Helene Hanff lo tenía claro en sus afiladas cartas de 84, Charing Cross Road: “Va contra mis principios comprar un libro que no he leído previamente, es como comprar un vestido sin probártelo”. Se hace, pues, difícil imaginarla pateando las librerías españolas de hoy, que con tanta frecuencia condenan a la retaguardia del escaparate a los títulos por los que han pasado ya un par de meses.

“El sistema vigente de distribución genera un estrés en el mercado que obliga a que todo en las librerías sean novedades”, explica Fabio de la Flor, editor de Delirio. “Además de atrapar a las editoriales en una rueda de deuda que a menudo afrontan publicando más o esperando un pelotazo editorial capaz de sanearles las cuentas. Pero nadie sabe qué funciona en ventas, es algo holístico que depende de muchas cosas a la vez”, añade.

Al autor, el 10%

¿Cómo se ha llegado a este desenlace?  El punto de arranque de este sistema de mercado en el que, por motivos distintos a los de la señora Hanff, los españoles tampoco se prodigan en compras. Según la Federación de Asociaciones Nacionales de Distribuidores, las editoriales poco menos que muerden el polvo desde el estallido de la crisis en 2008. El sector ha perdido más del 30% de sus ventas, aunque en el último ejercicio contabilizado, 2015, se experimentó una remontada del 2,8%.

Ventas en la cuerda floja para muchas bocas que alimentar. “Digamos, para no pillarnos mucho los dedos, que del PVP sin IVA de un libro que se vende en una librería, a la editorial vuelve, haciendo el promedio entre las ventas en España y las exportaciones, un 40%-45% (y a veces ni siquiera). Del otro 55-60% salen los porcentajes del distribuidor, el librero y la cadena de ventas”, explica Pilar Álvarez, editora de Turner. De esos euros de retorno, el mayor pellizco no se lo lleva el autor del texto, éste se embolsa un “8%–10% de royalties, porque del trozo de pastel deben salir también “todos los costes de producción (traducción, maquetación, corrección, imprenta, papel, encuadernación), más los de sostener la empresa (sueldo del editor, detalle importante), alquiler, gastos fijos, promoción, equipo editorial…”.

La pesadilla de las devoluciones

Una sopa de números en la que todavía cabe una palabra que pone los pelos de punta al editor, su kryptonita, la mala de la película: la devolución. “Cuando un distribuidor le dice a un editor que le ha colocado en librerías, por ejemplo, 1.000 ejemplares a 10 euros, no le está diciendo que se los haya vendido”, aclara De la Flor.

“De esos 5.000 potenciales euros que le llegarían al editor, puesto que la mitad, aproximadamente, ya ha ido para el distribuidor, puede que al año siguiente éste le reclame una parte, porque no se hayan vendido todos esos libros colocados. Eso es la devolución. Aunque, en lugar de pedirle el dinero, el distribuidor le acumula la deuda para el siguiente libro que le distribuya. Y así, los editores entran en una especie de pesca de arrastre, una deuda de la que les costará salir”.

Sobre este chasis económico desarrollan su rol, clave en la venta de libros, las aproximadamente 170 distribuidoras que existen en España. “Tener distribuidor es casi lo primero de lo que tiene que ocuparse una editorial”, asegura Pilar Álvarez, “tú puedes editar los libros más maravillosos, pero tienen que verse y estar disponibles”. Para De la Flor, otra distribución es posible. “Se me hacía no sé si falsa pero sí extraña una premisa de las editoriales: que sus libros han de estar en tantas librerías como puedan”, analiza.

“Yo me pregunto para qué voy a editar 21 libros cuando tengo suficiente con editar 20. No quiero encontrar a un lector tras haber puesto mi libro en 4.000 librerías, sino detectarlo e ir a buscarlo”. Así, ha desarrollado un sistema de autodistribución que opone al tradicional trabajando “con 110 librerías, sin contar puntos de venta como la Fnac, y otras 300, aproximadamente, que me piden uno o dos títulos de vez en cuando. Esto me permite tener una idea muy exacta de mi negocio. Con un software puedo ir viendo las ventas mes a mes, y no a largo plazo. Y así, de algún título he llegado a vender unos 5.000 ejemplares”, cuando la tirada habitual de un libro está en 1.000 o 1.500.

Un papel en la picota

Distribuyan por la vía de toda la vida o abriendo nuevos senderos, los editores no se quedan de brazos cruzados una vez puestas en circulación sus obras. Han de hacer un trabajo de calle, de seducción de ese tercer hombre que tendrá la compleja tarea de dar la cara ante el lector ávido de propuestas: el librero. “Nosotros hacemos rutas conociendo a los libreros de las distintas provincias. Les presentamos nuestro catálogo y defendemos nuestros libros”, explica Mario Pedrazuela, uno de los editores de La Uña Rota. “Por nuestro concepto editorial, apostamos por librerías especializadas, con criterio literario y cercanas al lector. Por ejemplo, la alianza de librerías La conspiración de la pólvora (Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2016), con la que promocionamos nuestros títulos de teatro”, añade.

¿Y en qué se transformará ese tour si se cumplen las previsiones más agoreras, las que estiman que, con el libro electrónico y las plataformas de distribución online, desaparecerá hasta el apuntador de los intermediarios de ventas? Desde luego, aunque la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros señala que España es el segundo país de la Unión Europea con más librerías, entre 2008 y 2014 cerraron unas 7.000, y eso que el libro electrónico (o la lectura de libros en dispositivos como tabletas) representa aún el 5% de la facturación total de libros.

“El papel de las librerías (ya sean físicas o digitales), editoriales y distribuidores siempre va a estar ahí, porque no son solo un proceso más, sino que aportan mucho valor a la cadena. Sería un auténtico desperdicio renunciar a la sabiduría literaria que atesora un librero o un crítico especializado”, opina Antonio Martín, CEO de La Lectora Futura, una red social (y próximamente también una App) que opera (por ahora) en España, México, Argentina y Perú, en la que los lectores se conectan y obtienen información, agenda, formación y referencias de libros en español. “Eso sí, es necesario que librerías, plataformas de distribución, bibliotecas, fabricantes de software apuesten por esta vertiente digital, puesto que tiene y tendrá muchos seguidores, especialmente entre los amantes de las nuevas tecnologías”.

Acaso ante este futuro incierto, muchas librerías redoblan su oferta más allá de la lectura. Como Tipos Infames o La Fugitiva, ambas de Madrid, que ofrecen vinos y cafés además de pilas de textos en busca de lector. O Lino, la microlibrería mutante que acaba de abrir en Barcelona la editorial Blackie Books, o el espacio La Uña Rota recientemente inaugurado en Segovia. “Vendemos nuestros libros, pero la idea es que el espacio sea fundamentalmente un lugar de encuentro cultural en el que expandir nuestra filosofía editorial con talleres, exposiciones, lecturas poéticas, presentaciones…”, explica Pedrazuela.

Distribución a golpe de clic

También la venta de libros físicos o digitales a través de la red desafía al sistema de distribución vigente. Sea con el famoso Print on demand, una alternativa cada vez más común en ediciones hechas desde el crowdfunding o editoriales como la flamante Nuevos talentos, o, para Pilar Álvarez, la gran amenaza de las editoriales, “las grandes megacorporaciones de distribución online, como Amazon, que ya son capaces de servir en una hora en las grandes capitales” con el reparto exprés Prime Now, para sus clientes Premium.

Para De la Flor, si Amazon consigue un monopolio de distribución “podría complicar aún más el sistema de distribución pidiendo un porcentaje mayor de beneficios”, pero también podría motivar cambios importantes, por ejemplo, “si hace que la política de precio fijo cambie”. El editor, con todo, es optimista respecto a su sector. “No hago más que ver crecer buenos lectores, librerías y editoriales”, asegura.