En este encuentro el autor de Identidad opina sobre la libertad de su literatura, lo mucho que se escribe en la actualidad y divide el canon literario en dos: el artístico y el impuesto. El escritor presentará su nueva novela en la Casa del Libro de Fuencarral, de Madrid, el próximo 3 de octubre con la periodista Teresa Montoro.

Pregunta: - ¿Tu escribes por necesidad? ¿Qué harías si no pudieras escribir?

Respuesta: - Escribir no es una necesidad en sí, sino más bien una forma de vida, de compartir tus pensamientos y tus sentimientos con los demás, igual que un pintor puede hacerlo a través de sus cuadros. Creo que podría vivir sin escribir durante varios días seguidos, pero sí es cierto que ponerte delante de un ordenador, o de una página en blanco, me ayuda a ser yo mismo. De hecho, hago otras muchas cosas que me tienen entretenido gran parte del día, pero la vinculación con la escritura es distinta, es una forma de estar en el mundo, de observarlo, de describirlo, de situarse fuera…

¿Si no pudiera escribir? Todas las personas pueden escribir, pero la mayoría no lo hacen y sobreviven. No es una necesidad imperiosa en la que te va la vida, tampoco es eso. Pero existen otras muchas formas de compartir. Un cineasta comparte, un pintor comparte, un camarero comparte… creo que la esencia del ser humano debe ser esa, aunque nos hayamos vueltos más egoístas que nunca, aunque no seamos capaces de hablar al otro a no ser por un mensaje de texto. Podría hacer muchas cosas, pero siempre con la misma actitud, hacia fuera, no hacia dentro.

P: - ¿Primero imaginas y después escribes o te la pasas escribiendo, aunque no imagines?

R: - No imagino a priori una historia. Primero, veo la realidad. Es ella la que me habla, la que me inspira una historia. No suelo inventar de la nada, sino de hechos que ocurren, de personas que me hablan y me dices, imágenes que me llaman la atención y merecen ser contadas. A partir de ese momento, incorporo esa realidad a mi vida, la hago mía y empiezo a contarla, habitualmente introduciendo elementos de esa realidad en mi vida. A partir de ahí, escribo, teniendo muy claro lo que quiero decir, la meta que quiero alcanzar. Solamente el camino hasta llegar a ella es pura improvisación, porque los personajes de esa realidad hablan por sí solos, tienen vida propia. Sería incapaz de escribir sin esa imagen previa, aunque la adorne después con otros elementos completamente irreales y fantasiosos. Me interesa contar cosas que suceden cerca de nosotros, el presente cotidiano, pero también que me lo cuente la persona que lo vive en primera persona, haciendo de ella mi protagonista de mi historia, la protagonista de su propia vida recreada en mis relatos o novelas, convirtiéndome con ella en personaje de mis propias historias, compartiendo con mis protagonistas un espacio donde vivimos ese trazo de realidad que intento, primero descubrir, después describir. Por eso mis historias parecen tan reales, porque lo son en el fondo.

P: - ¿Para ti la identidad es un punto de llegada o es un camino?

R: - La identidad es uno mismo, con lo cual es tanto la meta que como persona debemos alcanzar, como también el camino que debemos recorrer para llegar hasta ella. No somos un objeto confeccionado de fábrica, sino seres que van creciendo y madurando, que van conformando su propia identidad, que no es algo fijo, sino que se va alimentando en su contacto con otras realidades, con otras identidades, hasta alcanzar su destino.

P: - ¿Te sientes parte de una literatura, venga de una geografía, un género o un estilo?

R: - No. Me puedo sentir identificado con un territorio, por supuesto. No puedo negar que sea andaluz, además me siento orgulloso de serlo, pero mi procedencia no condiciona para nada lo que hago. Las personas que me lean podrán pensar que, al hablar de luz, de ciudades que conozco por cercanía, es una forma de condicionar lo que escribo, pero las historias que cuento, siendo siempre presentes, no están condicionadas por un espacio concreto, para nada. Podrían acontecer en cualquier lugar del mundo, con otro clima, con otras calles o en otros idiomas. Yo cuento, desde Cádiz o desde Sevilla o desde Barcelona una historia, pero esa historia se puede trasladar a cualquier otro contexto. Sí puedo decir que son historias de presente, de mi presente, del presente contemporáneo, pero sin un estilo o género definido. Cuento, simplemente; y lo que cuento son realidades personales donde hay amor, desamor, amistad, erotismo, soledad… es decir cuestiones cotidianas, porque la vida, la mía y la de cualquier, está cargada de esas emociones que disfrutamos y padecemos día a día. No pienso en las etiquetas, ni creo que mi literatura pueda etiquetarse, después cada lector es libre de ponerle un adjetivo a lo que lee.

P: - ¿Sientes que demasiada gente está escribiendo o no te importa?

R: - Si algo valoro en la vida es la libertad. La libertad de la que disponemos cada uno para hacer lo que considere oportuno en cada momento, con el único límite de la libertad de los demás. Si todas las personas quieren dedicarse a escribir, están en su derecho. No soy más que nadie, ni menos tampoco. A partir de ahí, sí es cierto que veo un mercado editorial bastante condicionado por demasiados factores que no son estrictamente literarios. No llegan al mercado literario los mejores libros, sino los que interesan más que lleguen por determinados intereses, sean económicos, personales, ideológicos, etc. A eso juegan las editoriales, las librerías, los medios de comunicación… existe en torno a este mundo todo un mercadeo no literario repleto de intereses, no de historias que contar. Pero es algo general a la sociedad actual, lo mismo sucede en todas las artes. Se vende lo que interesa vender, no lo que puede aportar algo. Es consumismo dirigido en su sentido amplio, y el libro ha entrado de lleno en ese trapicheo espantoso, pero es lo que hay desgraciadamente.

P: - ¿Qué es el canon literario?

R: - Relacionado con lo que te he dicho antes, debemos separar el canon literario en su sentido estricto, las obras que han logrado trascender en un momento determinado por su originalidad, por su calidad, hasta convertirse en universales; obras que se han convertido en clásicos, referencia para todas las personas que amamos la literatura; pero también podemos hablar de otro tipo de canon, la literatura impuesta. En un momento determinado puede interesar difundir un concepto, una idea. Alguna editorial lanza un producto y todas las demás le siguen. Para unos es cuestión de simple adoctrinamiento, para otros es cuestión de negocio. Por ejemplo, en este país estamos acostumbrados a publicar cosas muy estereotipadas según la temática: seguimos hablando de nuestro pasado, o hablamos de política, o hablamos de sociedad. Aquí puede publicar su historia cualquiera, porque lo que cuenta está dentro de esa estructura diseñada de marketing. Es triste que ese sea el nuevo canon impuesto, pero está claro que como lectores somos capaces de tragarnos cualquier cosa.

P: - ¿Quién es Jose Acevedo?

R: - Una persona normal con demasiadas inquietudes por compartir historias, con una vida intensa que intenta prolongar en el tiempo. Cuando empecé en esta historia, iba construyendo la trama a través de la opinión de ciertas personas cercanas a mí, con lo cual podía ir circulando en función de los puntos de vista de esas personas. Construía historias llenas de vida. Años después sigo haciendo lo mismo. Un día le pedí a Aurora que me ayudara a escribir una novela. Gracias a ella, a sus emociones, a sus vivencias, a sus sentimientos, estamos edificando nuevas historias que parecen vividas por nosotros mismos, porque las vivimos en primera persona, uniendo las cuatro manos en una sola dirección, hacia la construcción de un final definido previamente. Como escritor, simplemente es unir esfuerzos para compartir realidades. Como persona, además, un fuerte compromiso con la realidad que me rodea y con las personas que sufren, levantando la voz si procede ante las injusticias.