Se estima que un tercio de la producción mundial se pierde o desperdicia cada año en el mundo. Esta cantidad permitiría alimentar a 2.000 millones de personas, es decir, al incremento de la población mundial previsto de aquí a 2.050.

Cada año se tiran en el mundo 1.300 millones de toneladas de alimentos, sólo en Europa se tiran 89 millones de toneladas de comida y, en España, el país de la UE que más alimentos desperdicia, tira 7,7 millones de toneladas.

La Unión Europea estima que el 42 por ciento de la comida que se tira a la basura es responsabilidad de los hogares,  el 39% se pierde durante la fabricación, un 5% en la distribución y un catorce por ciento en la restauración.

Estos datos contrastan con otros más dramáticos, casi 1.000 millones de personas no tienen una nutrición suficiente. Esto significa que una reducción de los desperdicios no sólo permitiría mitigar el hambre en el mundo sino pensar en alimentar a la población futura.

Daño irreversible al medio ambiente

El desperdicio de alimentos daña el medio ambiente: tiene incidencia en el clima, el agua, la tierra y la biodiversidad. Por ejemplo el consumo total de agua necesario para la producción de los alimentos desperdiciados es de 250.000 millones de m3 de agua al año.

El coste directo económico de todos los alimentos desperdiciados anualmente, expresado según el precio del productor, es de 577.000 millones de euros al año, equivalente al PIB de Suiza en el año 2011.

El 30% de la superficie agrícola mundial se dedica cada año a producir los alimentos que luego son desechados y muchos de los alimentos que se desechan acaban en los vertederos, donde su descomposición produce gases, como el metano, que contribuyen al calentamiento global.

¿Hay soluciones y propuestas?

Los organismos internacionales, como la FAO, creen que una forma de reducir desperdicios en el hogar es planificar y para eso ayudamos en esta Web, “La Pimienta de la Vida” cuando proporcionamos el menú de cada mes, eso facilita la compra,  las cantidades que se van a consumir y la adecuada conservación en la nevera o el congelador. Pensar que los alimentos comprados frescos y, congelados en casa, no pierden sus propiedades porque no llevan aditivos, pero es conveniente consumirlos en un plazo de tiempo determinado. Desde el ministerio de Agricultura recomiendan la teoría de las tres R: Reducir la compra –no comprar más de lo que se va a consumir-; Revisar la despensa y el frigorífico con cierta frecuencia para evitar que los alimentos se pasen de fecha y Reutilizar las sobras –con lo que ha sobrado de comida se pueden hacer platos apetitosos e imaginativos que serán la delicia de los comensales-.

Más información: http://www.alimentacion.es/es/alimentacion-responsable/