No hay verano sin playa o piscina, como tampoco lo hay sin helado. Este dulce forma parte de los imprescindibles del periodo estival. Son muy pocos los que resisten la tentación y para los más preocupados por su cuerpo hay infinidad de versiones que presumen de ser 'light.
Sin embargo, disfrutar de este placer de la vida no es incompatible con llevar un estilo de vida saludable. Los expertos aclaran que el secreto está en el "consumo inteligente".
"El riesgo no está solo en lo que se consume, sino también en lo que se deja de consumir", asegura Vicente Javier Clemente, nutricionista y catedrático de Ciencias del Deporte de la Universidad Europea de Madrid. Un consumo excesivo de estos productos tiende a desplazar alimentos más nutritivos y necesarios durante el verano, como las frutas frescas o las preparaciones ligeras", recalca.
Es cierto que los helados industriales pueden representar un "exceso de calorías, azúcares simples y grasas saturadas", reconoce, apuntando que esto no solo favorece el aumento de peso, sino que a largo plazo puede acabar alterando la salud metabólica.
Sin embargo, subraya, "ningún alimento debería estar prohibido". La clave está en el equilibrio. "Un helado puede encajar perfectamente en una dieta saludable o, incluso, en un plan de pérdida de peso, siempre que se consuma de forma ocasional, en porciones moderadas y dentro de un patrón alimentario equilibrado", defiende. "Disfrutarlo como parte de una merienda o postre, una o dos veces por semana, es una forma responsable y compatible con un estilo de vida saludable", resume.
Tomar helado sin condicionar nuestra salud
El secreto, por tanto, para tomarse un helado sin poner en riesgo nuestra salud está en no excederse, a lo que hay que añadir la relevancia de prestar atención al tipo de producto que consumimos. "Es importante fijarse en la cantidad de azúcares añadidos, en si aparecen edulcorantes como el jarabe de glucosa-fructosa y en el tipo de grasa que contiene", señala. Respecto a este último punto, indica que es importante evitar "la de palma y la de coco".
Asimismo, alerta sobre una práctica habitual de la industria alimentaria que consiste en presentar los valores nutricionales por raciones pequeñas que no se corresponden con lo que realmente consume una persona, lo que "puede dar una imagen engañosamente saludable del producto".
"La clave no está en prohibir, sino en saber elegir, moderar y disfrutar con conciencia", expone. "Si somos capaces de mantener cierto equilibrio, un helado no solo no es un problema, sino que puede formar parte de un estilo de vida saludable y feliz", precisa.
En lugar de optar por productos ultraprocesados, este nutricionista anima a escoger alternativas más saludables y, si es posible, caseras. "La mejor opción es preparar helados a base de fruta congelada y yogur natural sin azúcar", dice, recordando que "puede utilizarse plátano como base para conseguir una textura cremosa". Otra buena opción es "añadir ingredientes como cacao puro, frutos secos o canela para darles sabor sin necesidad de añadir azúcar". No obstante, resalta que no todo lo casero es sinónimo de bueno para la salud. "Si a un helado hecho en casa se le añade nata, azúcar o siropes, perdemos el valor nutricional que podríamos haber ganado", asegura.
Claves de un buen helado
Este catedrático insiste en que "un buen helado es aquel elaborado con ingredientes naturales, bajo en azúcares y grasas saturadas, y que además puede aportar beneficios como vitaminas, fibra o probióticos". Aunque las versiones sin azúcar pueden ser útiles, hay que "analizar caso por caso", alerta. "A veces generan una falsa sensación de permiso para abusar", dice, incidiendo, además, en que si se consumen en exceso "algunos edulcorantes pueden causar molestias digestivas o afectar la microbiota intestinal".
Los otros 'enemigos' del verano
Además de consumir mucho más helado, en esta época del año nuestra rutina se llena de otros productos poco saludables que también debemos tomar con moderación.
Es el caso de los refrescos azucarados y los snaks que picoteamos entre horas. "Mantener ciertos hábitos, incluso en vacaciones, puede marcar la diferencia", puntualiza Clemente, recordando que "hay muchas otras formas de refrescarse y cuidarse a la vez", por medio de "gazpachos, batidos naturales, polos caseros, ensaladas frías o infusiones con menta y limón".
"El verano está para disfrutar", zanja, pero eso sí, nunca debemos abandonarnos bajo la justificación de "ya en septiembre me pongo".