El 12 de septiembre de 2012, con Barack Obama en la Casa Blanca, se produjo el asalto del consulado estadounidense en Bengasi, Libia. Comenzó como una protesta contra la película La inocencia de los Musulmanes, y acabó como la toma del consulado, y, después, con el asedio organizado al cuartel de la C.I.A. en la ciudad durante toda la noche. El embajador norteamericano Christopher Stevens, fue una de las víctimas, falleciendo por inhalación de humo. Durante toda la noche, atrincherados en el cuartel, unos cuantos hombres soportaron el ataque, esperando a que llegaran desde Trípoli refuerzos. 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi, la nueva película de Michael Bay, a partir del ensayo escrito por Mitchell Zuckoff según el relato de algunos de los miembros del equipo de seguridad que contuvieron el ataque y, a la sazón, protagonistas de la película.

Tras las cuatro películas –y todavía faltan por venir- sobre los Transformes, y Dolor y dinero, con la que Bay sorprendió con un relato satírico sobre el sueño americano, quizá su mejor película, el cineasta, tan odiado por muchos como venerado por otros, regresa al terreno de la acción ‘humana’ con una película que se sitúa en el punto de vista del grupo formado por, oficialmente, SEAL, pero que, en realidad, al parecer, eran ‘solados’ contratados por al gobierno de Estados Unidos. Centrándose en dos personajes, Jack (John Krasinski) y ‘Rone’ (James Badge Dale), pero atendiendo al grupo, Bay construye una película que intenta, y por momentos lo consigue, ser crítica con la presencia de esos hombres en Libia, así como sobre la presencia norteamericana en ciertos territorios extranjeros. Intenciones que, por otro lado, quedan en casi nada debido a un final desastroso, así como, en general, por la falta de incisión en un componente: esos hombres, a los que convierte en héroes, en el fondo, no eran más que mercenarios contratados por el gobierno, quienes si bien no sabían que podía pasar lo que pasó, el riesgo estaba ahí. La incisión de Bay en el tema íntimo y familiar de ellos, con las conversaciones a distancia con sus familias, además, no consigue aportar lo que pretende debido a la extrema convencionalidad de cómo lo hace. Demasiado obvio y explícito: se entiende la primera vez, no es necesario incidir tanto.

Pero donde destaca 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi es, evidentemente, en las secuencias de acción –algunas muy bien dirigidas- y en el ritmo impuesto por Bay durante todo el asalto. Cuando la abstracción de la lucha se impone en la narración, la película, asumiendo que es lo que es, gana enteros. Y aunque, en teoría, esas secuencias de acción son parte del discurso, es decir, cómo esos hombres han llegado a esa situación –se llega incluso a insinuar que deben aceptar el trabajo debido a la crisis-, todos los elementos no terminan de estar convenientemente armados para que haya una idea compacta. Es decir, cada una corre por su cuenta, llegando en ocasiones a desear que regresen los disparos para dejar de asistir a los momentos íntimos –en este sentido el guión es bastante desastroso-. Queda, no obstante, algunos detalles que producen hilaridad dada la absurdidad de todo lo que suceden.

No obstante, y como a Bay es más fácil atacarle que defenderle, se le debe reconocer que, sobre todo en el tramo del ataque, pero también con las imágenes que preceden, es capaz de crear una idea del infierno; la larga duración de la película, también infernal, sin embargo, obedece en cierto sentido a la necesidad de ir trabajando esos tiempos muertos entre ataque y ataque que transmiten bien la inquietud del momento, de la certeza de que volverán, de que cada vez tienen menos fuerzas y recursos para aguantar, de que la ayuda tarda en volver. También esa sensación de no poder saber si pueden confiar en los aliados locales. Es decir, una lucha sin sentido y absurda que desde cierto punto de vista necesitaba de ese tiempo para ser narrada. Otra cosa es que venga acompañada de conversaciones innecesarias. Pero Bay sabe modular bien la acción, otra cosa es que eso sea suficiente.

13 horas: Los soldados secretos de Bengasi, en general, falla como crítica por los mismos motivos que como película, por caer en exceso en lo convencional, por la falta de riesgo. Y eso que la construcción visual de la película resulta, incluso teniendo en cuenta los fallos generales, sobre todo en cuestiones de guión, bastante reveladora sobre algunos caminos del cine actual, sobre todo en el terreno de la acción.