Tenemos hasta en la sopa muchísimas referencias de Alemania, como su fútbol o sus políticos -estamos siempre hablando de Angela Merkel-, pero apenas conocemos a escritores en lengua alemana. Sí hemos leído a los clásicos, como Bertolt Brecht, Goethe o Thomas Mann, y nos los han mencionado en el colegio. Pero, de escritores de los últimos años, no nos suena casi nada, con la excepción de algún Nobel como Gunter Grass. Y es porque apenas se traducen obras suyas al castellano.

Y, sin embargo, un país se puede conocer por su literatura, porque los autores suelen hablar de su sociedad, de sus problemas, de sus características. Y Alemania, además de que siempre ha tenido mucha mezcla de culturas, tiene un pasado reciente muy interesante a raíz de la caída del Muro, lo que le ha dado un carácter y unas preocupaciones muy concretas a sus escritores.

Así que recomendamos mucho la antología Confluencias, que recopila veinte textos que ha seleccionado Cecilia Dreymüller, corresponsal del periódico El País en Alemania, y edita Alpha Decay.

Todos los textos de la antología, inéditos hasta la fecha, están muy bien, aunque cada lector, por supuesto, tendrá sus preferencias. Hay relatos, por ejemplo, de la premio nobel Herta Müller o de Reinhard Jirgl, que son autores conocidos por escribir contra los totalitarismos, y hay relatos de escritores de generaciones más jóvenes, como Gregor Sander o Xavier Bayer.

Pero, para mí, los mejores relatos de la colección son los de dos autores que han sido migrantes a Alemania: una es Elfriede Jelinek, una autora austríaca que fue Premio Nobel, que también es activista y que es muy cañera; es, digamos, "la Tarantino” de las letras alemanas. Aquí publica un textito en el que parodia, de forma muy divertida y muy irónica, a un grupo de feligreses que está en una iglesia, analizando de forma muy ácida cómo se comportan allí.

También me ha gustado mucho el de Ilija Trojanow, un autor de origen Búlgaro afincado en Alemania, que es un tipo muy carismático, viajero, aventurero, y que tiene una forma de pensar muy bonita; una muestra de ello es que ha fundado una editorial africana para niños. Es muy divertida la parte de su relato, que por cierto se titula Retorno, en la que describe cómo la ciudad donde se ubica la narración huele a pimientos, porque son típicos allí. Dice: “Pimientos. Toda la ciudad olerá bien, eso seguro. Se habrá convertido en un negro pimiento asado. En cada balcón, en cada patio trasero, pimientos pelados, encogidos, tallos cortados sobre papeles de periódicos, cuchillos con restos carbonizados en la hoja”.