Cada etapa de la vida conlleva cambios en el cuerpo y en la mente, y el sueño no es una excepción. A partir de los 60 años, muchas personas notan que descansan de forma distinta a como lo hacían en su juventud: se despiertan más durante la noche, duermen menos horas seguidas o tardan más en conciliar el sueño. Aunque estos cambios pueden ser naturales, no deben confundirse con una disminución de la necesidad real de dormir.

Se mantiene la recomendación de las 8 horas al día

El sueño sigue siendo esencial para mantener una buena salud física y mental en la edad madura. Así lo explica el Dr. Marc Rey, neurólogo, especialista en sueño y presidente del Instituto Nacional del Sueño y la Vigilancia (INSV), quien señala que, aunque el sueño profundo tiende a reducirse con la edad, las personas mayores todavía necesitan entre 7 y 8 horas de descanso cada noche. Para quienes tienen entre 60 y 64 años, incluso se recomienda dormir entre 7 y 9 horas.

El sueño cambia con la edad

La estructura del sueño también cambia con los años. Se vuelve más ligero y fragmentado, con despertares más frecuentes al final de cada ciclo, que dura aproximadamente 90 minutos. “Nuestro cerebro se vuelve más heterogéneo con la edad, lo que significa que no todas sus partes duermen al mismo tiempo; algunas permanecen activas para procesar información importante”, explica el Dr. Rey. Esto hace que esos despertares sean más prolongados y más fáciles de recordar al día siguiente.

Factores que pueden influenciar la calidad del sueño

Diversos factores pueden influir en esta interrupción del sueño, desde molestias físicas hasta condiciones específicas como problemas de próstata en hombres o sofocos en mujeres. Para compensar la falta de descanso nocturno, el especialista recomienda realizar siestas cortas durante el día, preferiblemente entre la una y las dos de la tarde, y con una duración que no supere los 20 minutos, para no interferir con el sueño nocturno.

Recomendaciones adicionales 

Mantener una rutina saludable también resulta clave. La actividad física regular, una alimentación equilibrada y evitar estimulantes como el alcohol o la cafeína en horas cercanas al descanso pueden favorecer un sueño más reparador. Asimismo, dedicar tiempo a actividades relajantes antes de acostarse —como leer o escuchar música tranquila— puede contribuir a conciliar el sueño con mayor facilidad y mejorar su calidad con el paso de los años.

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