No hubo tiempo para el bostezo. Los MTV Video Music Awards de 2025, celebrados en la UBS Arena de Nueva York y presentados por LL Cool J, arrancaron con descaro ochentero y acabaron como un manifiesto de pop en presente continuo: Ariana Grande coronada con el Vídeo del Año y el premio a Mejor Vídeo Pop por brighter days ahead; Lady Gaga, gran nominada, proclamada Artista del Año y corriendo acto seguido hacia su concierto en el Madison Square Garden; Mariah Carey, al fin, en el panteón del Michael Jackson Video Vanguard; y Ricky Martin, reconocido como el primer Latin Icon de la gala. La retransmisión, por primera vez en CBS además de MTV y Paramount+, consolidó un cambio de era televisiva para la ceremonia.
Ariana Grande protagonizó uno de los momentos más comentados de la noche con un agradecimiento tan preciso como político: “gracias a mis terapeutas y a la gente gay”, dijo al recoger el premio a Mejor Pop, frase que resonó en una edición marcada por el discurso de salud mental y por la visibilidad LGTBI que el pop mainstream ya no elude, sino celebra. La artista, que también subió a por el Moon Person de Vídeo del Año por brighter days ahead —la pieza audiovisual de 26 minutos que expande el universo de Eternal Sunshine—, compartió a su vez un guiño íntimo al recordar la participación de su padre, Edward Butera, en el vídeo.
Lady Gaga, que partía como favorita con 12 nominaciones, se llevó Artista del Año y, fiel a su palabra, cumplió doblete: discurso intenso en Elmont y actuación pregrabada desde el Madison Square Garden, donde la víspera había filmado para los VMA un set que unió Abracadabra —de su álbum Mayhem— con The Dead Dance, su aportación musical a la segunda temporada de Wednesday. “Ser artista es una disciplina y un oficio para llegar al corazón de alguien…”, dijo antes de dedicar el premio a su público y citar a su pareja y colaborador creativo, Michael Polansky. El segmento visual, firmado para televisión, integró elementos del videoclip de The Dead Dance dirigido por Tim Burton y rodado en la Isla de las Muñecas de Xochimilco, México: gótico camp, coreografías de pesadilla y la teatralidad que ha hecho escuela.
La condición de “gala de memorias” se hizo explícita con la entrega del Michael Jackson Video Vanguard a Mariah Carey. Ariana Grande presentó el reconocimiento con una frase que sintetiza una época —“como vocalista, solo hay una reina: Mariah”— y Carey devolvió el cariño con un medley que viajó de Fantasy y Heartbreaker a We Belong Together y Obsessed. En su discurso, la cantante ironizó con que era su “primer VMA”: cuesta creerlo, pero así era. Una justicia tardía para quien, además, se llevó Mejor R&B por “Type Dangerous”.
La otra gran ovación llegó cargada de guitarras y duelo. El homenaje a Ozzy Osbourne —fallecido en julio a los 76— reunió a Steven Tyler y Joe Perry (Aerosmith), YUNGBLUD y Nuno Bettencourt en un popurrí con Crazy Train, “ Changes y Mama, I’m Coming Home. Un recordatorio de que MTV no solo fabrica ídolos, también vela a los suyos. En una pantalla, la familia Osbourne devolvió el gesto con un mensaje que conectaba generaciones y televisión: no hay que olvidar que The Osbournes fue uno de los reality fundacionales del canal.
Y, por fin, el capítulo latino que explica cómo suena el planeta: Ricky Martin, primer Latin Icon Award de la historia de los VMA, prendió la mecha con un medley de Livin’ la Vida Loca, Pégate, María, Vente Pa’ Ca… y dedicó el premio a sus cuatro hijos. Veinticinco años después de su debut en la gala, el puertorriqueño volvió a subrayar que la música latina ya no es invitada: es columna vertebral del pop global.
Sabrina Carpenter y Tate McRae aportaron dos lecturas opuestas —y complementarias— del pop coreográfico. Carpenter convirtió Tears en un manifiesto queer de alto voltaje: flanqueada por artistas de drag y ballroom como Symone y Laganja Estranja, desplegó pancartas con consignas pro-trans —"In Trans We Trust", “Dolls, Dolls, Dolls”— y cerró entre efectos de lluvia que reforzaron el dramatismo del número, en sintonía con el imaginario de su video.
Por su parte, McRae hizo gala de su dominio físico con una puesta en escena de estética mitológica —inspirada en Medusa— y una ejecución milimétrica sobre Sports Car: un vestuario blanco minimalista, cuerpo de bailarines masculino y acrobacias que la consolidan como heredera contemporánea del pop-dancer de estadio, más cerca del vértigo cinético que de la pirotecnia gratuita.
En definitiva, los VMA 2025 dejan una foto nítida: Ariana Grande y Lady Gaga marcaron el ritmo, el palmarés reconoció trayectoria (Mariah Carey, Ricky Martin) y memoria (homenaje a Ozzy Osbourne), y el relevo generacional se apuntaló con Doja Cat, Sabrina Carpenter y Tate McRae. La fórmula de grandes actuaciones, mensajes de salud mental y diversidad, y premios con peso simbólico funciona y ordena la conversación pop. A partir de aquí, giras, nuevos lanzamientos y el pulso entre divas medirán su impacto frente a esta vara.