Martí Gironell (Besalú, 1971) retrata en la novela ‘El fabricante de recuerdos’ (Planeta) la España de principios del siglo XX a través de la mirada de Valentí Fargnoli, un fotógrafo ambulante que vivió en Girona en aquella época y es uno de los pioneros de la fotografía en nuestro país. Recorrió todas las comarcas gerundenses en bicicleta cargado con su trípode y una rudimentaria cámara y su buen hacer le llevó a ser invitado a documentar en 1906 la boda de Alfonso XIII y Victoria Eugenia en Madrid, un evento ensombrecido por el atentado contra el cortejo nupcial cuando se dirigía al Palacio Real. Y ahí empieza la ficción que relata esta nueva novela, la décima de este escritor y periodista apasionado por la historia.

Fargnoli está en el momento y lugar adecuado. Logra captar una imagen histórica que tuvo que conservar escondida durante décadas. “Quizá acabaron como muchas otras en el río, en Girona, porque eran comprometidas. ¿Pudiera ser que él hace estas fotos y no las publica porque pudieran perjudicarle por relacionarle con el atentado real?”, nos explica Martí Gironell en una entrevista en la que también habla de aquella España de principios de siglo, tan diferente de la actual.

‘El fabricante de recuerdos’ ha conseguido el premio Prudenci Bertrana de novela en su 55 edición. Se trata de un reconocimiento a una novela escrita en lengua catalana impulsado por la Fundación Prudenci Bertrana y un galardón especialmente emotivo para Martí Gironell porque juega en casa. Él mismo presentó estos premios durante muchos años y soñó con estar al otro lado.

"Todo ha ido de mal en peor en estos cinco años y la gente, en general, está muy desmotivada al ver que los políticos una vez más no han estado a la altura del pueblo"

En la entrevista le preguntamos también por la situación en Cataluña. Martí Gironell, que se declara independentista, está sumamente decepcionado. “Hay mucha tristeza y mucha desilusión. Todo ha ido de mal en peor en estos cinco años y la gente, en general, está muy desmotivada al ver que los políticos una vez más no han estado a la altura del pueblo. La mayoría te pedía una cosa y no han sabido encauzar el tema políticamente, pero también porque desde la otra parte no se ha querido escuchar”, asegura. En su opinión, el diálogo sería la clave para solucionar este choque de trenes, pero, lamenta, es imposible. “Es imposible que haya diálogo, que haya relación, porque siempre habrá uno en contra del otro y no hay manera de construir puentes, de llegar a medio camino”, comenta.

Entrevistamos al escritor y periodista Martí Gironell por la publicación de su décima novela 'El fabricante de recuerdos' (Planeta)

PREGUNTA.- ¿Cómo era aquella España de principios del siglo XX que retrata Valentí Fargnoli?
RESPUESTA.- Era muy, muy, muy diferente de la actual. Hay fotógrafos actualmente que están cogiendo el legado de Valentín Fargnoli para precisamente contrastar las dos Españas, los dos territorios, los dos paisajes, los de hace 100 años y los de ahora. Es un retrato de una zona que está muy trillada como la costa, pero también de la montaña. Son casi dos países distintos: la Costa Brava de ahora y la de hace 100 años que retrató Fargnoli no tiene nada que ver. Pero tampoco tiene nada que ver la miseria que se encontró, con la de ahora. Ahora está, perso se maquilla y antes se encontraba por la calle de manera muy expresiva.

"El legado de Fargnoli es una memoria colectiva, un retrato, la foto finish de aquel momento"

P.- ¿Había Photoshop en aquella época? ¿Se maquillaban de alguna manera, la realidad?
R.- No tenían modo alguno de maquillar la realidad. Pero sí Fargnolil fue el precursor del photocall. Trabajaba con tres decorados que utilizaba cuando retrataba a las personas en las fiestas mayores de su pueblo, una costumbre muy habitual. Eran gente humilde, que trabajaban en el campo o en el mar y se ponían sus mejores vestidos para ser inmortalizados, pero su casa se caía a pedazos. 

Fargnoli tuvo la suerte de recorrer todo el país, no sólo Cataluña, sino también España, porque él participó en un proyecto del comisario Adolfo Mas, que se llamaba el repertorio iconográfico de España, que consistía en retratar, en fotografiar todo el patrimonio de todo el país. Las fotografías reflejan un momento económica y políticamente muy convulso. Tuvo la suerte de poder entrar en los palacios de los duques, de los marqueses y de los caciques de la época y, al mismo tiempo, alternar con la gente más humilde, más sencilla, Su legado es una memoria colectiva, un retrato, la foto finish de aquel momento.

P.- ¿Su trabajo en la boda de Alfonso XIII fue real o es una licencia dramática?
R.- Ahí está la gracia. Poco se sabe de un fotógrafo ambulante de aquella época, pero todos los expertos con los que me he documentado coinciden en que recibe la distinción de Alfonso XIII después que haya hecho unas fotos de su visita en Girona y en Barcelona. Al rey le gusta el trabajo que hace y le da esta distinción especial para venir a Madrid el 31 de mayo de 1906 para tomar fotografías instantáneas de aquel momento histórico. ¿Qué pasa? Que estas fotos nunca se han visto, nunca se publicaron y además se sabe que a principios de junio se va dos años a Buenos Aires. Y es a partir de estas dos realidades planteo una hipótesis en la novela. ¿Qué paso con esas fotografías? Quizá acabaron como muchas otras en el río, en Girona, porque eran comprometidas. ¿Pudiera ser que él hace estas fotos y no las publica porque pudieran perjudicarle por relacionarle con el atentado real? Cuando haces novela histórica y encuentras estas lagunas los rellenas con la imaginación y con documentación para hacerlo verosímil

P.- ¿Cómo llegas a conocer a este fotógrafo?
R.- Llega antes su obra que él. Yo soy de Besalú, que es un pequeño pueblo al norte de Girona que está repleto de románico y él fotografío este patrimonio. La primera foto que vi fue una fachada de un antiguo hospital románico de Besalú y me quedé embelesado por cómo lo lo retrató, con una luz y una perspectiva distinta de muchas otras que he visto. Y empecé a interesarme por estas fotos de este hombre que firmaba V. Fargnoli y que tenía como un trazo así como movido, que luego entendí por qué: eran placas de cristal donde ponía el nombre al revés, por lo que no podía escribir de manera tan perfecta.

Esto lo aprendes una vez entras en su historia, aprendes también cómo se revelaban las fotos, que el proceso era largo, laborioso y muy artesanal. Por eso creo que también era un momento de homenajear a esta gente, que construyeron esta memoria colectiva de manera casi épica o heroica, montados en bicicleta, con el trípode y la cámara al hombro. Retratan un tiempo irrepetible, único... Es el momento de las fotografías post-mortem de los niños, familias que cuando se les muere un crío a una edad muy temprana llaman al fotógrafo para que inmortalizar su imagen.

Estamos a principios del siglo 20 y de ahí viene el ya veremos. Cuando la gente se iba de excursión, por ejemplo, se llevaba un fotógrafo para que pueda inmortalizar aquellos momentos y ahí nace la expresión. Era una imagen en una incertidumbre de seis fotos [trabajaba solo con seis placas] que podían quedar movidas o que la luz no estuviera bien. Imagínate cómo trabajaban y con que a la incertidumbre él llegaba a las tantas de la noche a su casa y se ponía a revelar con un nudo en el estómago. ¿Habrán salido bien? 

"Lo que me pone a escribir una novela histórica es que encuentres una historia o un personaje que te atrae"

P.- Es un retrato de una época. Si te vas a medida que vas publicando en novelas, te vas acercando más a la época contemporánea. ¿Te planteas escribir una novela en la época actual o sigues estando muy cómodo en la novela histórica?
R.- Lo que me pone a escribir una novela histórica es que encuentres una historia o un personaje que te atrae. Por ejemplo, la novela más cercana a nuestros días que he escrito es la que publiqué en 2018, que se llamaba La fuerza de un destino, que es la historia de Jean León, la historia de Ceferino Carrión, un santanderino de las Américas que decide irse a Estados Unidos. Allí tuvo la suerte de conocer a una serie de gente con aspiraciones y sueños. Eran Paul Newman, Natalie Wood, James Dean, con quien arranca un restaurante que se llama La Escala donde va todo Hollywood a comer, y cuando vuelve a España crea su propio vino, que es el que se va a servir en la Casa Blanca cuando llegue Ronald Reagan al poder. Porque 30 años atrás, hablando de sueños con James Dean y un tal Ronald Reagan, él dijo que quería hacer un vino y elaborar un vino. Y él le dijo 'Pues yo aspiro a ser presidente de Estados Unidos y el día que llegue vamos a brindar con tu vino', cosa que realizó.

Pero también me fascinó, a vida de un monje de Montserrat que se llamaba Bonaventura Ubach que es nuestro Indiana Jones y que se fue al Próximo Oriente Bíblico para contrarrestar los textos bíblicos con la realidad y crear el Museo Bíblico de Montserrat y traerse para Monserrat desde momias que compró a tocateja en El Cairo, hasta piezas mesopotámicas increíbles. Esto me zambulló a principios del siglo XX en un Irak completamente distinto del actual, donde conviven todas las religiones sin ningún problema.

P.- La novela histórica, aunque es compleja la documentación supone una ventaja porque ya te da un entorno estupendo, ¿es complicado encajar tus historias y tus personajes en esa realidad?
R.- Para que el relato sea creíble y verosímil tiene que encajar con lo que pasaba en aquella época, con lo cual hay veces que rechinan algunas cosas, pero lo vas puliendo. Esta es mi décima novela y trato de que no se vean las costuras de artefacto. Tienes que reconstruir aquella época a partir de los documentos que muchas veces son muy fríos y hay que darles vida. Tienes que ir más allá, igual que las fotografías, de las miradas que recibes, de la gente que está en la fotografía o del momento que está capturado. En este caso, el lector tiene que ver cómo era la España de aquel principio del siglo XX gracias a los ojos y la sensibilidad de un hombre como Fargnoli que se plantea hacer una foto de un pueblo de mar, pero desde el mar, con los medios de entonces y montado con su trípode en una barca. Entonces era un reto.

"Fargnoli renegaba de toda la tecnología que iba apareciendo porque se fíaba mucho de su oficio"

P.- Si hubiera vivido ahora, con los drones, los móviles... ¿que habría logrado con esa mirada tan especial?
R.- Él renegaba de toda la tecnología que iba apareciendo porque se fíaba mucho de su oficio. Fue autodidacta totalmente. Su hermano Adolfo Fargnoli hacía unas arquetas que eran muy apreciadas por la gente bien de entonces, políticos, marqueses etc. adronaban sus salones con estas arquetas pintadas a mano con un gusto exquisito. A partir de una de estas cajas, construyó su propia cámara de fotos y empezó con la fotografía. Valnetí Fargnoli se fiaba de su ojo, de su olfato y de su sensibilidad.

P.- Este libro es muy especial también para ti, porque viene con un premio bajo el brazo y no un premio cualquiera, ¿te sientes profeta en tu tierra?
R.- Ganar el Premio Prudenci Bertrana para mí es muy fuerte y, por otro lado, siento mucha responsabilidad. Jugar en casa es muy delicado y puede ser peligroso, pero a la vez te da una gran satisfacción. Evidentemente me hace mucha ilusión porque yo presente este premio muchos años y siempre pensé que algún día me gustaría que fuera al revés y que me llamaran a mí para recoger el premio. Pero no tenía una historia con la que presentarme y aquí lo tuve muy claro. Para mí es un regalo y un sueño hecho realidad.

"Cuando ves que el político, en general, no está por lo que tiene que estar, la gente va desconectando"

P.- ¿Cómo están las cosas ahora en Cataluña? ¿Estáis más tranquilos en relación al independentismo?
R.- Hay mucha tristeza y mucha desilusión. Todo ha ido de mal en peor en estos cinco años y la gente, en general, está muy desmotivada al ver que los políticos una vez más no han estado a la altura del pueblo. La mayoría te pedía una cosa y no han sabido encauzar el tema políticamente, pero también porque desde la otra parte tampoco se ha querido escuchar. Cuando ves que el político, en general, no está por lo que tiene que estar, la gente va desconectando.

P.- ¿Se podrá reconducir algún día la situación?
R.- La palabra claves es voluntad, cuando no hay voluntad de diálogo, de relación con el otro, cuando te cierras en banda, es imposible que haya relación, porque siempre habrá uno en contra del otro y no hay manera de construir puentes, de llegar a medio camino.

P.- ¿Tú eres independentista?
R.- Creo en una Catalunya que pueda ser independiente de España, económicamente, culturalmente y políticamente. Pero si España no lo entiende, creo que es muy difícil que pudiera llegar a ser.

P.- ¿Y una Cataluña dentro de un Estado Federal?
R.- Esto se planteó y tampoco. No podemos ir solos, pero ya que nos quedamos o que nos tenemos que quedar, ¿por qué no se ofrece una una buena solución para que te puedas sentir cómodo en esta federación?