La bondad es, sin lugar a dudas, una de las características más valoradas en una persona. Y es que, además de ser empáticas, y sobre todo generosas, siempre se encuentran a disposición de ayudar a los demás, no importa cuan ocupados estén.
Todos conocemos una o varias personas así y probablemente te hayas dado cuenta de que este tipo de personas que cuentan con esta personalidad tan generosa no siempre la que tienen una agenda de amistades más grande.
Y esto sin lugar a dudas es muy paradójico porque precisamente los rasgos de personalidad que desembocan en que una persona sea bondadosa pueden dificultar a la hora de estrechar lazos contras personas.
Todo esto no tiene nada de extraño: la psicología lo tiene bien estudiado y en este artículo te vamos a explicar cómo es que las personas buenas acaban teniendo menos amigos intímos que otras personas con personalidades distintas.

Las personas buenas suelen tener dificultad para poner límites
Que una persona esté siempre ayudando no es algo malo de por "sí", el problema surge esa decisión de ayudar no sea lo que realmente quieres. Esto suele suceder en personas que suelen ser dependientes o inseguras, y que a menudo están condicionadas por una baja autoestima.
"La principal consecuencia de decir siempre si es principalmente una pérdida de mi mismo; acabo interiorizando que lo que yo quiero, lo que yo decido, y de alguna manera quien yo soy, no es importante. Y lo que es peor, mi entorno, también acaba por no considerarme. siendo más sencillo", explica la psicóloga Mariona Fuster a la Cadena SER.
"Detrás del temor a decir que no está precisamente esto, sentir que estoy teniendo o voy a tener un conflicto con alguien por el hecho de decir 'no'", asegura la experta, que añade que "también hay personas a las que les cuesta decir que no porque suelen tener dudas y no saben qué es lo mejor".
Esta capacidad de decir no es importante no solo para tener unas relaciones sanas y fuertes sino que además es necesario para conseguir una buena autoestima, vital para el desarrollo de una persona.

Evitan los conflictos
En relación a la necesidad de no saber poner límites está otro rasgo frecuente de las personas buenas, que es la de evitar discusiones. Prefieren callar antes que incomodar a alguien, pero al final lo que se está consiguiendo con eso es no ser honesto con la otra persona, lo cual debilita la amistad a fin de cuentas.
Según el psicólogo Luis Miguel Real Kotbani, "cada vez que decides callarte para evitar un problema, te conviertes en el problema. Porque el precio de no generar conflictos no es la tranquilidad: es la pérdida de tu propia esencia".
En ese sentido, al no expresar lo que la persona realmente siente, los demás no acaban conociendo a la persona verdaderamente. Y puede que a corto plazo esta estrategia pueda funcionar y que no haya conflictos, pero en el largo plazo todo se va a hacer bola y acabará siendo mucho peor.

No siempre ayudar a los demás es bueno
Las personas buenas tienen a hacer todo lo posible por ayudar en lugar donde lo necesite: en casa, en el trabajo, con los amigos, etc. Por supuesto, esto fácilmente puede hacer que la persona pase tanto tiempo ayudando a los demás que no tenga tiempo para sí misma.
Y, claro, esto tiene sus consecuencias negativas, pero no solo para la persona que ayuda (que puede acabar teniendo el 'burnout del ayudador', tal y como cuentan en este artículo) sino para la persona que es ayudada.
Efectivamente, a veces ofrecer ayuda no es la mejor forma de ayudar a los demás porque puede que lo que consigas es que impidas a la otra persona salir de la zona de confort en la que se ha instalado y no va a poder desarrollase por si misma.

Cómo cambiar este patrón
No se trata de dejar de ser amable, sino de equilibrar esa cualidad con otros hábitos que favorecen la cercanía:
- Aprender a decir “no” sin culpa, para establecer límites claros.
- Hablar con sinceridad cuando algo incomoda, aunque sea con tacto.
- Invertir tiempo en relaciones que también son recíprocas.
- Mostrar vulnerabilidad y permitir que otros brinden apoyo.
- Priorizar la calidad de las amistades frente a la cantidad.
En definitiva, la amabilidad es un valor importante, pero no basta por sí sola para construir amistades profundas. La psicología muestra que la honestidad, los límites, la reciprocidad y la autenticidad son igual de necesarios.
El reto está en mantener la bondad sin dejar de lado la propia voz. De ese equilibrio surge la posibilidad de crear lazos duraderos y significativos.