Con cuatro películas en catorce años, Jessica Hausner se ha convertido en una de las voces más personales y estéticamente llamativas del reciente cine austríaco. Amour fou, su última película, supone un desconcertante y magnífico acercamiento a los últimos días del poeta Heinrich von Kleist y Henriette Vogel previos a su suicidio pactado.

 

Desde Lovely Rita (2001), Hausner ha ido confeccionando una filmografía corta pero coherente en la que cada película constituye un paso más en su asentamiento y búsqueda de un estilo personal. Atenta a la confección del plano como unidad mínima del lenguaje cinematográfico y a su relación a través del montaje, el cuidado escénico de Hausner era ya patente en su segunda película, Hotel (2004), un thriller psicológico en el que importaba más la construcción de una atmósfera y de una inquietud que la propia trama, con una arquitectura del encuadre de un gran formalismo combinado a la perfección con movimientos de cámara inquietantes. En Lourdes (2009), película con la que se da a conocer de manera internacional, Hausner nos introduce en el famoso santuario acompañando a una enferma en silla de ruedas para realizar una película extraña y diferente, magnífica, en la que las creencias y el show de la fe se dan la mano para lanzar una mirada crítica y algo satírica a un mundo cerrado en sí mismo. Amour Fou (2014) se distancia en muchos aspectos de sus anteriores obras y sin embargo es una suerte de perfecta culminación de ellas.

 

 

 

 

 

La película se adentra en los últimos días del poeta y novelista alemán Heinrich von Kleist, quien en 1811 se suicidó tras disparar a Henriette Vogel, con quien había pactado el doble suicidio. Von Kleist, símbolo del Romanticismo alemán, murió con apenas treinta y cuatro años tras una intensa vida dedicada a la creación literaria presidida por un constante desde de morir cuanto antes. En busca de una compañera con la que realizar dicho tránsito, el poeta conoció a una aristócrata interesada por la cultura y que sentía una cierta atracción intelectual hacia él. Además, Henriette es diagnosticada enferma terminal, algo que la anima a tomar la decisión que acabará con su vida.

 

 

Si bien la resolución final de Amour Fou difiere en algunos elementos de aquello que narran las crónicas de la época, lo interesante es que toma una de las esencias del pacto de suicidio: no fue una muerte por amor, a pesar de la creencia del marido de Henriette al final, y acaba convirtiéndose en la esencia de la película. Concebida de una manera anti románica en el sentido desaforado y sentimental que el término ha ido adquiriendo desde el siglo XIX, la película es, paradójicamente, romántica, al menos desde una postura intelectual antes que emocional.

 

 

 

 

 

Hausner vuelve a usar el distanciamiento como postura estética, quizá de manera más enfatizada que en sus anteriores obras. Mediante la creación de unos planos formalmente perfectos, la cineasta apuesta por evidenciar el carácter artificial y de reconstrucción de la película, con un trabajo visual pictórico y algo teatral pero que, sin embargo, viene dado gracias a la puesta en escena cinematográfica de Hausner, creando un desconcertante acercamiento a los hechos. Con claras reminiscencias a La marquesa de O, de Eric Rohmer, en algunos detalles, pero alejada en propósitos y resultado, Amour Fou supone quizá la más fría aproximación al Romanticismo que se recuerde, quizá porque la directora lo que propone es una distancia para poder llegar con más profusión a los personajes y a sus vicisitudes; también apuesta por un cierto humor (la película, de manera más bien sui generis, puede que sea incluso una comedia, elementos para ello los tiene). Pero lo relevante es que esa postura formal hace que el espectador se centre en cada plano, en cada detalle, gracias a un minucioso trabajo de elaboración de cada plano y de cada encuadre, de un juego perfecto con el cromatismo. Todos los elementos del decorado y los personajes crean un perfecto sentido geométrico que transmite un orden que, sin embargo, parece no corresponderse con la exaltación interna de los personajes.

 

 

 

 

 

El deseo de morir de los personajes viene, además, contextualizado por los cambios europeos tras la revolución francesa, algo que Hausner utiliza para que la decisión personal de acabar con su vida (algo tan del Romanticismo) sea también una suerte de metáfora, o de constatación, de la muerte de una sociedad o de una forma de organización social compuesta por la afectación y por una postura fuera de la realidad. La angustia interna de Henriette, de hecho, parece nacer de una profunda insatisfacción vital causada por una vida indolente, aburrida, sin sentido alguno. De ahí que opte por acabar con su vida, como el poeta, pero lo hacen desde una elección tan fría como la propia película, porque Hausner no convierte en héroes a sus dos protagonistas, ni juzga sus acciones, simplemente se sitúa frente a ellos. No hay nada desaforado en su decisión, sino simplemente la materialización de un profundo deseo de morir. No mueren por amor, sino por necesidad. Y en este punto, Amour Fou es una película profundamente romántica a la vez que no lo es. Una obra magnífica.