Premios literarios hay muchos. Muchísimos. Basta con pasear por las mil y una webs que los recogen para descubrir que no hay institución cultural pública o privada que se precie que no cuente con uno. O con doscientos.

Poetas hay más aún. Conocidos, reconocidos, ocultos, pioneros, diletantes, sorprendentes, prolíficos, incansables.

Como todos sabemos, la mayoría cuenta con un perfil en Instagram.

Así que podría parecer lógico que Ámbito Cultural de El Corte Inglés, que ofrece una programación sobresaliente y casi diaria en sus más de 20 espacios gracias al trabajo incansable de su dirección, formada por Gervasio Posadas y Pita Sopena –adecuadamente respaldados por los responsables de los diferentes ciclos culturales-, contara con su propio premio. De poesía, además, que es últimamente la niña mimada de las librerías, los festivales, los Premios Cervantes y, claro, las redes sociales, porque este poesía se desarrolla en Instagram.

Sin embargo, el Premio Nacional de Poesía Viva #LdeLírica, que tengo el placer de haber imaginado y desarrollado ya en tres ediciones, está plagado de sorpresas.

Para empezar, no nació solo, sino apadrinado por más de cien colectivos, creadores, editoriales y cómplices que lo difundieron por todo el país, pues es realmente un proyecto nacional, que persigue el talento en todas las ciudades de España, incluidas sus islas, y en todos sus idiomas.

Cuenta, además, con seis jurados, escogidos cuidadosamente entre los principales promotores del hecho poético de seis zonas de España diferentes. Que cambian cada dos años, sin excepciones, para garantizar absolutamente su imparcialidad y la renovación de su criterio.

Es, fíjense, un certamen sin dotación económica. Ni falta que hace: el premio consiste realmente en realizar una lectura en el Salón de Actos de la Real Academia Española, presidida por el retrato de don Miguel de Cervantes, que observa atentamente flanqueado por dos vidrieras que representan la Elocuencia y la Poesía, ni más ni menos. Acompañan al ganador, o ganadora, los mejores creadores de la actualidad: en 2019, Juan Carlos Mestre y Berta García Faet. En 2020, Olvido García Valdés y Martirio. Todos ellos, todas ellas, Premios Nacionales. ¿Paridad? No: superioridad femenina. Lógicamente.

Seguimos, sorprendidos y felices: el primer año se alzó con el galardón Miguel Sánchez Santamaría, un estudiante de poesía de 24 años con formación científica y una propuesta madura, contundente y escénica.

Porque de eso se trata: de escribir, recitar, defender y desplegar todos los recursos de la oralidad. Los hechizos, realmente, de la poesía viva, un término que hace referencia a la importancia de que el poema vibre, de que contenga un latido hecho de impulsos rítmicos y electricidad verbal. Porque según Lorca “poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”. Y lo que diga Lorca va a misa. Luego Nicanor Parra nos confirmó que “la poesía es la prosa que se mueve”. Y lo que diga Parra es verdad.

La segunda edición fue para la periodista y poeta Paloma Chen, 22 años de resistencia, memoria, verdad y rebeldía. Impulsada por el premio, Chen ha participado en encuentros de todo tipo, ha ofrecido entrevistas, su discurso se ha fortalecido y en estos momentos corrige el original de su primer libro, que será editado con el apoyo del Festival Irreconciliables de Málaga, uno de los jurados que la eligió.

No es que busquemos únicamente talentos jóvenes. Es que los talentos jóvenes arrasan.

Se cumplen así todos nuestros objetivos iniciales. Ser útiles, ser justos, ser el principio de un largo poema y una gran amistad. Ser, por encima de todo, transparentes. Por eso hay seis colectivos conformando el jurado. Por eso cambian. Por eso hay tres fases de clasificación.

Porque hace falta, en este batiburrillo contemporáneo donde la mediocridad se ha vuelto lamentablemente habitual, un poco de justicia. Poética, por supuesto. Y, sobre todo, porque cuando Ámbito Cultural me brindó la maravillosa posibilidad de soñar este Premio Nacional de Poesía Viva #LdeLírica,  no lo hice como gestor cultural. Pensé como poeta, como participante en otros premios similares. Y quise, simplemente, hacerlo un poco mejor.

No es tan difícil. Pensar bien, sin olvidar la ética y la estética, sin brusquedad, sin deslizarse por el tobogán de la costumbre y la imitación, buscando y disfrutando las sorpresas.  Si pensáramos como poetas, el mundo sería un poco menos fiero, ¿no creen?

Piénselo. Y participen.

Gonzalo Escarpa es coordinador de #LdeLírica

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