A unos 30 kilómetros al noroeste de la provincia castellanoleonesa de Segovia y bastante cerca de la capital de España, se encuentra un enclave todavía desconocido para muchos, de pequeñas dimensiones pero enorme belleza: la villa de Turégano. En ella destacan varios puntos de interés para los visitantes, pero si hay algo a lo que debemos hacer especial mención y por lo que es más conocido este pueblo es su fortaleza medieval, conocida como el "castillo rosa"

El castillo rosa de Segovia, refugio de Fernando el Católico

De origen medieval, datado en el año 1440 para ser más exactos, esta fortaleza llama especialmente la atención por su peculiar color. En los pueblos de Segovia, y se podría decir que también en el resto de nuestro país, ya se conoce al Castillo de Turégano como el “castillo rosa”, por el tono que tienen las piedras que lo conforman.

El Castillo de Turégano, conocido como el "castillo rosa" de Segovia.

El Castillo de Turégano, conocido como el "castillo rosa" de Segovia.

En cuanto a su historia se refiere, la impresionante fortaleza se construyó sobre la Iglesia de San Miguel, del siglo XIII, cuando el obispo Juan Arias Dávila trataba de defender las posesiones del obispado. Para ello, durante los años venideros se fueron sumando elementos militares a la edificación.

Por lo tanto, es factible señalar que se trata de una iglesia-castillo con una evidente función defensiva, aunque ésta fuera pensada en favor del clero. No osbtante, también tuvo la misión de dar una imagen de superioridad de la Iglesia como organismo respecto del resto del pueblo, para lo cual se construyó un balcón entre dos torres orientado a la localidad.

Entre los personajes principales que guardan relación con la fortaleza, trascendente para el devenir de nuestra historia, se encuentra Fernando el Católico, a quien le sirvió de refugio en múltiples ocasiones durante su reinado. Tanto a él como a Arias Dávila. Sin embargo, el castillo hizo también las veces de cárcel episcopal y de Estado. Destacando, de entre sus prisioneros más notables, el secretario de Felipe II, Antonio Pérez.

En lo que tiene que ver con la forma del castillo propiamente dicha, de ella se distinguen su puerta principal, sus torres circulares y las que se levantan sobre la cabecera de la iglesia. Cabe mencionar que sus formas estrechas y estructuras a varios niveles no hacían sino fortalecer las labores defensivas del castillo.

¿Qué ver en Turégano además de su castillo?

Con todo, y pese a que el castillo es ya de por sí imponente, visitar Turégano es sinónimo de aprovechar al máximo un día de turismo rural. En este sentido, como sucede en todo pueblo español no puede faltar su Plaza Mayor, que es el corazón de la localidad segoviana. Esta encantadora plaza porticada, rodeada de edificios históricos y balcones de madera, es el lugar perfecto para pasear, disfrutar de la arquitectura tradicional y relajarse en una de las terrazas de los bares y restaurantes locales.

Vista aérea del pueblo de Turégano, situado en Segovia.

Vista aérea del pueblo de Turégano, situado en Segovia.

Pero además, pisar el pueblo de Turégano es sinónimo de conocer su Palacio Episcopal y otras edificaciones religiosas como la Iglesia de Santiago o la Ermita de Nuestra Señora de los Remedios. La primera, situada cerca del castillo,fue construida en el siglo XII y destaca por su arquitectura románica y sus bellos detalles escultóricos. La segunda, situada a las afueras del casco urbano, es un edificio sencillo pero cargado de espiritualidad.

Además de su patrimonio histórico, Turégano también es un excelente punto de partida para explorar la naturaleza circundante. Existen varias rutas de senderismo y paseos que permiten a los visitantes disfrutar del paisaje castellano, con sus campos y bosques, y descubrir otros rincones con encanto en los alrededores.

Gastronomía segoviana para chuparse los dedos

No se puede visitar Turégano sin degustar su deliciosa gastronomía. Los restaurantes y bares del pueblo ofrecen platos típicos de la cocina segoviana, como el cochinillo asado, cordero lechal y sopas castellanas. Además, los productos locales, como los embutidos y los quesos, son de lo más recomendado.

Acompañando estos platos, recomendamos probar los excelentes vinos de la región, destacando los blancos de la D.O. Rueda, especialmente el Verdejo y Sauvignon Blanc, y los tintos de la D.O. Ribera del Duero, como el Tinto Fino (Tempranillo), además de los vinos de la D.O. Valtiendas, reconocidos por su equilibrio y concentración. La calidad innegable de estos vinos complementan perfectamente la rica gastronomía y la experiencia cultural de Turégano.

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