En la contracubierta de esta novela de minuciosa narrativa se alude a que Serge Carrefax, el protagonista de C, es "un Tintín nihilista con matices kafkianos". La referencia no es baladí y en seguida llama la atención del lector: primero porque el propio autor, Tom McCarthy, escribió un delicioso ensayo titulado Tintín y el secreto de la literatura (publicado aquí, antaño, por la editorial El Tercer Nombre); y, segundo, porque al igual que el personaje de Hergé, Carrefax es un hombre que recorre diversos países en tiempos convulsos a principios del siglo XX, y que se ve envuelto en análisis de códigos de radio, vigilancia de "actos de blasfemia telecomunicativa", sesiones fraudulentas de espiritismo e incluso participación en la Primera Guerra Mundial como piloto de aviones. Si alguien tuviera tiempo para estas investigaciones, le sería beneficioso releer Las aventuras de Tintín mientras acomete la lectura en paralelo de esta exigente novela, C, porque seguramente contengan multitud de guiños y vínculos y homenajes y que a mí, antiguo lector de Hergé, ahora mismo se me escapan. 

Tom McCarthy, además de elegir ese modelo como referencia, ha construido una novela de factura clásica, una historia del estilo de las de Joseph Conrad, Charles Dickens o Alexandre Dumas, con cambios continuos de escenarios, vidas cruzadas y décadas de azares y vicisitudes. Pero lo ha hecho, una vez más, con cierta forma postmoderna (no olvidemos que es el autor de Residuos, Satin Island y Hombres en el espacio, novelas en las que rompe conceptos y nos conduce por senderos inesperados), con un ritmo dinámico y continuos saltos en el tiempo y en el espacio, y tampoco es baladí que algunos críticos hayan mencionado a William Burroughs en sus recensiones sobre el libro. A McCarthy le obsesionan los códigos, las ondas de radio, las mutaciones, el impacto de la tecnología en las conductas del ser humano.

Sus descripciones en la novela rozan lo obsesivo, y hay una voluntad de ser preciso y exhaustivo en el lenguaje que puede apabullar a quienes sólo consumen best-sellers (ojo: yo también los consumo, pero mi dieta lectora es muy variada). Serge Carrefax es testigo de actividades, empleos, lugares y relaciones en las que aprovecha para desplegar su erudición (algunos tramos son mucho más entretenidos e interesantes que otros): talleres donde se manufactura seda, un balneario donde Serge trata de curarse de una dolencia, la participación en la guerra como piloto, su reclusión en un campo de prisioneros, las sesiones públicas de espiritismo… Con él paseamos por París, Londres, El Cairo… C es otra muestra de la capacidad que posee Tom McCarthy para sorprendernos: cada novela es radicalmente diferente a la anterior.