La incidencia del cáncer de tiroides, una glándula en forma de mariposa que está ubicada en el cuello, no ha dejado de crecer en los últimos años, hasta el punto de que, en la última década, se ha multiplicado por dos.

Sin embargo, a diferencia de otras muchas neoplasias malignas, la mayor parte de estas  tienen un pronóstico excelente. “La supervivencia a los cinco años está por encima del 98%”, afirma a ELPLURAL.COM el doctor Manuel Durán Poveda, jefe del Servicio de Cirugía General y del Aparato Digestivo del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, integrado en la red sanitaria pública de la Comunidad de Madrid.

“Se diagnostica cada vez a más pacientes, muchos de ellos muy jóvenes”, precisa este médico.  Las pruebas de imagen que se practican con frecuencia para todo tipo de diagnósticos son las que revelan, en muchos casos, la presencia de un nódulo tiroideo.

Estos nódulos “pueden llevar un tiempo indeterminado en el cuello y podrían seguir sin que diesen sintomatología alguna”, advierte el doctor Durán, quien precisa, que, en la actualidad, incluso, pueden no operarse determinados tumores malignos que están por debajo del centímetro “en casos muy seleccionados y siempre y cuando, se sometan a un estrecho seguimiento médico”. Por norma general, los carcinomas diferenciados de tiroides, aun tratándose de carcinomas, son de menor agresividad y evolución muy lenta con respecto a otros tumores tiroideos.

Cuando el tumor se reproduce

La modalidad más común de este tipo de neoplasias es el carcinoma papilar, y, aunque la mayoría tiene curación, hay ocasiones en las que se reproduce.

Para estos casos de recidiva, en los que la lesión es, además, de tamaño milimétrico, el citado hospital madrileño emplea una novedosa técnica que presenta resultados extraordinarios. 

Cirugía radioguiada

Se trata de cirugía radioguiada para la localización de lesiones ocultas (ROLL, del inglés Radioguided Occult Lesion Localization). “El cuello es una zona anatómica muy complicada, y si a esto añadimos que es un campo que ya ha sido operado y, por tanto, es una zona no virgen, la cirugía se torna más complicada y requiere de una elevada destreza quirúrgica”, precisa el jefe de servicio del HURJC.

El último caso intervenido en este centro con esta técnica es el de una paciente que ya había sido operada en otro hospital hasta en tres ocasiones. “Buscar en ese cuello una lesión milimétrica puede asemejarse en ocasiones, a buscar una aguja en un pajar”, advierte el doctor Durán.

Emplear este tipo de abordaje facilita la tarea. Para ello, el radiólogo intervencionista localiza preoperatoriamente con una ecografía la lesión. Junto a él, un médico nuclear facilita la inyección de un fármaco radiactivo (macroagregados de albúmina con tecnecio) en el tumor. Se trata de “un isótopo que funciona como marcador”, precisa el doctor Durán. De esta manera, el cirujano, con las pruebas de imagen previas de la lesión que le orientan anatómicamente y la identificación de la zona de máxima radiación en el campo operatorio, que coincide con la lesión marcada con el radiofármaco, procede a “extirpar el tumor mediante una sonda gamma que identifica la zona radiactiva”, aclara.

Una vez extirpado, “se realiza un rastreo para comprobar la ausencia de actividad del marcador en el cuello”, añade. De este modo, hay total garantía de que la lesión ha sido eliminada por completo. 

Seguro, eficaz y preciso

Pero, además, este tipo de práctica presenta otras muchas ventajas. "La técnica ROLL es un método seguro, eficaz y preciso”, resume el doctor Durán Poveda. Permite extirpar tumores milimétricos sin extirpar tejido sano. “Al ir directamente a la lesión, se minimizan los daños y se reduce la morbilidad quirúrgica asociada a una reintervención, eventualidad más habitual en este tipo de intervenciones, indica.

Del mismo modo, dado que la agresión quirúrgica que se le hace al paciente es mínima, éste puede recibir el alta el mismo día de la intervención (cirugía mayor ambulatoria). Esto permite, además de ahorrar costes, “disminuir la sensación de gravedad a la cirugía”, precisa este especialista. Ingresar por la mañana e irse con el problema solucionado a casa por la tarde, es muy alentador. De una cirugía convencional, que en duración pudiera ser más larga, “pasamos a una intervención eficaz y precisa en un menor tiempo por lo general”, recalca.

Trabajo multidisciplinar

El secreto del éxito de la aplicación de esta técnica en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, centro de referencia en la Comunidad de Madrid en cirugía endocrina, está en el trabajo multidisciplinar.

Un comité de tumores, conformado por endocrinos, cirujanos, radiólogos, patólogos, oncólogos médicos y radioterápicos, médicos nucleares y otorrinos decide cuál es la opción terapéutica más apropiada en cada caso.

Para aplicar la cirugía radioguiada, la colaboración entre todos es fundamental. “Se necesita un radiólogo intervencionista experimentado que trabaje directamente  con un equipo de medicina nuclear que, lamentablemente, no existe en todos los hospitales, y un cirujano experto”, indica el Dr. Durán Poveda, además de una gran destreza quirúrgica.

El Dr. Durán junto al resto del equipo

El Dr. Durán Poveda junto al resto del equipo.

 

Aplicable a otro tipo de tumores

Pero la técnica, es, sin duda, una apuesta de futuro y es extrapolable a otros tumores malignos.  “Nosotros hemos aplicado algo que se estaba utilizando ya en la mama, en lesiones ocultas no palpables y de muy escaso tamaño”, apunta el jefe de Cirugía del HURJC. De este modo se evitan cirugías ‘a ciegas’, lo que proporciona importantes beneficios en términos de resecabilidad, morbilidad y calidad de vida de los pacientes.

Por el momento, en España apenas se practica, pero no cabe duda de que “debería ser implementada con más frecuencia en los servicios de cirugía”, asevera el Dr. Durán Poveda. “No debe excluir  los preceptos quirúrgicos clásicos de la oncología y, desde el punto de vista quirúrgico, ayuda sobremanera al cirujano”, expone. “Es una herramienta más, cuyo beneficio es altísimo, con respecto al riesgo que supone el abordaje convencional”, concluye.