esté del todo justificada.
Y de Luke Skywalker, no se puede decir nada por ahora.