El año pasado, la editorial Periférica publicó en español el estupendo libro Agnés, de Catherine Pozzi. Un breve texto que esta autora del siglo XIX inspiró en su propia adolescencia, recogiendo las cartas en que las que una joven se dirigía a un hombre ficticio pero ideal, aquel con quien esperaba casarse en el futuro, para contarle cómo iba avanzando en la educación que entonces se ofrecía a las mujeres (buenos modales, religión, música…). La grandeza de la obra reside en la evolución del contenido de las cartas, donde, quien las escribe, va exponiendo cómo nacen y crecen sus dudas sobre esa educación, en especial en relación con las diferencias respecto a la que se les inculcaba a los hombres y a aspectos religiosos. Son unas reivindicaciones que siempre expresó con fervor la propia Pozzi, no solo una de las pocas mujeres decimonónicas que se atrevieron a ser escritoras, como Flora Tristan, George Sand o Rachilde: con sus ideas y su concepción de la literatura, ejerció una influencia fundamental –eso sí, en la sombra- en grandes autores como Rilke o Paul Valery (éste último, además, fue amante suyo).


Ahora, la editorial Sexto Piso publica un libro que sigue la estela de Agnes. Se trata de Del Color de la leche, encumbrado por el Gremio de Libreros de Madrid como el Libro del Año 2014 y que es el primer título traducido al castellano de su autora, la dramaturga y novelista Nell Leyshon, una de las principales firmas de la literatura inglesa actual. Con su primera novela, Black Dirt (2004), fue candidata al Orange Prize for Fiction, acumula en su palmarés galardones como el Premio Evening Standard Theatre, y su pieza Bedlam ha sido la primera obra escrita por una mujer para el Shakespeare’s Globe Theatre.


Del color de la leche es una joya de 150 páginas que ya sorprende por su forma: se trata de una larga carta que la autora escribe, en primera persona, desde el personaje de una adolescente nacida a finales del siglo XIX, que le cuenta al lector cómo aprender a leer y escribir salvó su vida, le dio libertad y le abrió un mundo al que desviarse de su triste realidad, marcada por una cojera, la dureza de la vida rural, trabajando en una granja, y los maltratos y la falta de afecto en su familia. En un sorprendente texto que equilibra la sencillez sintáctica en la escritura de un personaje apenas alfabetizado, y la potencia expresiva de una escritora de la categoría de Leyshon, Mary –así se llama la protagonista- nos cuenta cómo abandonó su hogar cuando la vendieron como esclava para trabajar como interna en una vicaría, y allí descubrió la Biblia, con la que aprendió a leer, a escribir y a pensar, algo impropio de la mujer del siglo XIX.


Ese culturización a partir del texto sagrado es una metáfora de lo ocurrido en la Historia de la Literatura Inglesa, donde la Biblia del Rey Jacobo (también conocida como Biblia Autorizada) ejerció una influencia esencial en los escritores, especialmente en el léxico. Además, el carácter marcadamente sensorial y bucólico del libro, a veces con un punto salvaje que recuerda el tono de Dylan Thomas, Ernest Hemingway a David Vann, nos traslada perfectamente a la vida en una granja del siglo XIX, una granja en la que la protagonista vive en una familia de amargados, que la hace tremendamente infeliz a base de un catalogo de agravios que incluye maltratos, pero que, cuando abandona, añora, descubriendo así el peso que tiene en nosotros el extraño concepto de hogar, y la peligrosa dominación psicológica que los maltratadores pueden ejercer sobre las personas que maltratan.


Una vida, la de Mary, común a tantas mujeres del siglo XIX, a las que la educación y la tradición volvía, en gran medida, invisibles, capando sus ambiciones. Una vida que se transforma cuando la protagonista obtiene el poder de leer y escribir, y así, pensar y varlorar. Del color de la leche es una obra sencilla pero efectiva, que nos plantea la pregunta de qué habría pasado si en el siglo XIX las muchachas jóvenes hubieran aprendido a leer y escribir, en lugar de consagrarse a las labores domésticas.


 Hablemos de todo ello con Nell Leyshon.


¿Cómo se le ocurrió la idea de esta novela?


Primero descubrí al personaje, lo visualicé. Después, empecé a hacerme preguntas sobre cómo habría sido su vida en el siglo XIX si hubiera tenido las oportunidades que tienen las adolescentes de hoy, a las que debía parecerse en algo, porque los adolescentes de cualquier época y lugar tienen las hormonas revolucionadas, por más que unos puedan ser más maduros que otros. A partir de ahí, me pareció que lo más potente era que la propia Mary, la protagonista, escribiera la historia.


Para las descripciones, ¿investigó los detalles de la vida agrícola en la década de 1830?

La verdad es que no, prácticamente nada. No soy muy partidaria de la documentación para libros de ficción. Creo que termina conformando textos áridos. Prefiero utilizar la imaginación, y después, comprobar que no he dicho nada excesivamente descabellado.


Esta no es una novela realista, pero tal vez sí pueden encontrarse paralelismos con obras de mujeres del siglo XIX como Madame Bovary, Rojo y negro, Anna Karenina

Sí, son referentes. Pero, incluso en esos textos, fíjate que se destacan solo los aspectos cotidianos de las vidas de esas mujeres, a partir de una reivindicación muy concreta. No son estudios sociológicos.


La obra está narrada en primera persona, pero una primera persona muy especial, que tiene que conservar la calidad literaria sin dejar de dar la sensación de estar escrita por alguien que acaba de aprender a escribir y leer…


En efecto. Pero no creas que eso dificulta más labor, al contrario: escribir en primera persona, y sobre todo en una primera persona como esta, te permite más libertad. Lo que es imprescindible es hacerte una con voz propia, y mantener su coherencia.


Usted es dramaturga, me imagino que el proceso de creación de los diálogos es similar a lo que acaba de contar.


Exacto. Me resulta más fácil escribir obras de teatro por esto. Es cuestión de práctica, de estrategia. Creas un personaje, le das unas características y una personalidad muy concretas, te metes en su fantasía y te lanzas a pensar y a hablar como él.


¿Qué habría pasado si las mujeres del siglo XIX hubieran podido leer y escribir?


Esa pregunta, que se desprende de mi libro, es devastadora. Habrían tenido derechos como persona, los derechos liberales que, ya en la época que vivieron, una época de grandes cambios ideológicos y sociopolíticos, empezaban a reivindicarse. Habrían podido ser autónomas, independientes. Millones de mujeres habrían tenido dignidad. ¿Por qué pasó lo contrario? Tal vez por una cuestión de concentración de poder y riqueza en un elitista grupo de hombres. Pensando en el momento actual, donde muchos colectivos siguen sufriendo discriminación, creo esa puede ser la respuesta, el deseo de dominación por parte de unos cuantos sobre otros.


Hay otro paralelismo con la época actual y tiene que ver con la dominación doméstica. Se dice que, a veces, las mujeres maltratadas entran en un bucle de dependencia respecto a su maltratadores que lleva a veces a justificarlos. Sufren una especie de Síndrome de Estocolmo. Algo así le ocurre a Mary.


Puede ser… Durante sus primeros años de vida, hasta que la venden como esclava, ella no es consciente de que existe otro modo de vida más que esa dominación, esos maltratos. Al marcharse de casa, llega a añorar aquello porque el nuevo escenario no es mejor. Tal vez no justificase a nadie, simplemente no conocía otra cosa. Y ese es peligro de no educar, de no hacer ver a la gente que tiene opciones de vida, posibilidades, dignidad. Y es, efectivamente, un tema muy actual en muchos sentidos.


 A usted, como escritora, ¿cómo la salvó leer y escribir?


No sé hacer otra cosa. Poder vivir de las propias fantasías de uno es algo maravilloso.


Del color de la leche es la primera de sus obras que se traduce al castellano. ¿Qué espera de los lectores españoles?


He vivido varios años en Madrid. El lector español es muy apasionado. Enseguida se crea una opinión de la obra y la comparte, recomienda los libros. Es genial, da un sentido especial al trabajo de un escritor.


Del color de la leche. Editorial Sexto Piso.